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En su mayor parte, la Norway estaba intacta. Graff seguía nominalmente al timón, pero lo había cedido un momento a Terschad, del turno de noche, para comprobar los datos telemétricos, el rostro empapado en sudor, reconcentrado. El sincronizador había devuelto la gravedad al nivel normal cuando la nave no estaba en actitud de combate, y el peso se había hecho definida y cómodamente estable.

Signy estaba en pie, escuchando los informes del radar de largo alcance y probando sus reflejos. Observó que su firmeza era bastante satisfactoria y miró a su alrededor. Algunos técnicos la miraron furtivamente y volvieron enseguida a su trabajo. Ella se aclaró la garganta y oprimió el botón para dirigirse a toda la nave.

—Aquí Mallory. Parece que la Australia también ha decidido abandonar la caza de momento. Van a volver todos a la base para ayudar a Mazian. Destruirán Pell. Ese era su plan. Y luego se dirigirán a la estación Sol y a la Tierra. Sí, ése era su plan. Llevarán la guerra hasta allí, pero sin mí. Así están las cosas. Tenéis que elegir. Si aceptáis mis órdenes, seguiremos nuestro camino, volviendo a hacer lo que siempre hemos hecho. Si queréis seguir a Mazian, estoy segura de que bastará que me entreguéis para que os acepte de nuevo en su seno con todos los honores. En estos momentos no hay nadie a quien desee poner las manos encima. Si un número suficiente de vosotros lo desea, podéis tratar con Mazian. Pero yo no lo haré. Sólo yo dirigiré la Norway mientras esté en condiciones de hacerlo, por mínimas que sean.

Un murmullo respondió a través del comunicador. Todos los canales estaban abiertos. El murmullo fue haciéndose inteligible, cobró ritmo… Signy… Sig-ny… Sig-ny… Se extendió al puente: ¡Sig-ny! Los tripulantes se levantaron de sus asientos. Ella miró a su alrededor, la mandíbula apretada, decidida a mantener su calma.

—¡Sentaos! —les gritó—. ¿Creéis que esto es una fiesta?

Estaban en peligro. La maniobra de la Australia podía haber sido de diversión. Ahora se movían a demasiada rapidez para que los datos del radar resultaran fiables, y las posiciones de la Atlantic y la Pacific eran meras conjeturas: cualquier cosa podía resultar de las nebulosas proyecciones que el ordenador trazaba en la pantalla del radar de largo alcance, y había naves auxiliares sueltas.

—Preparación para el salto —ordenó—. Nivel de profundidad 58. Vamos a mantenernos algún tiempo fuera del camino.

Sus propias naves auxiliares continuaban en Pell. Con un poco de suerte podrían mantenerse bastante tiempo fuera del alcance de Mazian, pues éste estaba demasiado ocupado para preocuparse de ellos. Si tenían buen juicio se mantendrían lejos, confiando en ella, creyendo en ella, en que volvería a buscarles si podía. Quería hacerlo, tenía que hacerlo. Necesitaban desesperadamente las naves auxiliares protectoras. Con sólo que tuvieran un poco de sensatez, las naves auxiliares se habrían dispersado por el lugar más alejado a la estación según sus respectivas posiciones, al darse cuenta de que la Norway había huido. Nunca había abandonado a su gente, y Mazian lo sabía.

Dejó de pensar en ello y oprimió el botón para comunicarse con el médico.

—¿Cómo está Di?

—Di está bien —le respondió Janz en persona—. Déjame subir.

—Ni lo sueñes. —Cerró la comunicación y llamó al puesto de guardia—. ¿Nuestros prisioneros se han roto algún hueso con todo este jaleo?

—Están enteros.

—Súbanlos aquí.

Signy se acomodó en su sillón, se echó atrás y pensó en el desarrollo de los acontecimientos, cartografió mentalmente su posición fuera del plano del sistema de Pell, mientras avanzaban para proceder con seguridad al salto, a la mitad de la velocidad de la luz. Recibió el informe del control de daños, un compartimiento se había vaciado, una pequeña porción de las entrañas de la Norway se había derramado en el frío exterior, pero no era una sección personal… nada grave, nada que dificultara la capacidad para el salto. Ni muertos ni heridos. Signy respiró con más calma.

