Shawnee asintió aún sin entender muy bien lo que Ashley le contaba. Ella estaba más interesada por otras cuestiones.
– ¿Así que a pesar de haberlo negado, estáis liados?
Ashley sonrió recatadamente, a la vez que centraha su atención en el sushi.
– Algo por el estilo.
– ¿Cómo que algo por el estilo? -exclamó Shawnee, radiante. Pasó un brazo por el hombro de Ashley y la abrazó-. Gracias por haber venido a rescatarme. Pensé que nunca encontraría una mujer para el insoportable de mi hermano.
– No nos vamos a casar ni nada por el estilo -dijo Ashley, rápidamente, con gesto preocupado. Después de lo ocurrido con Wesley no quería desilusionar a nadie más.
– No, claro -Shawnee sacudió la cabeza vehementemente-. No soñaría con algo así -pero sonrió para sus adentros.
– Mejor así -dijo Ashley, cogiendo los palillos-. Porque ninguno de los dos somos de los que se casan.
– De acuerdo -asintió Shawnee, mirándola con escepticismo. Escogió el tipo de sushi que más le gustaba y le dió un mordisco, mirando a Ashley con curiosidad.
– ¿Te gustaría saber qué tipo de niño era? -preguntó al fin-. ¿Cómo fue su primer día en el colegio? -la miró casi con superioridad-.Tengo fotos.
Ashley dejó los palillos sobre el plato.
– ¿Dónde? -preguntó ansiosa-. ¿Era una monada? ¿Tienes alguna en la que esté en pañales?
Shawnee sonrió, alargó el brazo y sacó un album de fotos de su bolso.
– Tranquila. Tengo aquí mismo todo lo que deseas -dijo.
Pasaron un gran rato mirando las fotos y hablando de la infancia de Kam. Cuando acabaron, Ashley tenía la sensación de haberlo conocido toda la vida.
– ¡Qué niño tan serio parece haber sido! -comentó, a la vez que guardaban las últimas fotos.
– También es un hombre serio -dijo Shawnee-. Pero eso es en parte por lo que pasó con Ellen. ¿Sabes algo al respecto?
Ashley asintió.
– Solo un poco. Sé que murió.
Shawnee la miró en silencio y decidió a contárselo.
– Murió en un accidente de navegación. Él se siente culpable. Desde entonces no ha tenido una relación seria con ninguna mujer -sonrió-. Al menos hasta ahora.
Se levantó precipitadamente y cogió el album.
– Tengo que marcharme. Voy a llevarle sushi al tío Reggie. Sigue sentado en el acantilado, esperando a su sirena.
Ashley frunció el ceño.
– ¿Qué? -preguntó.
Con un gesto de la mano, Shawnee indicó que no tenía importancia.
– Ya te lo explicaré. Por el momento, acuérdate de que te he hecho una oferta de trabajo. Llámame siempre que lo desees.
Ashley la acompañó hasta la puerta.
– Lo recordaré, Shawnee -le echó los brazos alrededor del cuello y la abrazó-. Gracias por todo. Especialmente, por ser mi amiga.
Shawnee la abrazó a su vez, emocionada.
– Cuenta siempre conmigo -dijo, separándose de ella y dándole una palmada en la espalda. Se volvió y se dirigió al coche, silbando una alegre melodía.
Kam volvió al poco tiempo de marcharse su hermana, con expresión circunspecta. Encontró a Ashley fregando los paltos, y se apoyó contra un mueble, junto a ella, decidido a hacerla partícipe de sus preocupaciones.
– Tenemos que hablar seriamente -dijo, solemne.
Ashley le miró y volvió a concentrarse en el fregado.
– ¿Sobre qué?
– Sobre el hecho de que hicimos el amor sin protección.
Ashley le miró fijamente y trató de sonreír.
– Yo me sentí muy protegida.
– Sabes a qué me refiero: no usamos nada.
Ashley no estaba segura de querer mantener aquella conversación. Había sido todo tan maravilloso que en aquel momento no quería pensar en la necesidad de usar un método anticonceptivo, preferentemente un preservativo. Quería aferrarse a la calidez de la mañana que habían compartido, y guardarla para siempre.
– Yo creía que los jóvenes conquistadores como tú siempre tenían esas cosas a mano -bromeó, ocultando sus sentimientos reales.
