– La boda de mi nieta me toma todo el día ahora que su madre ha muerto y no hay nadie más para ocuparse del tema. En unas semanas más la reina de los escoceses irá al encuentro de su esposo, y se celebrará su matrimonio. También hay que ubicar a la pobre española, Catalina. El rey está muy disgustado porque el rey Fernando no ha completado los pagos por la dote de la muchacha. Especialmente, porque quiere casarla con Enrique. He oído rumores, sir Owein, de que a mi nieto le gustan mucho las mujeres. ¿No es demasiado joven para eso?
– En el caso del príncipe, yo diría que no, señora -respondió el caballero, preguntándose cuánto sabría la anciana señora de su lujurioso nieto y sus aventuras sexuales.
– Pensaba buscarle marido a esa muchacha Bolton después de la partida de Margarita, pero supongo que surgiría otra cosa y la muchacha va a tener veinte años antes de que yo vuelva a acordarme de ella. Tú la trajiste el año pasado de Cumbria, ¿no? -la Venerable Margarita se inclinó hacia el fuego para calentarse las manos.
– Sí, señora.
– Mi nieta la quiere. ¿Y tú? ¿Qué clase de muchacha es, Owein Meredith?
– Sensata y confiable. Adora Friarsgate y fue educada para manejarla por cuenta propia. Lo hace bien y sus arrendatarios la reverencian. El lugar es próspero. Parece a salvo de los escoceses gracias á la disposición de la tierra que la rodea. Las colinas son demasiado escarpadas, lo que impide trasladar con facilidad el ganado y las ovejas. Por eso Friarsgate ha estado en paz, sin contar al tío.
– ¿Cuánto hace que quedó huérfana?
– A los tres años. El tío rápidamente la casó con su hijo mayor. El niño murió. Entonces la casó con Hugh Cabot. Henry Bolton pensó que sir Hugh se conformaría con tener un lugar donde pasar su vejez. Pero Hugh Cabot le enseñó a Rosamund a manejar sus asuntos. La quiso como habría querido a una hija y ella lo adoraba. Quedó destrozada cuando él murió.
– Y sir Hugh burló al tío poniendo a su esposa al cuidado del rey -dijo la condesa despacio-. Hombre inteligente, diría yo.
– Yo llegué cuando estaban en el banquete del funeral. El tío ya insistía en que Rosamund se casara con su siguiente hijo, un niño al que acababan de ponerle pantalones para la ocasión. Ella se resistía, y solo mi oportuna llegada la salvó.
La Venerable Margarita sonrió y dijo, con tono divertido:
– Parece que se te ha hecho costumbre ir al rescate de esa damisela, Owein Meredith. Bien, te agradezco que me hayas traído este asuntillo. Me ocuparé de que Rosamund Bolton sea vigilada y que no se le permita estar a solas con Enrique, ese bribonzuelo sinvergüenza. Y pensaré en un esposo para esa muchacha. Tiene la edad de Margarita, un poco mayor, incluso. Es tiempo de que vuelva a casarse, y que esta vez sea para siempre. -Le tendió la mano a su interlocutor.
Sir Owein se inclinó mientras se la besaba.
– Agradezco a Su Alteza por su amabilidad -dijo, y se retiró del pequeño cuarto.
Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, la condesa dijo en voz baja:
– Ya puedes salir, niña, ven. Dime qué piensas de lo que acabas de escuchar.
La joven Margarita Tudor salió de atrás del tapiz que había del otro lado de la habitación, donde estaba oculta. Se sentó con su abuela.
– Rosamund estaba muy callada cuando volvimos del río, señora, pero a mí no se me ocurrió preguntarle por qué. Es típico de Hal permitir que su orgullo dirija su miembro. Si no aprende, eso algún día lo llevará a la ruina. -Se alisó la falda: sus largos dedos acariciaron la seda anaranjada.
La condesa rió.
– Gracias a Dios, eres una muchacha inteligente y prudente, Margarita, tocaya. Puede que algún día, como reina de Escocia, tengas que tomar decisiones difíciles. Y también deberás hacer que tu esposo recurra a ti, niña, no sólo a sus consejeros. Ahora bien, si tuvieras que decidir, ¿a quién elegirías como esposo para Rosamund Bolton?
– A sir Owein Meredith, abuela, por supuesto -respondió la princesa sin la menor vacilación.
