Roz puso el intermitente.
– ¿Era Gary O'Brien?
Marnie asintió con la cabeza.
– Supongo que el cabronazo se ha ido de la lengua.
– Algo así -dijo Roz, evitando una respuesta directa-. ¿Gary alguna vez se encontró con este hombre?
– No, solamente con Olive. Resulta que la conocía de antes, ella le cuidó cuando aún era un niño o algo así, así que no le costó mucho reconocerla y meter la pata entregando la carta a la mujer equivocada. Lo cual, teniendo en cuenta lo burro que era, pasó por mi mente. Gire aquí. -Marnie miró su reloj cuando Roz paró el coche-. Perfecto. Pues como todo el asunto iba tan bien, el tío empezó a entregarnos regularmente cartas para Olive. En total supongo que hemos entregado unas diez cartas en los seis meses antes de los asesinatos. Supongo que el hombre sabía que lo hacíamos a escondidas porque siempre venía durante la hora del almuerzo, cuando Wheelan ya había salido. Seguro que se esperaba hasta que veía que el viejo se marchaba. -Marnie se encogió de hombros-. Dejó de venir con lo de los asesinatos y nunca más le he vuelto a ver. Y eso es todo lo que puedo explicar, aparte de que Gary se puso muy nervioso después de la detención de Olive y dijo que teníamos que mantener la boca cerrada y no explicar lo que sabíamos, o si no tendríamos la poli detrás nuestro irremisiblemente. Bueno, de todas maneras, no estaba exactamente dispuesta a hablar, no por la policía sino por Wheelan. Hubiera explotado si se hubiera enterado de que estábamos haciendo un poco de negocio a su espalda.
– ¿Pero no vino la policía más o menos un mes más tarde a advertir a Wheelan sobre los O'Brien?
Marnie miró a Roz con sorpresa.
– ¿Quién le dijo eso?
– La madre de Gary.
– La primera vez que lo oigo. Por lo que yo sé, simplemente estaban aburridos. Gary no era tan malo porque estaba loco por su moto, pero los otros dos eran los dos sujetos más vagos que nunca he visto. Al final se escaqueaban tan a menudo que Wheelan los despachó. Es más o menos la única decisión que tomó en su vida con la que estuve de acuerdo. Dios mío, eran totalmente informales. -Volvió a mirar su reloj-. A decir verdad me sorprendió un poco que Gary entregase las cartas de Olive tan concienzudamente. Me preguntaba si él estaba incluso un poco enamorado de ella. -Marnie abrió la puerta del coche-. Tengo que irme.
– Espere un momento -dijo Roz bruscamente-. ¿Quién era el hombre?
– No tengo ni idea. Siempre pagó al contado y nunca dio su nombre.
– ¿Qué aspecto tenía?
– Perderé el tren.
Roz se inclinó hacia Marnie y cerró la puerta de golpe.
– Tiene diez minutos, y si no me da una descripción decente vuelvo directamente a la oficina y tiraré de la manta con Wheelan.
Marnie se encogió de hombros malhumoradamente.
– Tenía unos cincuenta años, lo suficientemente viejo para ser su padre si la edad que le atribuyeron en los periódicos era correcta. De bastante buen ver, un tipo digamos adulador, elegante y conservador. Hablaba con acento afectado. Fumaba. Siempre iba con traje y corbata. Medía aproximadamente un metro ochenta y era rubio. Nunca hablaba mucho, parecía como si siempre esperase que hablara yo, nunca sonrió y nunca se alteró. Me acuerdo de sus ojos porque no tenían nada que ver con su pelo. Eran de un marrón muy oscuro. Y eso es todo -dijo con firmeza-. No sé nada más de él y no sé absolutamente nada de ella.
– ¿Le reconocería en una fotografía?
– Supongo. ¿Así que le conoce?
Roz tamborileó con los dedos sobre el volante.
– No tiene ninguna lógica pero esta descripción parece la de su padre.
Capítulo 11
El lunes siguiente, el funcionario de la entrada buscó el nombre de Roz en su lista y entonces cogió el teléfono.
– La directora le quiere ver -dijo, mientras marcaba un número.