– Mis días de conquista se acabaron hace tiempo. Ashley le miró a los ojos.
– ¿Antes de Ellen? -dijo.
– Así es -asintió él.
Ashley le tomó la mano y lo miró fijamente.
– ¿La amabas mucho? -preguntó, temiendo la respuesta pero sintiendo la necesidad de oírla.
Al mirar a Ashley, Kam se preguntó si realmente había amado a Ellen. En su momento pensó que así era, pero Ashley le estaba descubriendo sentimientos para él desconocidos hasta entonces.
– Creímos estar enamorados -dijo, esquivando la respuesta.
– Shawnee dice que tú te sientes culpable.
Kam asintió. No le gustaba la idea de que Shawnee hubiera estado comentando su vida con Ashley.
– Tal vez tenga razón -dijo-. Lo cierto es que yo tuve la culpa.
Ashley le miró, compasiva.
– Pero si murió en un accidente de navegación ¿Cómo puedes ser tú culpable?
Kam parecía torturado por el recuerdo. -Porque la dejé marchar.
– Pero…
– Estaba enfadado con ella. Le había prometido llevarla a navegar, pero, llegado el momento, decidí quedarme a trabajar. Era muy temperamental y se enfadaba con rapidez. Nos peleamos y se marchó sola. Yo sabía que era peligroso, pero la dejé ir.
Ashley estaba de frente a él, sujetándole las manos. No sabía qué decir.
– ¿Estaríais casados si no hubiera tenido el accidente? -preguntó.
Kam reflexionó un instante.
– No lo sé. Lo dudo -sacudió la cabeza y la miró-. Eres una curiosa. ¿Por qué quieres saber todo eso?
Ashley sacudió los hombros.
– Quiero saberlo todo sobre ti -dijo-. Desde el aspecto que tenías de bebé hasta cuál es tu cena favorita.
Kam la besó.
– Has esquivado el tema -se quejó.
– ¿Qué tema?
– El riesgo que hemos corrido hoy. Tenemos que hablar del hecho de que no usáramos protección.
– Ah, sí -Ashley se encogió de hombros-. No te preocupes.
Kam estaba desconcertado.
– Pero voy a preocuparme. Si pasa cualquier cosa, quiero que me llames de inmediato. Te ayudaré. Es mi responsabilidad.
Ashley le miró y apartó la mirada.
«Responsabilidad» era la única cuestión en la que Kam parecía interesado. Ella no quería ser una carga o un deber para él. Quería ser diversión: un día en el parque, globos de colores y algodón de azucar. Todo lo que él quería saber era el precio de la entrada y si había facilidades de aparcamiento.
Algo de lo que había dicho Kam la preocupaba más en aquel momento.
– Has dicho que te llamara -dijo-. ¿Dónde piensas estar?
Kam la miró, sorprendido de que Ashley preguntara lo que era obvio.
– En Honolulu. Es donde vivo.
– Lo sé -dijo Ashley, pensando que prefería olvidarlo-. ¿Cuándo vas a irte?
Kam apretó las manos de Ashley. -Tengo que volver mañana.
Un cuchillo atravesó el corazón de Ashley, pero sonrió valientemente.
– ¿Dónde iré yo?
Se lo perguntaba a sí misma, no a él, pero fue él quien respondió.
– ¿Por qué no te quedas aquí?
Ashley miró a su alrededor, como si no hubiera pensado en esa posibilidad en ningún momento.
– ¿Aquí?
– Puedes quedarte tanto tiempo como quieras. Yo apenas vengo una vez al mes. Una asistenta viene a limpiar y a comprar comida, y un jardinero se ocupa del jardín.
Aquello era muy parecido al sueño que había imaginado Ashley hacía un rato, pero faltaba la presencia de Kam los fines de semana. Tal vez no era una idea tan buena.
– No lo sé -dijo, lentamente-. Tendré que pensar en otra solución.
Quizá ni tan siquiera hiciera falta, pensó Ashley. Probablemente al día siguiente para esas horas estaría de vuelta con su familia. La vida era así.
Kam adivinó sus pensamientos.
– No vas a volver, Ashley -dijo, con firmeza-. Vas a enfrentarte a ellos.