Dino Buzzati
La famosa invasión de Sicilia por los osos
Título originaclass="underline" La famosa invasione degli orsi in Sicilia
© de la traducción: María Estébanez
Dibujos del autor
Sobre las antiguas montañas de Sicilia, hace mucho, mucho tiempo, dos cazadores capturan al osezno Tonio, hijo del rey de los osos, Leoncio. Pero esto sucede algunos años antes del comienzo de nuestra historia.
LOS PERSONAJES
Rey Leoncio. Es el rey de los osos: hijo de un rey que, a su vez, tenía un rey por padre; oso, por tanto, nobilísimo. Es grande, fuerte, valeroso, bueno (y además inteligente, aunque no más de la cuenta). Esperamos que le queráis mucho. Su piel es magnífica y él está justificadamente orgulloso de ella. ¿Defectos? Quizá es un poco demasiado incauto y, en diversas circunstancias, se mostrará más bien ambicioso. No lleva corona en la cabeza: se distingue de los otros osos, además de por su aspecto general, porque lleva en bandolera un gran sable pendiente de un tahalí. Precisamente por haber guiado a sus animales en la invasión de Sicilia alcanzará la inmortalidad; o por lo menos lo merecería.
Tonio. Hijito del Rey Leoncio. Poco se puede decir de él. Era aún muy pequeñito cuando dos cazadores desconocidos lo capturaron en las montañas y lo llevaron a la llanura. Desde entonces no hemos sabido nada más. ¿Qué habrá sido de él?
El Gran Duque. Tirano de Sicilia y enemigo jurado de los osos. Extraordinariamente orgulloso, se cambia de traje siete u ocho veces al día; no por eso consigue parecer menos feo de lo que es. Los niños le hacen burla a escondidas por su gran nariz ganchuda. ¡Ay de ellos si se enterase!
Profesor De Ambrósiis. Personaje importantísimo del que haríais bien en aprenderos enseguida el nombre. Era astrólogo de la Corte, es decir, en palabras más sencillas, estudiaba todas las noches las estrellas (a menos que estuviese nublado), y según su posición anunciaba al Gran Duque las cosas antes de que sucedieran; todo esto mediante dificilísimos cálculos, o al menos eso decía él. Naturalmente, no todo le salía bien: algunas veces acertaba y otras no; y entonces venían los disgustos. Hace poco, aun habiendo adivinado exactamente, hizo rabiar terriblemente al Gran Duque -ya veremos por qué-, y fue arrojado de mala manera del palacio. De Ambrósiis además dice ser mago y saber hacer encantamientos; hasta ahora, sin embargo, no los ha hecho. En realidad, posee una varita mágica que guarda con todo cuidado y que nunca ha utilizado. Parece, en efecto, que esta varita puede ser usada solamente dos veces, después de lo cual pierde su virtud y puede ser tirada a la basura. Exteriormente, ¿qué aspecto tiene el profesor De Ambrósiis? Altísimo, flaco, seco, con una larga barbita en punta. En la cabeza una chistera desmejorada, sobre los hombros un larguísimo balandrán sucio y mugriento. ¿Bueno? ¿Malo? Vosotros juzgaréis.
Oso Salitre. Uno de los más distinguidos, íntimo del Rey Leoncio. Es guapísimo y gusta mucho a las ositas. Siempre elegante, buen orador, le gustaría alcanzar los más altos cargos del Estado. Pero, ¿qué cargos le puede confiar Leoncio en la soledad de las montañas? No, no está hecho para la áspera vida de las peñas y los neveros; Salitre solamente se sentiría a gusto en el gran mundo, entre recepciones, bailes y festines.
Oso Padrazo. Gigantesco, quizá el más alto de todos (se dice que le saca una cabeza al Rey Leoncio); además, es muy valiente en la guerra. Sin su intervención providencial, la invasión de Sicilia hubiera acabado, el mismo primer día, en un chasco terrible.