– ¿Para qué?
– No se lo sabría decir, señorita. -Luego dijo por teléfono-: La señorita Leigh está aquí para ver a Martin. Hay una nota en la que pone que primero tiene que hablar con la directora. Sí. Vale. -El funcionario señaló con su lápiz-. Vaya todo recto y después de las dos primeras puertas alguien le estará esperando.
Daba la misma horrible sensación como cuando la llamaban ante la directora de la escuela, pensó Roz, esperando nerviosa en la oficina de la secretaria. Intentaba recordar si había transgredido alguna norma. No entrar nada y no sacar nada. No pasar ningún mensaje. Pero ella lo había hecho, cuando habló con Crew sobre lo del testamento. Esa rata asquerosa se debía haber chivado.
– Ya puede entrar -le dijo la secretaria a Roz.
La directora le señaló un asiento.
– Siéntese, señorita Leigh.
Roz se sentó en el cómodo sillón, esperando que no se le notase la sensación de culpabilidad que tenía.
– No esperaba verla.
– No. -La mujer estudió la cara, de Roz durante unos instantes y pareció llegar a una decisión-. No vale la pena ir con rodeos. Le hemos suspendido los privilegios a Olive y creemos que usted es la causa indirecta de esa suspensión. Según el libro de visitas usted no vino la semana pasada y me dijeron que Olive estaba muy afectada debido a eso. Tres días después destrozó su celda y la tuvieron que someter a tranquilizantes. -Se dio cuenta de la sorpresa de Roz-. Desde entonces está muy inestable, y dadas las circunstancias, no me parece buena idea dejarla entrar. Creo que es algo que debo hablar con el ministerio de Interior.
«¡Dios! ¡La pobre Olive! ¿Por qué no he tenido la delicadeza de llamar?» Roz cruzó las manos en el regazo e intentó reponerse.
– Si hizo algo tres días más tarde, ¿qué es lo que le hace pensar que fue debido a que yo no había venido? ¿Se lo dijo Olive?
– No, pero no encontramos ninguna otra explicación y no estoy dispuesta a arriesgar su seguridad.
Roz reflexionó un momento.
– Supongamos por un instante que usted tiene razón, aunque quiero dejar muy claro que no lo creo; entonces, si no me vuelvo a presentar aún se perturbará más. -Roz se inclinó hacia delante-. De cualquier manera será más sensato dejarme hablar con ella. Si realmente tiene que ver con mi ausencia, puedo calmarla y tranquilizarla. Si no tiene nada que ver, no veo ninguna razón para castigarme con retrasos del ministerio de Interior y viajes en balde, pues no soy la causante de la perturbación de Olive.
La directora sonrió ligeramente.
– Tiene usted mucha confianza en sí misma.
– No hay ninguna razón para no tenerla.
Ahora tocaba a la directora reflexionar unos instantes. Observó la cara de Roz en silencio.
– Seamos claros -dijo finalmente- sobre la clase de mujer que es Olive. -Jugaba con el lápiz sobre el escritorio-. Le dije la primera vez que vino aquí que no había ninguna prueba psiquiátrica de psicopatía. Eso era verdad. Significa que cuando Olive mató a su madre y hermana estaba completamente sana. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, comprendía las consecuencias de su acto y estaba dispuesta a seguir adelante a pesar de esas consecuencias. Añadiría más, y tiene que ver especialmente con usted, que no se la puede curar porque no hay nada que curar. Bajo circunstancias similares, infelicidad, falta de amor propio, traición, en otras palabras, cualquier cosa que pudiera desencadenar su rabia, volvería a hacer lo mismo y con la misma indiferencia por las consecuencias, o sea, dicho de manera más sencilla, después de comparar los pros y contras, Olive consideraría que valdría la pena hacerlo a pesar de las consecuencias. Y vuelvo a repetir, y es muy importante para usted, que las consecuencias son mucho menos graves para ella que hace seis años. En general a Olive le gusta su vida en la cárcel. Tiene seguridad, le tienen respeto y la gente habla con ella. Afuera, no tendría nada de todo eso. Y ella lo sabe.