Él respondió con aire serio.
– Ha sido un placer, señorita Leigh.
Los dedos de Roz, suaves y cálidos en los de él, se movieron inquietos cuando Hal los sujetó demasiado tiempo; a él le dio la sensación de que de pronto la había asustado. Quizás era lo mejor. De una forma u otra, con la chica aparecían los problemas.
Roz se fue hacia la puerta.
– Adiós, sargento Hawksley. Espero que el negocio se anime.
Él le dedicó una sonrisa algo cruel.
– Eso está hecho. Se trata de un problema temporal, no se preocupe.
– Menos mal. -Se detuvo un momento-. Una última cuestión: ha dicho que Robert Martin le dijo que según él Gwen pegó a Amber y Olive mató a Gwen intentando defender a su hermana. ¿Por qué rechazó esta posibilidad?
– Porque no tenía lógica. El forense estableció que los dos cuellos fueron cortados por la misma mano. El tamaño, la profundidad y el ángulo de las heridas correspondían al mismo atacante. Recuerde que Gwen no sólo luchó para defenderse a sí misma sino también a Amber. Olive es de lo más cruel. Cometería un grave error si lo olvidara. -Sonrió de nuevo pero esta vez el gesto no llegó a los ojos-. Si quiere un consejo, olvídese de esta historia.
Roz encogió los hombros.
– ¿Sabe qué le digo, sargento? -dijo señalando con la cabeza el local-. Usted ocúpese de sus negocios que yo me ocuparé de los míos.
Hal escuchó el taconeo de Roz por el callejón, se fue hacia el teléfono y marcó un número.
– Geoff -dijo-, ¿puedes pasar por aquí? Tenemos que hablar. -La mirada se le endureció al oír la respuesta-. ¿Que no es problema tuyo? ¡Y un cuerno! Esta vez no te creas que voy a hacer de cabeza de turco.
Roz miró el reloj al arrancar. Eran las cuatro y media. Si se daba prisa, podía pescar a Peter Crew antes de que cerrara el despacho. Encontró aparcamiento en el centro de Southampton y llegó justo en el momento en que el abogado se disponía a salir.
– ¡Señor Crew! -exclamó corriendo detrás de él.
El hombre se volvió con una sonrisa poco convincente, que se convirtió en un fruncimiento de ceño cuando vio quién era ella.
– Ahora mismo no tengo tiempo para hablar con usted. Tengo un compromiso.
– Le acompañaré un momento -insistió-. No va a retrasarse por mi culpa. Se lo prometo.
Él asintió y siguió andando; el tupé se agitaba al ritmo de sus pasos.
– Tengo el coche cerca de aquí.
Roz no perdió el tiempo con palabras inútiles.
– Tengo entendido que el señor Martin dejó su dinero al hijo ilegítimo de Amber. Por la información que tengo -estiró la verdad como si fuera una goma-, fue adoptado por una familia apellidada Brown, que al poco emigró a Australia. ¿Ha avanzado en la localización del niño?
El señor Crew la miró con aire de pocos amigos.
– ¿De donde ha sacado esto? -Al decirlo, se comía las palabras airadamente-. ¿Se lo ha comentado alguien de la profesión?
– No -le aseguró ella-. Me he enterado por otras fuentes.
Crew empequeñeció los ojos.
– Me cuesta creerlo. ¿Puedo preguntarle quién fue?
Roz sonrió tranquila.
– Alguien que conocía a Amber cuando nació el niño.
– ¿Cómo supieron el nombre?
– No tengo ni idea.
– Evidentemente Robert no habría hablado -murmuró Crew-. Existen normas sobre la localización de niños adoptados, y él estaba al corriente, pero además de esto tenía una gran pasión por el tema de la discreción. Si había que encontrar al niño, no quería publicidad sobre la herencia. El estigma de los asesinatos podía perseguir al pequeño toda su vida. -Movió la cabeza con enfado-. He de insistir, señorita Leigh, en que no difunda esta información. Sería de una gran irresponsabilidad publicarla. Podría comprometer el futuro del muchacho.
