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Mathieu lo miró, y luego otra vez al icono.

– ¿Dónde me he equivocado? ¿Demasiado oro? Bueno, tiene que irradiar luz, sabe. ¿Cómo pintaría usted un halo?

– ¿Quiere hacer el favor de dejar de odiarnos por unos segundos, profesor? -le encareció Starr suavemente-. Todos somos una porquería. Usted ha estado trabajando en la porquería durante años. Lo que pasa es que no puede terminarla sin ponerle final a las otras cualidades de la exhalación, si se puede decir así. Usted termina con la porquería, y ya no habrá más belleza, profesor. No más halos dorados. Tenemos un pequeño artefacto nuclear y si algún albanés nervioso aprieta el gatillo…

– ¡Profesor Mathieu, usted se ha equivocado! -seguía gritando Kaplan.

– ¿Quién? ¿Yo? Ninguna equivocación.

– La desintegración de la exhalación provocará una reacción en cadena…

Mathieu lo miró.

– ¿Usted hizo todo el trayecto hasta aquí para repetirme las palabras de Jesucristo?

– Una reacción en cadena, profesor. Una total desintegración espiritual…

– San Mateo -agregó de pronto May.

– ¿QUÉ? -vociferó Kaplan.

– Está repitiendo palabras de San Mateo -le dijo May con simpatía.

Starr se rió. Fue una risa falsa, un horrible gruñido, y se quedó en silencio.

– Mathieu -tronó Kaplap, los pelos erizados que brillaban mediante una exhalación estática-. Mathieu, no quedará nada de lo que hace que el ser humano sea un ser humano…

Mathieu pareció escandalizado. Estaba limpiando su pincel y lo dejó.

– Escuchen, idiotas brillantes, ¿cuánto creen ustedes que queda de lo que se necesita para hacer de un ser humano un ser humano?

– Bueno, profesor, no sea antipático -le dijo Starr-. Los museos, por ejemplo. Acaban de pagar un millón de dólares por un Velázquez.

– No me refiero a lo que queda fuera. Hablo de dentro -le replicó Mathieu.

– Perdóneme, mi estimado colega, no es el momento de emplear metáforas…

– Eso es lo que quiero decir -dijo Mathieu-. Si esto no es más que una metáfora, entonces usted no es un ser humano.

Uno de los oficiales albaneses empezó a gritar. Señalaba hacia la puerta y gritaba.

Kaplan se puso blanco.

– ¿Qué diablos está tratando de decirnos? -preguntó Starr.

– Que nos apuremos; no puede estar seguro de que algún soldado nervioso…

Starr se sorprendió.

– ¿Usted entiende el albanés? ¿Desde cuándo?

– No necesito hablar el albanés para…

Starr empezaba también a preocuparse por los nervios de los albaneses.

– Allons, enfants de la patrie -entonó en el mejor francés-. Una bomba nos está esperando.

– ¡Metáforas! -murmuró Mathieu-. ¿Qué es lo que hace que un ser humano sea un ser humano? ¿Me quieren decir cuánta gente es la que tiene el privilegio de saber "qué es lo que hace que un ser humano sea un ser humano"? Si nosotros destruimos todos los escapes, todos los efectos secundarios, todos los museos, salas de conciertos y bibliotecas, el noventa y nueve por ciento de la población del mundo no notará la diferencia… ¡Y hablan de metáforas!

Afuera, Little miró el reloj. Habían calculado la liberación de la exhalación en veinte minutos, pero en el interior había dos intelectuales brillantes, el profesor Mathieu y el profesor Kaplan, lo que significaba que se demorarían más tiempo. De pronto, le asaltó un pensamiento extraño.

– ¿Algún pedazo de ladrillo de ustedes sabe si el francés Mathieu es judío?

– ¿Por qué? -preguntó Stanko.

– Malditos idealistas, -masculló Little.

Caulec estaba de pie junto al auto del comando. Hoxha estaba sentado mirando hacia adelante y tenía un aire de total indiferencia. Su cara estaba tan vacía que por la espina dorsal del francés corrió frío. Todo lo que pasaba por la mente de esta máscara era fácil de adivinar: visiones de interminables horas de viejos refinamientos; de torturas turcas aplicadas a los saboteadores imperialistas. Las perspectivas fueron aparentemente tan apreciadas por el dictador estalinista que, de pronto, se decidió a adoptar una nueva precaución. Le habló a un oficial albanés. Instintivamente, Caulec sacó la pistola y la apuntó en dirección al mariscal. Un gesto totalmente innecesario, pero necesitaba relajar la tensión. El oficial albanés sacudió la cabeza.

