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– No -dijo Rosamund, riendo a pesar del insulto-. Compré tela en Carlisle y la esposa del mercero acababa de recibir unos dibujos de su hermana en Londres.

Sir Thomas se estremeció e hizo una mueca.

– No quiero ni imaginármelos -dijo, con un profundo suspiro.

– Pero ya empaqué -protestó Rosamund.

– Mi querida prima, podemos volver a empacar. Lo que no podemos hacer es borrar la impresión que darás en la Corte si te presentas con ropa pasada de moda. ¡Adelante!

Rosamund volvió a reír. Sí, le encantaba este primo que había aparecido de la nada para llevarla a la Corte.

– Venga, entonces, pero prepárese para algo: mis trajes son sobrios en color y en estilo. Después de todo, estoy de luto por mi esposo, sir Thomas.

– Tom está bien, o primo -le dijo él y, al pasar junto a las tres niñas se detuvo, metió la mano en el jubón y sacó un puñado de dulces, que les dio, como al pasar. Siguió a Rosamund escaleras arriba hacia su dormitorio.

Entraron y Rosamund le dijo a Annie:

– Él es mi primo, sir Thomas Bolton, que ha venido a acompañarnos, Annie, y quiere ver mis trajes. Desempácalos.

– Sí, señora -respondió Annie, mirando con asombro a sir Thomas.

– ¿Qué joyas tienes? -quiso saber él.

Rosamund vació la bolsita de terciopelo sobre la cama.

Sus dedos delgados y gráciles revisaron los adornos y al final dijo:

– Las perlas y el broche de esmeraldas y perlas son dignos de ti. El resto, no. Lo dejarás aquí.

– Pero no tengo nada más.

– Yo sí. Mi rama de la familia nada en dinero, querida niña. Tengo joyas para tirar para arriba y ninguna esposa para usarla.

– ¿Por qué no tienes esposa? Creo que se te consideraría un partido muy conveniente, primo.

Él sonrió y le dio una palmadita en la mano.

– No deseo una esposa. Una esposa me estorbaría. Me temo que soy un hombre egoísta que prefiere los placeres del mundo antes que engendrar una prole de niños llorosos, deseosos de que yo me muera para dilapidar mi tesoro, tan trabajosamente acumulado por mi familia. Yo, querida niña, soy perfectamente capaz de dilapidar mi fortuna sólito. Te cubriré con las joyas de la familia y, probablemente, dentro de un tiempo te haga hacer un guardarropa ligeramente más a la moda, en tonos más alegres. -Miró los trajes que Annie desplegó para que viera-. No están mal. Algo conservadores, pero no están mal, considerando la fuente. La esposa del mercero estuvo bien, y me sorprende. Estos trajes servirán para empezar. Vuelve a empacar, Annie, que partiremos mañana, aunque no demasiado temprano. Lo suficiente para llegar a St. Cuthbert para la caída del sol. ¿Conoces St. Cuthbert?

– Mi tío Richard acaba de ser nombrado el nuevo prior. Ven a la sala conmigo, primo, que te contaré la historia reciente de la familia. A cambio, tú me comentarás cómo terminó haciéndose rico, en el sur, un Bolton de Friarsgate.

Él rió.

– Me alegra comprobar que no eres una insípida criatura como tantas de las mujeres que rodean a la reina. Todas muy a la moda, todas muy elegantes, todas horriblemente orgullosas de su perfecta educación y, francamente, no tienen un dedo de inteligencia entre todas. -La siguió escaleras abajo a la sala, adonde había llegado Edmund y ahora Maybel dirigía a los criados que preparaban la comida de la tarde. Esa noche tendría dieciséis bocas extra que alimentar, y las mesas ya estaban tendidas con recipientes, cucharas y tazas de madera pulida.

– El señor es sir Thomas Bolton, lord Cambridge. Él es mi tío Edmund y su esposa, Maybel, que me criaron a la muerte de mis padres. Edmund se acercó y le estrechó la mano a sir Thomas. -Seguramente usted desciende de Martin Bolton. Bienvenido a Friarsgate, milord.

