– ¿Quieres un aperitivo? -preguntó Colin-. Ya he terminado mi pianóctel, podrías probarlo.
– ¿Qué tal funciona? -preguntó Chick.
– A la perfección. Me ha costado ponerlo a punto, pero el resultado ha superado todas mis esperanzas. A partir de Black and Tan Fantasy he conseguido una mezcla verdaderamente prodigiosa.
– ¿En qué principio te basas? -preguntó Chick.
– A cada nota -dijo Colin – hago corresponder un alcohol, un licor o bien un aroma. El pedal corresponde al huevo batido y la sordina al hielo. Para el agua de Seltz hace falta un trino en el registro agudo. Las cantidades están en proporción directa a la duración: a la semifusa equivale un dieciseisavo de unidad, a la negra la unidad, y a la redonda cuatro unidades. Cuando se toca una canción lenta, se activa un sistema de registro para que no aumenten las medidas -lo que daría un cóctel demasiado abundante-, aunque sí el contenido de alcohol. Y además se puede, si se quiere, según la duración de la canción, hacer variar el valor de la unidad, reduciéndolo por ejemplo a una centésima parte, para obtener una bebida en la que se tengan en cuenta todas las armonías mediante una regulación lateral.
– Es bastante complicado, ¿eh? -dijo Chick.
– El conjunto funciona a base de contactos eléctricos y relés. No te doy detalles, tú entiendes de eso. Y además el piano funciona de verdad.
– ¡Fantástico! -dijo Chick.
– Sólo hay algo fastidioso -añadió Colin-, y es el pedal para el huevo batido. He tenido que poner un sistema especial de enganche, porque cuando se toca un ritmo demasiado caliente, caen trozos de tortilla en el cóctel y resulta difícil de tragar. Lo arreglaré, pero de momento basta con tener cuidado. Y el sol grave da crema fresca.
– Me voy a hacer un cóctel a base de Loveless Love -dijo Chick-. Va a ser algo tremendo.
– Está todavía en el cuarto trastero, donde me he hecho un taller -dijo Colin-, porque no he tenido tiempo de atornillar las placas de protección. Ven. Vamos a ver. Voy a ajustarlo para dos cócteles de veinte centilitros aproximadamente para empezar.
Chick se sentó al piano. Cuando terminó la pieza, una parte del panel delantero se abatió con un golpe seco y apareció una fila de vasos. Dos de ellos estaban llenos hasta el borde de una apetitosa mezcolanza..
– Tengo un cierto temor -dijo Colin-. Ha habido un momento en que has dado una nota falsa. Por suerte, estaba en la armonía.
– ¿Pero este cacharro tiene en cuenta la armonía? -dijo Chick.
– No del todo -dijo Colin-. Sería demasiado complicado. Tiene unas pocas limitaciones. Anda, bebe, y vamos a la mesa.
2
– Este pastel de anguila está exquisito -dijo Chick-. ¿Quién te dio la idea de hacerlo?
– Fue Nicolás quien tuvo la idea -dijo Colin-. Hay, mejor dicho, había una anguila que se asomaba todos los días a su lavabo por el grifo del agua fría.
– Es curioso -dijo Chick-. ¿Por qué lo hacía?
– La anguila sacaba la cabeza y se merendaba el tubo de dentífrico apretando por arriba con los dientes. Nicolás sólo usa un dentífrico americano con sabor a piña y, por lo visto, la tentó.
– ¿Y cómo la capturó? -preguntó Chick.
– Puso una piña entera en lugar del tubo. Cuando se comía la pasta de los dientes, podía engullírsela y volver a esconder la cabeza enseguida, pero con la piña entera la cosa cambia, y cuanto más tiraba, más se le hundían los dientes en la piña. Entonces Nicolás…
Colin se calló.
– ¿Qué hizo Nicolás? -dijo Chick.
– No me atrevo a decírtelo, a lo mejor te quita el apetito.
– Vamos… anda -dijo Chick-. No me queda casi nada.
– Nicolás entró en ese preciso momento y le seccionó la cabeza con una hoja de afeitar. Después abrió el grifo y salió el resto.
– ¿Yeso es todo? -dijo Chick-. Sírveme más pastel. Espero que la anguila tenga una familia numerosa dentro de la tubería.
– Nicolás ha puesto pasta de dientes de sabor a frambuesa, a ver qué pasa… -dijo Colin-. Pero dime, ¿esa Alise de que hablaste a Nicolás…?
– La tengo en cartera ahora. La conocí en una conferencia de Jean-Sol. Estábamos los dos tumbados boca abajo debajo del estrado, y así nos conocimos.
– ¿Cómo es esa chica?
– No sé decirte -añadió Chick-. Es guapa…
– Ya.
Nicolás volvía. Traía el pavo.
– Pero siéntese con nosotros, Nicolás -dijo Colin-. Al fin y al cabo, como decía Chick, usted es casi de la familia.
– Primero voy a ocuparme de los ratones, si el señor no tiene inconveniente. Ahora vuelvo, el pavo ya está trinchado… la salsa está ahí…
– Vas a ver -dijo Colin-. Es una salsa de crema de mango y de enebrina cosida dentro de lonjas de ternera tejidas. Se aprieta encima y sale en forma de filetes.
– ¡Estupendo! -dijo Chick.
– ¿No podrías darme una idea de cómo conseguiste entrar en relación con ella?… -prosiguió Colin.
– Bueno… -dijo Chick-, yo le pregunté si le gustaba JeanSol Partre, y ella me contestó que coleccionaba sus obras…
Entonces yo le dije «yo también», y cada vez que yo le decía algo ella contestaba «yo también», y viceversa… Entonces, al final, para hacer un experimento existencialista, le dije: «Te quiero mucho», y ella dijo: «¡Oh!».
– El experimento falló -dijo Colin.
– Sí -dijo Chick-. Pero de todas formas no se marchó. Entonces le dije: «Yo voy por aquí», y ella dijo: «Yo no», y añadió: «Yo voy por aquí».
– Extraordinario -dijo Colin.
– Bueno, entonces yo dije: «Yo también» -añadió Chick- Y me fui con ella a todas partes…
– ¿Y cómo terminó todo? -dijo Colin.
– ¡Bah!… -dijo Chick-. Era el momento de irse a la cama…
Colin se atragantó y se bebió medio litro de borgoña antes de recuperarse.
– Mañana voy con ella a patinar -dijo Chick-. Es domingo. ¿Te quieres venir? Vamos por la mañana porque no hay mucha gente. Me fastidia un poco -observó- porque yo patino mal, pero podremos hablar de Partre.