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Se puso de pie.

– Venecia es un teatro, Yashim. Tú encajas bien con ella, también, con tu barba y tus cejas. No es extraño que el camarero no te mirara. Al terminar el día, probablemente te meterás en una caja etiquetada como «Personajes del Café». Yo ya he tenido bastante.

Yashim no se había movido.

Palieski lo miró fijamente durante unos instantes. Agarró la silla y se sentó. Se sostuvo la cabeza entre las manos. Dijo una palabra en polaco que Yashim no entendió.

– Sigue, Yash -dijo finalmente-. ¿Qué te hace pensar que el Bellini es una falsificación?

Capítulo 67

El sargento Vosper no sólo era un hombre metódico y lento. El aspecto del trabajo policial que más le gustaba era permanecer en un dintel, al otro lado de la calle, esperando a que un sospechoso apareciera.

En la Procuratie tenía que soportar las interminables conferencias del Stadtmeister, y a hombres como Brunelli, que se burlaban de él. Cuando Brunelli se reía, él nunca sabía si mostrar agrado o sentirse ofendido. Ahora Brunelli iría por su cabeza.

Esperar a Brett no era, considerándolo bien, una mala manera de pasar la tarde.

Llegó a las seis menos cuarto, según el reloj de Vosper. Era un feo individuo que se presentó ante la puerta principal del palazzo, la empujó y entró. Vosper lo siguió.

– ¿Signor Brett? -gritó, cuando oyó los pasos del hombre en la escalera de piedra sobre su cabeza.

El hombre de detuvo.

– ¿Quién es?

Vosper sacó la cabeza por encima de la barandilla y miró hacia arriba.

– Policía.

– ¿Qué está usted buscando?

La regla de Vosper era no responder jamás directamente a una pregunta.

– ¿Es usted el signor Brett?

Sobre su cabeza oyó una voz que murmuraba para sí.

– ¿Brett? -gritó-. Por favor… ¿es ésta la Ca' d'Aspi?

– Es la Casa Manin. D'Aspi es la puerta de al lado.

El tipo feo bajó por las escaleras, riendo entre dientes con pesar.

– Casa esto, casa aquello. Deberían darnos números de calle en el siglo diecinueve.

Vosper asintió. Era una buena idea. Los números ayudarían al trabajo policial.

– Estoy esperando al signor Brett.

– Jamás he oído ese nombre -dijo Alfredo-. Tengo que ir a la Ca' d'Aspi. ¿La puerta de al lado, dijo usted?

– Así es. -El hombre se había perdido. No era americano, para nada-. Gire a la izquierda, y luego la primera a la izquierda.

– Gracias, commissario. -Mientras pasaba, el tipo feo se dio la vuelta y bajó la voz-. ¿Y qué ha hecho ese Brett?

– No estoy en libertad de revelarlo, me temo, señor. -Lo cual, bien mirado, era una vergüenza. Vosper obtenía muy poca gloria de su trabajo, y aquí había un hombre que no parecía echárselo en cara. Se inclinó un poco-. Podría tratarse de una acusación que merece la horca.

El tipo feo hizo una mueca.

– ¿Asesinato?

Vosper apretó los labios.

– De eso se trata, por decirlo en una palabra, señor. Entre nosotros.

Alfredo agachó la cabeza en un gesto admirativo.

– Buena suerte, commissario.

– Y buena suerte a usted, también, señor. Es a la izquierda, y luego otra vez a la izquierda.

Capítulo 68

En el café, Yashim estaba empezando a explicarse.

– Tu amiga Maria.

Palieski levantó la cabeza.

– ¿Cómo es que conoces a Maria?

– Tu Alfredo… un hombre gordo y feo.

Palieski se retorció en su silla.

– Eso no lo convierte en un ladrón.

– No. Pero estaba al mando cuando sus dos secuaces registraron tu apartamento. Él los envió. Ellos se llevaron a Maria.

– ¿Maria? ¿Qué le ha pasado?

Yashim se lo contó.