– ¿Sabes quién es? -se asombró Rosamund-. ¿Por qué yo nunca supe de esa rama de la familia?

– No había necesidad de que la conocieras -dijo Edmund, con sentido práctico.

– Venga y siéntese a la mesa grande -dijo Maybel, impresionada por la elegancia de sir Thomas. Se sentaron y Edmund continuó.

– Hace varias generaciones nacieron mellizos en la familia. Henry y Martin. Henry, el primogénito, heredaría Friarsgate. Martin se casó con su prima hermana, hija de un riquísimo mercader londinense. Martin fue a Londres a los dieciséis años y a los dieciocho tuvo lugar la boda. Nació un niño, pero entonces la esposa de Martin llamó la atención del rey Eduardo IV. Dicen que la tonta se dejó seducir y después se suicidó, por la deshonra. ¿La historia que llegó a mis oídos es verdad, sir Thomas?

– Absolutamente, primo Edmund. Y ahora yo la terminaré. El rey no era mala persona, sólo enamoradizo. Se sintió culpable por lo que había hecho y lo que le había sucedido como resultado a la mujer, en especial porque Martin y su suegro habían apoyado al rey Eduardo y habían sido generosos perdonándole sus deudas. Entonces, el rey nombró lord Cambridge a Martin Bolton y le dio otra esposa, hija de una familia de la nobleza menor, y una finca en Cambridge. Martin se retiró de los negocios, dejándolos en manos de su suegro y otros, que al parecer tuvieron mucha habilidad para incrementar el tesoro de la familia. Desde entonces, hemos vivido para que nos diviertan -concluyó, con una risita.

Entonces le tocó el turno a Rosamund de explicar cómo sir Thomas había terminado como su escolta.

– Saldremos mañana después de misa y de desayunar.

Cuando concluyeron la comida de la tarde, Rosamund se retiró a su aposento. Edmund llevó a sir Thomas a un lado y le narró la historia de la vida de su sobrina hasta el momento.

– Es prudente en términos generales, pero, a veces, es demasiado confiada, creo, porque ha tenido mucha suerte con sus amigos y sus esposos. Usted es su pariente. ¿Me promete solemnemente cuidarla?

– Lo haré. Tiene mi palabra. Ahora cuénteme por qué usted no es el señor aquí. ¿El padre de Rosamund era el mayor? Tengo entendido que un tío de ella es el prior en St. Cuthbert.

– Yo soy el mayor de los hijos de nuestro padre. Mi hermano Richard es el segundo, pero nacimos del lado equivocado de la cama. El padre de Rosamund, nuestro hermano Guy, fue el primer hijo legítimo, y el último fue Henry. Mientras que Richard, Guy y yo fuimos unidos como verdaderos hermanos, Henry siempre desdeñó a los dos ilegítimos, a pesar de que nuestro padre nos quiso a todos. Nunca se recuperó del hecho de que Rosamund hubiera sobrevivido a la muerte de sus padres y de su hermano, y se hubiera convertido en la heredera de Friarsgate. -Y Edmund pasó a contar el resto de la historia.

– Sir Hugh era un individuo inteligente para haber burlado tan bien a nuestro avaro pariente -comentó sir Thomas con una sonrisita-. Así es cómo ella llegó a la Corte. Yo no la recuerdo, pero seguramente no me, interesé en absoluto en una doncella de la casa de la reina. Además, no me acercaba a la Venerable Margarita. ¡Era una verdadera arpía!

– Rosamund la quería mucho y le estaba muy agradecida por haber arreglado su matrimonio con sir Owein.

– Por supuesto -dijo sir Thomas. Ya había oído suficiente. Bostezó-. Muéstreme dónde he de estirar mis huesos, primo Edmund. Ha sido un viaje muy largo desde Londres y el de regreso, si bien más placentero gracias a la compañía de Rosamund, también lo será.

Edmund se puso de pie.

– Venga -dijo. Sir Thomas lo siguió.