Выбрать главу

– El señor puede estar seguro -afirmó Nicolás-. El pavo estaba perfectamente calibrado.

– ¿Qué nos ha preparado de entrada?

– Dios mío -dijo Nicolás-, por una vez no he innovado nada. Me he limitado a plagiar a Gouffé.

– ¡Podría haber escogido peor maestro! -observó Colin-. Y ¿qué parte de su obra va a usted a reproducir?

– Está en la página 638 de su Libro de cocina. Voy a leerle al señor el pasaje a que me refiero.

Colin se sentó en un taburete de asiento acolchado con caucho alveolado revestido de seda parafinada a tono con el color de las paredes, y Nicolás se expresó en los siguientes términos:

– «Se hace pasta de hojaldre como para una entrada. Se prepara una anguila de buen tamaño, que se cortará en rodajas de tres centímetros. Éstas se ponen en una cacerola con vino blanco, sal, pimienta, cebolla en rodajas, una ramita de perejil, tomillo, laurel y una puntita de ajo.» La puntita no he podido amarla como me habría gustado -continuó Nicolás-, la piedra está muy gastada.

– Haré que la cambien -dijo Colin.

Nicolás prosiguió:

– «Una vez cocida, la anguila se retira de la cacerola y se pone en una saltera. El caldo se pasa por la estameña, se le añade salsa española y se reduce hasta que la salsa se adhiera a la cuchara. Se pasa por el tamiz, se recubre con ella la anguila y se le da un hervor durante dos minutos. Se coloca la anguila dentro del hojaldre. Éste se rodea de un collar de champiñones vueltos hacia dentro y se le pone un ramito de lechas de carpa en el centro. Por último, se baña con la salsa que haya quedado.»

– De acuerdo -aprobó Colin-. Creo que a Chick le gustará.

– No tengo el placer de conocer al señor Chick -dijo Nicolás-, pero si no le gusta la próxima vez haré otra cosa, yeso me permitirá determinar casi con certeza el orden espacial de sus gustos y aversiones.

– ¡Hum!… -dijo Colin-. Le dejo, Nicolás. Voy a ocuparme de poner la mesa.

Atravesó el pasillo en sentido contrario y cruzó el office hasta llegar al comedor-gabinete, cuyas paredes beige rosado y alfombra azul pálido eran un descanso para la vista.

La pieza, de cuatro metros por cinco poco más o menos, daba a la avenida de Louis Armstrong a través de dos ventanas alargadas. Espejos sin azogue se deslizaban por las paredes laterales, dejando entrar los aromas de la primavera cuando ésta reinaba en el exterior. En el lado opuesto a las ventanas, una mesa de roble, suave al tacto, ocupaba uno de los rincones de la sala. Dos banquetas en ángulo recto se hallaban a dos lados de la mesa y sillas a juego, con almohadones de piel, ornaban los dos lados restantes. El mobiliario de la sala comprendía, además, un largo mueble de pequeña altura acondicionado como discoteca, un gramófono de la máxima potencia y un mueble, simétrico del anterior, que contenía los tirachinas, los platos, los vasos y demás aparejos utilizados para comer entre gentes civilizadas.

Colin escogió un mantel azul a juego con la alfombra. Colocó en medio del mantel un centro de mesa constituido por un bocal con formol en cuyo interior dos embriones de pollo parecían remedar El espectro de la rosa en la coreografía de Nijinsky. En torno, algunas ramas de mimosa en tiras: el jardinero de unos amigos la obtenía cruzando mimos a de bolas con la cinta de regaliz negro que se encuentra en los merceros al salir de la escuela. Acto seguido, tomó, uno para cada uno, dos platos de porcelana blanca adornados por rejillas de oro transparente, y unos cubiertos de acero inoxidable con mangos calados, cada uno de ellos con una mariquita disecada aislada entre dos plaquitas de plexiglás para dar buena suerte. Puso también copas de cristal y servilletas plegadas en forma de bonete de cura; esto llevaba cierto tiempo, Apenas había dado fin a estos preparativos, cuando la campanilla se separó de la pared y le anunció la llegada de Chick.

Colin desvaneció un ficticio pliegue de la servilleta y acudió a abrir.

– ¿Qué tal? ¿Cómo estás? -preguntó Chick.

– Bien, ¿y tú? -replicó Colin-. Quítate la gabardina y ven a ver lo que está haciendo Nicolás.

– ¿Tu cocinero nuevo?

– Sí -dijo Colin-. Se lo cambié a mi tía por el antiguo y un kilo de café belga.

– ¿Es bueno?

– Parece saber lo que se hace. Es discípulo de Gouffé.

– ¿El hombre de la maleta grande? -inquirió Chick aterrado, y su bigotito negro descendió trágicamente.

– Claro que no, tonto. De Jules Gouffé, el famoso cocinero.

– Bueno, sabes, es que yo… -dijo Chick-, aparte de JeanSol Partre, no leo gran cosa.

Siguió a Colin por el embaldosado pasillo, acarició a los ratones y, de paso, puso unas gotitas de sol en su encendedor.

– Nicolás -dijo Colin-, le presento a mi amigo Chick.

– Buenos días, señor -dijo Nicolás.

– Buenos días, Nicolás -dijo Chick-. ¿No tiene usted una sobrina que se llama Alise?

– Sí, señor -dijo Nicolás-. Y una linda muchacha, por cierto, si se me permite el comentario.

– Se parece mucho a usted -dijo Chick-. Aunque en lo tocante al busto, haya algunas diferencias.

– Yo soy bastante ancho -dijo Nicolás- y ella está más desarrollada en sentido perpendicular, si el señor me permite esta puntualización.

– Bueno -dijo Colin-, ya estamos casi en familia. No me había dicho usted que tenía una sobrina, Nicolás.

– Mi hermana ha seguido el mal camino, señor -dijo Nicolás-. Ha cursado estudios de filosofía. No son cosas de las que guste envanecerse en una familia orgullosa de sus tradiciones…

– Bueno… -dijo Colin-, creo que tiene usted razón. Ahora, enséñenos ya ese pastel de anguila…

– Sería peligroso abrir el horno en este momento -advirtió Nicolás-. Podría producirse una desecación consecutiva a la introducción de aire menos rico en vapor de agua que el que ahora está encerrado dentro.

– Yo -dijo Chick- preferiría llevarme la sorpresa al verlo en la mesa.

– No puedo menos que aprobar al señor -dijo Nicolás-. ¿El señor me permitiría reanudar mi labor?

– Pues claro, Nicolás, por favor.

Nicolás volvió a su trabajo, que consistía en desmoldar filetes de lenguado en áspic adornados con láminas de trufa, que habrían de servir de guarnición a los entremeses de pescado. Colín y Chick salieron de la cocina.