Выбрать главу

Poco más de un tercio de segundo había pasado desde que el circuito hubiera cobrado vida. Mientras el enorme flujo combinado de y+z se precipitaba hacia la salida, se cumplió una nueva serie de condiciones. El propio motor de crisis se encendió lanzando chispazos.

Utilizó las inestables categorías de las matemáticas de crisis, al mismo tiempo una visión persuasiva y una categorización objetiva. Su método deductivo era holístico, totalizador e inconstante.

Mientras las exudaciones del Consejo y de la Tejedora reemplazaban al flujo de Andrej, el motor de crisis recibió la misma información que los procesadores originales. Rápidamente evaluó los cálculos que estos habían realizado y examinó el nuevo flujo. En su asombrosamente compleja inteligencia tubular, una masiva anomalía se hizo evidente. Algo que las funciones estrictamente aritméticas de los otros motores nunca hubieran podido descubrir.

Las formas de los flujos de datos sometidos a análisis no correspondían exactamente con la suma de sus partes constituyentes.

Tanto y como z eran todos unificados, coherentes. Y, lo que resultaba más crucial todavía, también lo era x, la mente de Andrej, el punto de referencia para todo el modelo. Y el hecho de que fueran totalidades era capital para la forma de cada una de ellas.

Las capas de la consciencia que contenía x dependían las unas de las otras, eran mecanismos interconectados de un motor de consciencia autoalimentado. Lo que aritméticamente podía discernirse como racionalismo más sueños era en realidad un todo, cuyas partes constitutivas no podían ser separadas.

Ni y ni z eran la mitad de un modelo de x. Eran cualitativamente diferentes.

El motor aplicó una rigurosa lógica de crisis a la operación original. Un comando matemático había creado la analogía aritmética perfecta de un código fuente obtenido a partir de material dispar, y esa analogía era al mismo tiempo idéntica y radicalmente divergente del original al que imitaba.

Tres quintas partes de segundo después de que el circuito hubiera cobrado vida, el motor de crisis llegó a dos conclusiones simultáneas: x era igual a y+z y x era distinto a y+z.

La operación llevada a cabo resultaba profundamente inestable. Era paradójica, imposible de sostener y en ella se derrumbaba la aplicación de la lógica.

El proceso estaba, desde los primeros principios absolutos del análisis, desde la elaboración de modelos y desde la conversión, profundamente preñado de crisis.

Una fuente masiva de energía de crisis fue descubierta al instante. El hallazgo de la crisis la liberó para que pudiera ser aprovechada: los pistones metafísicos se alargaron y convulsionaron y enviaron destellos controlados de la volátil energía a través de los amplificadores y los transformadores. Los circuitos subsidiarios se agitaron y trepidaron. El motor de crisis empezó a dar vueltas como una dinamo, chisporroteando de energía y despidiendo complejas cargas de cuasivoltaje.

El comando definitivo atravesó en forma binaria las entrañas del motor de crisis. Canalizar energía, decía, y amplificar la salida.

Justo menos de un segundo después de que la potencia hubiera recorrido los cables y los mecanismos, el flujo imposible y paradójico de las consciencias reunidas, el flujo combinado de Tejedora y Consejo, se concentró e irrumpió masivamente por el casco comunicador de Andrej.

Sus propias emanaciones, desviadas, discurrían por un bucle retroalimentador de referencia, siendo constantemente comparadas al flujo de y+z por los motores analógicos y el de crisis. Privadas de una salida, empezaron a sufrir escapes, pequeños y peculiares arcos de plasma taumatúrgico. Goteaban invisibles sobre el rostro contorsionado de Andrej, mezclándose con el chorro continuo de la emisión Tejedora/ Consejo.

La mayor parte de la inmensa e inestable consciencia creada brotaba de las pestañas del casco en enormes goterones. Una columna creciente de ondas mentales y partículas ardía sobre la estación y se elevaba hacia el cielo. Era invisible, pero Isaac y Derkhan y Yagharek podían sentirla, un hormigueo en la piel, un sexto y un séptimo sentidos que despedían un zumbido sordo como una tinnitus psíquica.

Andrej se retorcía y se convulsionaba con la potencia del proceso que lo estaba recorriendo. Su boca se movía. Derkhan apartó la mirada, llena de repugnancia culpable.

La Tejedora danzaba adelante y atrás sobre los estiletes de sus pies mientras emitía suaves gemidos y tamborileaba sobre su casco.

—Cebo… —exclamó Yagharek con dureza, y se apartó del flujo de energía.

—Apenas acaba de empezar —gritó Isaac sobre el estruendo de la lluvia.

El motor de crisis zumbaba y se estaba calentando, mientras absorbía recursos enormes y cada vez mayores. Enviaba oleadas de corriente transformadora a través de los cables aislantes en dirección a Andrej, que se agitaba y se zarandeaba presa del terror y de la agonía.

El motor drenaba la energía de la inestable situación y la canalizaba, obedeciendo sus instrucciones, derramándola en una forma transmutadora sobre el flujo Tejedora/Consejo. Alimentándolo. Incrementando su intensidad, su alcance y su potencia. Y volviendo a incrementarla.

Comenzó un bucle de retroalimentación. El flujo artificial se hacía más fuerte; y como una enorme torre fortificada sobre unos cimientos inestables, el incremento de su masa lo hacía más precario. Su ontología paradójica se volvía más frágil conforme aumentaba la potencia del flujo. La crisis se agudizaba. La potencia transformadora del motor aumentaba exponencialmente; alimentaba el flujo mental; la crisis volvía a intensificarse…

El hormigueo de la piel de Isaac empeoró. Una nota parecía estar sonando en su cráneo, un pitido que incrementaba su agudeza como si algo muy cercano estuviera dando vueltas y más vueltas, fuera de control.

Se encogió.

…BUENA PENA Y GRACIA FUENTE QUE SE DERRAMA COBRA MENTE PERO MENTE ES NO MENTE… continuaba murmurando la TEJEDORA… UNO Y UNO EN UNO NO SERVIRÁ PERO ESTO ES UNO Y DOS A LA VEZ GANAREMOS CÓMO GANAREMOS QUÉ HERMOSO…

Mientras Andrej se estremecía como la víctima de una tortura bajo la siniestra lluvia, la potencia que recorría su cabeza y se vertía al cielo ganaba en intensidad y se incrementaba a un ritmo terrorífico, geométrico. Era un proceso invisible pero podía sentirse: Isaac, Derkhan y Yagharek se apartaron de la convulsa figura tanto como se lo permitía el pequeño espacio. Sus poros se abrían y se cerraban, su pelo o sus plumas se erizaban violentamente por toda su piel.

Y mientras tanto, el bucle de crisis continuó y la emanación se incrementó, hasta que casi resultó visible, un brillante pilar de éter perturbado de setenta metros de altura, que hacía que la luz de las estrellas y la de los aeróstatos se combara de forma imprecisa a su alrededor mientras se erguía como un invisible infierno sobre la ciudad.

Isaac se sentía como si sus encías se estuviesen pudriendo, como si sus dientes estuviesen tratando de escapar de sus mandíbulas.

La Tejedora continuaba danzando, extasiada.

Un enorme faro ardía en el éter. Una enorme columna de energía, rápidamente creciente, una consciencia fingida, el mapa de una mente falsificada que se hinchaba y engordaba en una terrible curva de aumento, imposible y vasta en aquel lugar, el portento de un dios inexistente.