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Observó a la polilla directamente, olvidando los espejos que había frente a sus ojos. La cosa no tenía tiempo para él. Lo ignoró.

Se quedó helado un instante, sumido en un terror de recuerdos.

La polilla asesina pasó volando a su lado y levantó una gran ráfaga de viento que hizo aletear sus cabellos y su abrigo.

La embriagada criatura de innúmeros miembros se precipitó hacia delante, desenrolló su enorme lengua, escupió y castañeteó de hambre obscena. Cayó sobre Andrej como un espíritu de pesadilla, se aferró a él y trató desesperadamente de beber.

Mientras su lengua se deslizaba con rapidez por todos los orificios del anciano, cubriéndolo con una espesa saliva cítrica, otra polilla se escoró en el aire, chocó contra la primera y luchó con ella por la posición sobre el cuerpo de Andrej.

El anciano se sacudía nerviosamente mientras sus músculos trataban de encontrarle sentido a la oleada de estímulos absurdos que los envolvían. El torrente de las ondas mentales de Tejedora/Consejo se derramaba en su cráneo y brotaba de él.

El motor que yacía sobre la plataforma traqueteó. Se estaba calentando peligrosamente mientras sus pistones luchaban por retener el control de la enorme oleada de energía de crisis. La lluvia se evaporaba en cuanto lo tocaba.

Mientras la polilla se acercaba para aterrizar, la pugna por alimentarse en la boca de la fuente, en la seudomente que brotaba del cráneo de Andrej, continuaba. En un movimiento irritado y convulso, la primera polilla apartó de un golpe a la otra un par de metros y, desde donde había caído, esta lamió ansiosamente la parte trasera de la cabeza de Andrej.

La primera polilla introdujo su lengua en la boca babeante del anciano y luego la sacó con un repulsivo plop para buscar otra entrada. Por fin encontró la pequeña salida en el casco, desde la cual brotaba la riada de energía, cada vez más intensa. Deslizó la lengua por la entrada y alrededor de las esquinas dimensionales, entrando y saliendo del éter, haciendo rodar el sinuoso órgano alrededor de los múltiples planos del fluido.

Chilló de placer.

Su cráneo vibraba en su carne. Goterones de intensas ondas mentales artificiales chorreaban por su garganta y goteaban invisibles por las comisuras de su boca, un chorro ardiente de dulces e intensas calorías-pensamiento que se derramaba y se derramaba en su vientre, más poderoso, más concentrado que su alimento cotidiano en un factor vasto y cada vez mayor, un torrente de energía incontrolable que se extendió por su esófago y llenó su estómago en cuestión de segundos.

La polilla no podía soltarse. Se quedó allí, atracándose, paralizada. Podía sentir la inminencia de un peligro pero no le importaba, no podía pensar en nada que no fuera el embriagador y hechizante flujo de alimento que la inmovilizaba, que la enfocaba. Estaba atrapada allí con la intensidad imbécil de un insecto nocturno que se arroja una vez tras otra contra un cristal agrietado, tratando de encontrar un camino hasta la llama letal.

La polilla asesina se inmolaba a sí misma, inmersa en un torrente incontenible de poder.

Su estómago se hinchó y la quitina se quebró. El masivo fluir de emanaciones mentales la abrumaba. La enorme e inconcebible criatura se convulsionó una vez; su vientre y su cráneo estallaron con sonidos húmedos y explosivos.

Instantáneamente se desplomó hacia atrás y murió en dos rociadas de icor y piel desgarrada, mientras de sus masivas heridas manaban entrañas y pedazos de cerebro empapados con licor mental no digerido, imposible de digerir.

Se desparramó, muerta, sobre la forma insensible de Andrej, sacudida por movimientos espasmódicos, goteante, rota.

Isaac bramó de deleite, un enorme grito de asombrado triunfo. Andrej fue olvidado por un instante.