– La tenían en el Fondaco dei Turchi. En el viejo hammam.

– ¿Tú la encontraste?

– Finalmente.

– ¿Y ella está…?

– Oh, está bien. Podrás verla dentro de un momento.

– Pero ¿qué querían de ella?

– Querían saber dónde estabas tú. -La mirada de Yashim buscó el rostro de Palieski-. ¿Era buena tu tapadera?

Palieski se mordió el labio.

– No creo que bajara la guardia y me delatara, Yashim. Y era bastante buena… la tapadera del coleccionista norteamericano. ¿Por qué no? Aparte de aquel encuentro con Compston y sus compadres, nadie podía poner en duda al signor Brett.

– ¿Brunelli?

– No, no lo creo.

Yashim lo miró, pensativo.

– Alguien lo imaginó. Ahora no importa. Tu Alfredo estaba sólo atento a todos los detalles.

– Yo vi el cuadro, Yashim -protestó Palieski-. El sultán…

– ¿Y lo miraste durante cuánto tiempo? ¿Unos segundos?

Palieski se movió incómodamente en su asiento.

– No mucho, lo admito. Pero aun así, el hermano…

– Justamente. Fue el comportamiento del hermano lo que te hizo creer en el cuadro.

Palieski levantó un par de dedos. El camarero asintió. Recordó aquella noche en el cobertizo, y la extraña conversación entre Alfredo y Mario.

Y Alfredo había alzado la voz… «¡Mirad, el Bellini!» Podía haber sido la señal.

Se cubrió el rostro con las manos.

– No lo sé, Yashim. Es todo teatro… Resulta imposible distinguir lo real de lo falso.

– Lo que pasó aquella noche fue teatro, desde luego… La oscuridad, el arma, la pelea para escapar. Incluso te hicieron nadar.

«No le hablaré de mi visita al palazzo por la mañana -pensó Palieski-. Ahí es cuando debería haberme dado cuenta.»

Algo le cruzó por la cabeza; algo más que había ocurrido en la mañana. Pero era vago; y Yashim estaba hablando.

Palieski apartó la idea de su mente.

Por lo cual otro hombre moriría.

– ¿De manera que ahora, Yashim, tenemos que empezar de nuevo?

Yashim miró fijamente a los ojos de Palieski.

– Empezar de nuevo… Sí, en cierto sentido. Pero no de cero. Necesito averiguar todo lo que sabes.

Palieski se sobresaltó.

– Por favor, Yashim. Me pones nervioso. Te contaré todo lo que pueda.

– Bien, pero aquí no. Necesitamos llevarte a algún lugar seguro, lejos de la policía… y de la gente de Alfredo. Precisamente conozco ese lugar. Vamos.

Capítulo 69

A Nico le gusta pintar con los pinceles y los tubitos de color en el estudio del señor Popi hay buena luz los pinceles son bastante buenos. Si exprimes el color del tubito sobre la tabla, y no lo usas, se secará como una caca de perro que el señor Popi pisó.

El señor Popi está enfadado le dará a Nico dos botellas de coñac. El coñac sabe bien hace toser a Nico. El coñac le da a Nico una sensación buena, cálida, uno dos es mejor dura más y el señor Popi no puede venir y ver a Nico cuando Nico tiene grrrrrrrr.

El señor Popi está escribiendo está enfadado y escribiendo.

Eso es bueno está ocupado y no hace daño a Nico ahora escuece quema Nico no puede comer.

El sombrero está mal Nico lo pintó como un sombrero que vio pero Canaletto no vio este sombrero no hay ninguno en todos sus cuadros. El señor Popi lo vio Nico no pensaba que pudiera pero lo vio el señor Popi es listo sabe lo que Nico está pensando quizás grrrrrr Canaletto es listo. Hace que el señor Popi sea generoso dos botellas. Nico debe ser listo como Canaletto, el señor Popi es generoso tres veces y padre fue generoso tres siete cinco diecinueve diecinueve veces ¿dónde está?