– Realmente se ha hecho una idea bastante equivocada sobre mí -dijo Roz en tono simpático-. Me planteo el trabajo con la máxima escrupulosidad y nunca se me ocurriría hablar de las personas sin ton ni son.
Crew dobló la esquina.
– Bien, yo ya la he avisado, señorita. No voy a dudar exponer una querella contra su libro si lo creo justificado.
Una ráfaga de viento levantó el tupé del abogado, quien lo sujetó con firmeza como si se tratara de un sombrero. Roz, un par de pasos por detrás de él, apretó la marcha.
– Me parece muy bien -dijo, conteniéndose la risa-. Y una vez aclarado esto, ¿podría responder a mi pregunta? ¿Le ha encontrado ya? ¿Dispone en la actualidad de alguna pista?
Crew siguió andando con aire obstinado.
– Sin intención de ofenderla, señorita Leigh, no veo en qué puede ayudarla esta información. Acabamos de acordar que no la publicará.
Roz decidió ir al grano:
– Olive está al corriente del tema, sabe que su padre le dejó el dinero y que usted está intentando localizar al chico. -Levantó las manos al ver la expresión irritada del abogado-. Y no se ha enterado por mí, señor Crew. Es lo suficientemente astuta y lo que no acierta por sí misma lo capta a partir de los rumores que circulan en la cárcel. Dijo que era normal que su padre dejara dinero a la familia si tenía oportunidad de hacerlo, o sea que con poca imaginación uno puede deducir que su intención era la de encontrar la pista del hijo de Amber. En realidad parece que está interesada en saber si ha habido suerte en la gestión. Me gustaría que me facilitara una información que pudiera tranquilizarla un poco.
El hombre se detuvo en seco.
– ¿A Olive le interesa que se localice al chico?
– No lo sé.
– Hum… ¿Quizá piensa que el dinero pasará a ella en ausencia del beneficiario?
Roz demostró su sorpresa.
– No creo que se le haya ocurrido tal cosa. Además, no sería posible, ¿verdad? Usted lo ha puntualizado antes.
El señor Crew siguió adelante.
– Robert no insistió en que se ocultara esta información a Olive. Sus instrucciones se referían a no angustiarla innecesariamente. Tal vez me equivoqué pensando que los términos del testamento podían angustiarla. Ahora bien, si ya está al corriente… Pues déjelo en mi mano, señorita Leigh. ¿Algo más?
– Sí. ¿Robert Martin visitó alguna vez a Olive en la cárcel?
– No. Siento decirle, que tras la acusación de asesinato, no volvió a hablar con su hija.
Roz le cogió el brazo:
– Pero él creía que era inocente -protestó con cierta indignación-. Y pagó las minutas correspondientes. ¿Por qué no quiso verla? ¿No lo considera muy cruel?
Un destello iluminó los ojos de Crew.
– Muy cruel -admitió-, pero no por parte de Robert. Fue Olive quien se negó a verle. Aquello le llevó a la tumba, y, en definitiva, creo que eso es lo que ella buscaba.
Roz frunció el ceño, hastiada.
– Usted y yo tenemos opiniones distintas respecto a Olive, señor Crew. Conmigo ha sido la mar de amable. -La expresión de disgusto se intensificó-. Me imagino que ella sabía que el padre quería verla…
– Por supuesto. Como testigo de cargo, tuvo que solicitar un permiso especial para ir a visitarla, aunque fuera su hija. Puede consultarlo, ellos se lo confirmarán.
Apretó de nuevo el paso y Roz tuvo que correr para seguir su ritmo.
– ¿Y qué me dice de las contradicciones en su declaración, señor Crew? ¿Ha hablado con ella de esto?
– ¿Qué contradicciones?
– Pues, por ejemplo, que no mencionara la pelea con su madre y en cambio afirmara que Gwen y Amber ya estaban muertas cuando empezó a descuartizarlas.
El abogado miró el reloj, impaciente.
– Mintió.
Roz le sujetó otra vez del brazo, obligándole a detenerse.