Era el momento de salir. Durante cerca de una hora las señales de lo que estaba sucediendo en Pell se habían dirigido a naves que podrían recogerlas, y al final la Unión acabaría por captarlas. La región iba a ser muy peligrosa para cualquier nave.

Una luz se encendió en su tablero. Signy giró en su asiento y miró a los prisioneros que habían aparecido en la puerta, con las manos atadas a la espalda, una precaución razonable en los estrechos pasillos del puente. Nadie había entrado nunca en el puente de la Norway, ningún extraño… hasta que aquellos lo hicieron. Casos especiales… Josh Talley y Konstantin.

—Suspensión temporal de la ejecución —les dijo—. Me pareció que los dos querrían saberlo.

Quizá no la entendían. Las miradas de ambos hombres estaban llenas de recelos.

—Hemos abandonado la Flota y nos encaminamos a la Profundidad. Va usted a vivir, Konstantin.

—No para disponer de mi propia vida. Ella rió quedamente.

—No, claro. Pero ya ve, por lo menos se beneficia de lo ocurrido.

—¿Qué le ha ocurrido a Pell?

—Sus altavoces lo han difundido, ya me han oído. £50 es lo que le sucede a Pell, y ahora la Unión tiene una alternativa, ¿no es cierto? Salvar a Pell o lanzarse en persecución de Mazian. Y nosotros nos apartamos de allí para no enredar más las cosas.

—Ayúdeles —dijo Konstantin—. Por el amor de Dios, espere. Espere y ayúdeles.

Ella rió por segunda vez y luego dirigió una mirada sombría al ansioso rostro de Damon.

—¿Qué podríamos hacer, Konstantin? La Norway no puede aceptar refugiados. ¿Dejarle a usted libre? No bajo las narices de Mazian o de la Unión. Nos harían polvo enseguida…

Pero podría hacerse… cuando regresaran en busca de sus naves auxiliares, cuando pasaran por Pell…

Josh se acercó a ella tanto como se lo permitieron los guardianes. El joven se agitó para librarse de sus manos y la capitanía hizo un gesto para que le soltaran.

—Hay otra posibilidad, Mallory. Ir allí. Hay una nave, ¿me oye? Se llama Hammer. Usted podría conseguir acceso, podría detener esto… y obtener una amnistía.

Konstantin percibió algo raro. Miró inquieto a Josh y luego a ella.

—¿Lo sabe él? —preguntó Josh.

—No. Escúcheme, Mallory. Piense a donde va esto ahora, a qué distancia y durante cuanto tiempo.

—Graff, Graff —dijo lentamente—. Vamos a regresar en busca de nuestras naves auxiliares. Mantennos preparados para el salto. Cuando Mazian despeje el sistema, entraremos transversalmente, y tal vez enviaremos a este Konstantin, para que pueda tener una alternativa con la Unión. Un carguero podría recogerle.

Konstantin tragó saliva y se mordió el labio.

—Sabe que su amigo es de la Unión —le dijo—. No es que lo haya sido, sino que sigue siéndolo. Un agente de la Unión, perteneciente a servicios especiales. Probablemente sabe mucho que podríamos utilizar en nuestra situación. Los lugares a evitar, los puntos de gravedad nula que conocen los contrarios…

—Mallory —suplicó Josh. Ella cerró los ojos.

—Graff, empiezo a comprender a este unionista. ¿Estoy borracha o se hace comprender?

—Nos matarán —dijo Graff.

—También lo hará Mazian. Desde aquí irán a Sol, a un lugar donde Mazian pueda reunir fuerzas. Ya no constituyen una flota. Están buscando botines, cosas que les permitan seguir adelante. Igual que nosotros. Y conocen los mismos puntos de gravedad nula que nosotros. Eso es incómodo, Graff.