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En medio de este frenesí el nombre de Mathieu había figurado varias veces, por lo que estuvo obligado a presentar una declaración en la que decía que, ciertamente, todo no era nada más que una metáfora y, por lo tanto, se la podía descartar como pura literatura. Luego entró en otro escape de alcoholismo. May tuvo que cuidarlo después que resurgió del bienaventurado estado de ausencia, mientras yacía en la cama escuchando lo que Marc llamaba "el escape cultural de la exhalación": es decir discos de Mozart, y de Robert Arley leyendo poemas de William Blake. Después retornó a su trabajo, pero los problemas se sumaban. El Círculo Erasmo, en el afán por concretar los descubrimientos teóricos, antes de haber alcanzado un completo control técnico, se había apresurado demasiado. Tratándose de esta clase de elemento, era inevitable una cierta cantidad de contaminación, aunque los efectos secundarios seguían siendo angustiosos para los nervios. En el laboratorio siempre escuchaban música y experimentaban delirios artísticos. Una mañana, al entrar en el taller de trabajo, Mathieu se encontró de pronto cara a cara con la Madonna de Bellini, que debía estar en la Academia de Venecia. Las alucinaciones aumentaban con el exceso de trabajo, lo mismo que el cansancio que provenía del estímulo intelectual. En el laboratorio se producían sesiones a horas avanzadas, cuando, de pronto, el pizarrón resplandecía con los frescos del Giotto. Valenti se quejaba de que lo perseguían varias resurrecciones, salpicaduras de color, música, visiones de Florencia y de Venecia. Los efectos secundarios no tenían nada que ver con la calidad de la exhalación envasada, es decir, con los antecedentes culturales del donante. Parecía haber algún lazo, un elemento básico de identidad, entre la más humilde exhalación -la de un obrero senegalés analfabeto- y la de las máximas expresiones del arte y la cultura. Producía el efecto de que tendía hacia una unidad esencial, no sin cierto parecido con el subconsciente colectivo de Jung, como si cada unidad individual tuviese su origen en la totalidad de los océanos. El aspecto más peligroso del trabajo era la imposibilidad de medir la exhalación, de poder traducir su potencial exactamente en términos de fuerza, o de descomponerla en subunidades, para poder aplicarla a mínimas necesidades específicas.

Del trabajo Mathieu regresaba a su casa exhausto y abatido. May detestaba verlo frustrado sentado del otro lado de la mesa, ausente, masticando la comida. Había oído decir que los grandes jugadores de ajedrez, como Bobby Fischer, nunca se detenían a analizar nuevas posibilidades y combinaciones, prosiguiendo en cambio mentalmente una partida interminable. Obsesionado por problemas insolubles, Mathieu vivía en trance perpetuo, acosado, poseído, completamente alejado de la realidad. La compulsión era absoluta y tiránica, y no le dejaba ninguna tregua. Bajo la hirsuta cabellera que le caía sobre la frente, los ojos brillaban con la altiva luz de todos los fanáticos religiosos y revolucionarios. El parecido con Gauguin era notable. Igual estructura ósea el mentón, la boca, la nariz, la cualidad aventurera de la temeridad eran las mismas que las que figuraban en los autorretratos de Gauguin. Era la cara del eterno investigador y explorador, torturado por lo desconocido. Una vez, le había dicho: Cuando tratas con lo desconocido, es siempre lo desconocido quien está a cargo.

– Marc querido, honestamente, todo lo que pretendo es que me ames. Por supuesto, siempre que no traigas contigo a casa los horrorosos aparatos que sufren…

– ¿Cuáles aparatos que sufren? El único que sufre soy yo. Ni siquiera existen. Son física pura.

– Tienen pérdidas; lo sabes. Transpiran.

– Transpiran, sí. ¿Y qué? Malditos hidrópicos. Los envases aún no son completamente seguros. Estamos perdiendo un poco de energía. Se escapa. Resolveremos el problema.

– Vamos, Marc, como una variante, ¿porqué no fabricas algo simpático?

Marc gimió y cerró los ojos.

– ¿Algo simpático? ¡Es lo que se dijo sobre Gauguin, sobre Van Gogh, sobre los cubistas y los surrealistas! ¡Simpático! La ciencia se ha lanzado a descubrir de qué se trata lo que llaman universo, la fuerza de la vida, Dios, lo desconocido, el enigma… ¡Simpático, tu parles!

A pesar de todas las precauciones que tomaban respecto de la exhalación, hubo varios accidentes. Uno, muy difundido por la prensa, fue el caso de lo que se llamó "el muerto que resucitó con una canción". Este individuo era un dentista italiano, un amigo de Chávez, había sufrido un serio accidente de auto. Fueron a visitarlo al hospital, a llevarle flores y, además, el exhalador, portas dudas. Cuando el hombre murió se produjo una inversión temporaria de la dirección de la exhalación en fuga, debida a un error en el campo de la antigravitación, lo que llamaban el fenómeno de la "restitución secreta", o de la "antitracción". La exhalación quedó fuera de control, se "rebobinó" y regresó a su fuente mediante una fuerza considerable y un esfuerzo típicamente "inculto". El resultado fue que el dentista de pronto se sentó, abrió los ojos y se puso a cantar, con voz bastante agradable y aterciopelada, el aria de Don Giovanni, antes de retornar nuevamente a su descanso. Había aún mucho por hacer.

A la mañana siguiente, mientras terminaba el desayuno en la cocina, sonó el teléfono en la sala y fue a atenderlo.

– ¿El profesor Mathieu?

– Sí.

– Mi nombre es Starr, el coronel Starr, del Ejército de los Estados Unidos.

– ¿Qué cantidad? -preguntó Mathieu.

– ¿Cómo dice?

– ¿Qué cantidad está dispuesto a pagar por el nuevo invento en el que estamos trabajando? Porque los rusos me han hecho una oferta muy interesante.

Starr se rió.

– Considero que usted probablemente no nos lo dará a cambio de nada, ya que así lo hizo la última vez…

– ¿Qué es lo que quiere, entonces?

– Le seré franco. Hace un tiempo que estoy a cargo de su… de, digamos, su seguridad. Por supuesto, no directamente, pero…

– Ya veo. ¿Entonces?

– Entonces no le sorprenderá oír que después de "pensar" en Mathieu noche y día, hasta el punto de sentir náuseas…

A Mathieu le estaba empezando a gustar el individuo.

– Gracias.

– …me gustaría conocer a la bestia casi mitológica, particularmente porque he sido relevado de mis funciones aquí, gracias a Dios, y regreso a los Estados Unidos esta noche.

– Bien, venga al cuartel general a comer conmigo una media luna.

– ¿Cuartel general?

– Al cuartel general de los espías, justo enfrente de mi casa. Au Bon Tabac.

– Vaya, es gracioso -confesó Starr-. Es el lugar exacto donde estoy ahora.

Mathieu rió.

15

El café Au Bon Tabac estaba lleno de prostitutas. Las muchachas empezaban a caminar por la calle Forgeot desde las once de la mañana. Mathieu se acercó al mostrador para que Rene le entregara el atado diario de cigarrillos.