— ¡Sí! —exclamó Derkhan exultante, y Yagharek emitió el ululante chillido sin palabras de un cazador que se ha cobrado su presa. Debajo de ellos, los milicianos se detuvieron. No podían ver lo que había ocurrido, pero los repentinos gritos de triunfo les habían alarmado.

La segunda polilla estaba trepando sobre el cuerpo de su hermana muerta, lamiendo y chupando. El motor de crisis seguía sonando; Andrej todavía se arrastraba, agonizante, bajo la lluvia, ajeno a lo que estaba ocurriendo. La polilla asesina arañaba el aire en busca del continuo flujo.

La tercera polilla llegó, rociando agua de lluvia en todas direcciones con el furioso batir de sus alas. Se detuvo durante una fracción de segundo, mientras saboreaba en el aire la muerte de la otra polilla, pero el tufo de aquellas asombrosas ondas Tejedora/Consejo resultaba irresistible. Se arrastró sobre los pegajosos y resbaladizos intestinos de la polilla caída.

Su hermana fue más rápida. Encontró la tubería de salida del casco, hundió la boca en el embudo y ancló su lengua al tubo como una especie de vampírico cordón umbilical.

Tragó y chupó, hambrienta y excitada, borracha, devorada por el deseo.

Estaba presa. No pudo resistirse cuando la potencia del alimento empezó a abrir un agujero en las paredes de su estómago. Gimió y vomitó, mientras los glóbulos metadimensionales de patrones cerebrales volvían a ascender por su esófago y se encontraban con el torrente que seguía succionando como si fuera néctar, convergían en su garganta y la ahogaban, hasta que la suave piel de su cuello se distendió y desgarró.

Empezó a sangrar y a morir por la descuartizada traqueotomía, sin dejar de beber del casco y acelerando así su propia muerte. La marejada de energía era demasiado intensa: destruyó a la polilla tan deprisa como su propia sangre sin adulterar hubiera hecho con un humano. La mente de la criatura ardió por completo, como una gran ampolla de sangre.

Cayó de espaldas y su lengua se retrajo perezosamente como un elástico viejo.

Isaac volvió a rugir mientras la tercera polilla apartaba el cadáver convulso de su hermana y se alimentaba.

Los soldados estaban llegando al último de los tejados que precedía a la plataforma. Yagharek se movió en una danza letal. Su látigo cortó el aire; varios oficiales se tambalearon y retrocedieron, desaparecieron de la vista, buscaron cautelosamente el refugio de las chimeneas.

Derkhan volvió a disparar, esta vez a la cara de un soldado que acababa de aparecer frente a ella, pero la carga principal de pólvora de la cazoleta de su pistola no prendió como era debido. Soltó una imprecación y alejó de sí la pistola todo cuanto le permitía la longitud de su brazo, tratando al mismo tiempo de seguir apuntando al oficial. Este avanzó y entonces la pólvora estalló por fin y lanzó una bala sobre su cabeza. Se agachó y uno de sus pies resbaló en la superficie húmeda del tejado.

Isaac apuntó su arma, disparó mientras el hombre trataba de recuperar el equilibrio y le metió una bala en la parte posterior de la cabeza. El oficial dio una sacudida y su cabeza chocó contra el suelo. Isaac alargó el brazo hacia su cuerno de pólvora y entonces retrocedió. No tenía tiempo para recargar, advirtió. Los últimos supervivientes se abalanzaban sobre él. Habían estado esperando a que disparara.

— ¡Retrocede, Dee! —gritó, y se apartó del borde.

Yagharek derribó a un hombre con un latigazo en las piernas, pero la llegada de los oficiales lo obligó a retroceder. Los tres se retiraron del borde de la cornisa y miraron desesperadamente a su alrededor en busca de armas.

Isaac tropezó sobre la pata segmentada de una polilla muerta. Detrás de él, la tercera polilla estaba emitiendo pequeños chillidos de placer mientras bebía. Se fundieron en un solo aullido, un prolongado sonido animal de deleite o miseria.