Oso Teófilo. ¿Quién hay más sabio que él? Con los años ha aprendido muchas cosas. El Rey Leoncio le pide frecuentemente consejo. En nuestra historia aparecerá solamente unos minutos; y ni siquiera en carne y hueso, como veréis. Pero es tan bueno que sería una perversidad no recordarlo.
Oso Esmeril. De baja condición pero de ánimo generoso y de muy buena voluntad. Suele permanecer apartado, abstraído en algún maravilloso sueño de batallas y gloria. ¿Lo logrará? Quizá nos equivoquemos, pero cualquier día dará que hablar.
Oso Frangipán. En apariencia, nada de particular. Pero admirable por su agudo ingenio. Se divierte proyectando una gran cantidad de ingenios y máquinas indiscutiblemente geniales; sin embargo, en las montañas le falta material, así que hasta ahora no ha podido prácticamente combinar nada notable. Quizá más adelante.
Oso Jazmín. Dotado de un espíritu de observación muy especial, consigue ver lo que otras gentes mucho más instruidas que él no saben percibir. Un buen día va a convertirse en una especie de detective aficionado. Es un buen animal, en quien podemos confiar totalmente.
Señor de Molfetta. Príncipe de cierta importancia, primo y aliado del Gran Duque. Tiene a sus órdenes un ejército verdaderamente extraño y temible, como ningún otro monarca posee. Por ahora no podemos deciros más; y es inútil que insistáis.
Troll. Viejo y pérfido ogro que vive en el castillo de Tremontano. Se alimenta preferiblemente de carne humana, en especial tierna (pero también de oso, se entiende). Por sí solo, como es tan viejo, no conseguiría agenciársela; pero tiene a su servicio, justamente para eso, al Gato Macaco en persona.
Gato Macaco. Monstruo legendario y ferocísimo. Consideramos oportuno no hablar extensamente de él aquí. Ya os entrará bastante miedo cuando entre en escena de improviso. Es inútil asustarse ahora. Para las tristezas siempre hay tiempo, como decía precisamente el oso Teófilo, tan buena persona.
La Serpiente de Mar. Otro monstruo, aún más gigantesco y no menos peligroso. En compensación, es mucho más limpio, ya que vive siempre en el agua. Tiene forma de serpiente, como su propio nombre indica; pero con cabeza y dientes de dragón.
Lobo Furioso. Tercer monstruo. Puede ser que no aparezca en la historia, incluso no tendría por qué aparecer nunca, si estamos bien informados. Pero nunca se sabe, podría llegar de un momento a otro. Y entonces, ¿qué papel hacemos nosotros, sin haberlo anunciado?
Fantasmas diversos. De feo aspecto, pero inofensivos. Son los espíritus de los hombres y de los osos muertos. Es difícil distinguir entre unos y otros. De hecho, cuando se transforman en espectros, los osos pierden el pelo y el hocico se les acorta; así que poca es la diferencia con los humanos; los fantasmas de los osos son, no obstante, más gorditos. En la historia saldrá también, muy poquito, el espíritu de un antiguo reloj.
El Viejo de la Montaña. Genio poderosísimo de los peñascos y los glaciares. De temperamento propenso a la ira. Ninguno de nosotros lo ha visto y nadie sabe con exactitud dónde está, pero podemos estar seguros de que existe. Por eso, siempre es mejor tenerlo de buenas.
Un búho. Se oirá su voz, unos momentos, en el capítulo segundo. Escondido en el fondo de la floresta, no lo podremos ver, sobre todo porque ya habrá caído el crepúsculo. El retrato aquí impreso es, por lo tanto, totalmente imaginario. El búho no hará más que entonar una de sus melancólicas cancioncillas, como hemos dicho. Después nada.
LOS ESCENARIOS
Al principio veremos las majestuosas montañas de Sicilia que, sin embargo, en Sicilia ahora ya no existen (¡han pasado tantísimos años!). Todas cubiertas de nieve.