– Paz, paz, -dijo rápidamente en inglés.

Luego transmitió a las tropas las órdenes de Enver; los soldados depositaron las armas a los pies.

– Ha cometido un terrible error en los cálculos, Mathieu, -estaba diciendo el profesor Kaplan-. Una equivocación tremenda.

– Sí, me he equivocado -contestó Mathieu-. Me importó.

La voz le tembló un poco y la muchacha pareció preocupada.

– Por favor, Marc. Todo andará bien, lo sabes. Ahora nada será como antes. Todo cambiará. Todo será diferente. Marc, has realizado algo maravilloso. Has ayudado al mundo a recuperar la cordura y a darse cuenta.

Mathieu la miró amorosamente.

– Cállate, Santa May de Albania. Lo único que he logrado es un horrible icono más. Ahora, Kaplan, escucha. ¿Conoces lo que actúa como disparador en el proceso de desintegración psicológica, o, digamos "espiritual"? Se enseña en el jardín de infantes.

– Un aparato nuclear.

– Bien. Mi única contribución es que la bomba nuclear no necesita construirse dentro de la estructura. Cualquier explosión nuclear sobre la tierra, no importa dónde, ni cuan lejos esté de aquí, hará que se inicie el proceso de desintegración. Está en manos de ustedes. Dejen caer una sola bomba y nada humano quedará en ustedes. No importa cuan lejos de aquí la tiren o sobre quién.

– ¡Imposible!

– Así es, profesor. Y es típico. Como acaban de decir, es solamente una metáfora. Y porque es la manera como todos ustedes piensan; porque ustedes creen que es solamente un mecanismo literario y porque no se sienten obligados respecto de los museos, de la literatura, de la poesía y de las metáforas -es decir, de la propia cultura- han hecho que esto sea factible y por eso es que no habrá más metáforas, ni más cultura, únicamente materialismo y el término de los sueños.

– ¡Imposible! -gritó Kaplan frenéticamente-. No se puede obtener una ola de sacudida ilimitada menos gama de ningún mecanismo nuclear…

"Mientras los escuchaba", escribió Starr, "pensé que la única equivocación en la que Mathieu había incurrido era el haber imaginado que se necesitaba el "Cerdo" para despojarnos de nuestra exhalación. En eso estaba completamente equivocado. El "Cerdo" no era nada más que un sobrante de guerra"

– Apúrese -le dijo a Kaplan-. No tenemos la eternidad… al menos, espero sinceramente que así sea.

Todo el equipo científico chino estaba quieto en el túnel, mientras que un capitán albanés mantenía el orden. Pero la ametralladora que sostenía en las manos no era necesaria. Nadie pensaba que los saboteadores tuvieran la idea de hacer explotar la coraza para así convertirse en la nada junto con la zona que los circundaba. "En ese momento, sin embargo, el odio experimentado por Enver Hoxha ha de haber sido de una naturaleza tan devastadora," escribió Little, "que lo único que salvó al mundo de la deshumanización total fue la ignorancia del dictador albanés respecto de las consecuencias de la explosión de la coraza. Junto con todos mis compañeros, salvo, por supuesto, Starr y el profesor Kaplan, lo ignorábamos beatíficamente. Porque, simplemente, el blindaje, según la explicación de Mathieu, no servía para nada. De no haberlo ignorado, Enver Hoxha nos hubiese tenido a su merced, no sólo a nosotros sino también al mundo entero. Las cartas hubieran estado en su mano y hubiese dictado las condiciones, amenazando con el exterminio a la tierra entera".

Cada uno de los hombres del comando llevaba consigo un diagrama del "Cerdo" y había practicado más de cien veces el proceso completo de liberación. A Kaplan lo habían llevado por si se presentaba algún problema técnico de último momento. Pero mirando las caras "de ansiedad, de nervios y de terror de los chinos, Starr se dio cuenta de que era allí donde encontrarían una cooperación inmediata. Harían el trabajo a las mil maravillas. "Admito que había empezado a sentir una cierta obstinación, un sentimiento agradable de poder absoluto", escribió. Les ordenó que liberasen la exhalación del pueblo albanés; tomó del brazo a Mathieu y a Kaplan y los condujo afuera. Ambos seguían discutiendo. Starr se detuvo en la puerta y miró hacia atrás.