– ¿No al hijo de alguna buena familia del norte? ¿O alguno de los alborotadores Neville, tal vez? Una heredera los dejaría en deuda con nosotros.
– No, abuela. Los Neville son alborotadores. Nunca podremos estar seguros de ellos, porque van en la dirección del viento, siempre que los favorezca. Aunque yo esté casada con Escocia, jamás podremos estar seguros de que no vuelva a haber guerra entre ambos países. Sería mejor casar a Rosamund con un hombre en quien los Tudor tengamos una confianza absoluta. Sir Owein es gales. Estuvo al servicio de nuestra familia desde antes de que yo naciera. Era más pequeño que María cuando entró en nuestra casa. No hay la menor duda de su lealtad a los Tudor y a Inglaterra, abuela. Podemos confiar en que él nos cuidará ese flanco.
– Pero no es un gran señor.
– Así es, por eso es que, si se le da a este leal servidor de los Tudor una heredera joven y atractiva, algo a lo que, por cierto, él no aspiraría jamás, quedaría más en deuda con nosotros que un Neville, y podemos estar seguros de su lealtad. Los hijos importantes de un gran nombre no aceptarán a Rosamund. Tendría que elegir a alguien menor de los solteros. De hecho, tendría que preguntar entre los grandes señores cual de sus jóvenes sería apropiado. Los señores escogerían a algún pariente que estuviera, primero, en deuda con ellos, no con nosotros. Y es con nosotros, los Tudor, con quienes debe quedar en deuda, para que saquemos una ganancia de este matrimonio. Sir Owein es nuestro hombre, nadie más.
– Me pregunto si un hombre tan acostumbrado a estar a nuestro vicio se alegraría de contraer matrimonio, aunque tampoco importa demasiado. Si decidimos que tiene que casarse, se casará.
– Creo que la quiere. Usted misma notó que está siempre salvándola de un peligro u otro. Y creo que a ella él le gusta mucho, aunque no lo admita. En realidad, estoy segura, abuela. Sería un buen arreglo para los dos. Sir Owein no es viejo todavía. Probablemente los sobreviva a usted y a mi padre. No habrá lugar para él en la Corte de mi hermano. ¿Qué será de este leal servidor de la Casa de los Tudor? Owein Meredith merece que lo tratemos con cordialidad. ¿No le parece, abuela?
– Será un buen matrimonio. La muchacha ya tiene edad de parir hijos y sir Owein es lo bastante joven como para engendrárselos. Si los dos se sienten cómodos el uno con el otro, sí, será un buen matrimonio. La muchacha estará a salvo de su avaricioso tío y agradecida con nosotros. Sir Owein, con su largo servicio a nosotros, también estará contento y seguirá siendo leal. Un hombre leal en la frontera sería una gran ventaja para nosotros, en especial un hombre que no sea demasiado visible por su gran riqueza o gran nombre. -Se inclinó hacia adelante y le dio una palmadita en la rosada mejilla a su nieta-. Has tomado una decisión prudente y considerada, mi joven reina de los escoceses. Será como tú dices. Rosamund Bolton de Friarsgate le será dada a nuestro buen y leal servidor sir Owein Meredith.
– Gracias, abuela -dijo la princesa. No podía contenerse para ir a contarle a Rosamund de su buena fortuna, pero la condesa de Richmond levantó su mano llena de anillos.
– No puedes decir nada todavía, niña. Tengo que obtener el permiso de tu padre, pues él es el tutor de la muchacha.
– Si usted lo quiere, él lo aprobará -dijo la princesa, abiertamente ¿Cuándo le ha negado algo mi padre, abuela?
La condesa rió. Hasta que tu padre triunfó, él y yo lo pasamos muy mal, con los partidarios de York que siempre buscaban destruirlo. Todos esos años en la Corte de Bretaña… Y tu antepasado de York, luego el duque Ricardo, que quería matarlo, para matar así a la Casa de Lancaster. Yo di mi juventud por la seguridad de tu padre, y él lo supo siempre, aunque yo nunca me quejé. Es un hijo magnífico, mi querido Enrique. Te deseo que el hijo que le des a Jacobo Estuardo sea igual de cariñoso contigo, mi niña.
– Mantendré nuestro secreto, abuela -respondió Meg-. Pero consiga pronto el permiso de papá, porque no me será fácil callarme, sabiendo lo que sé.