Echaron una siesta uno en brazos del otro, musitándose dulces secretos al oído.
– Mañana a esta hora no estarás aquí dijo Ashley con tristeza, apoyando la cabeza sobre el pecho de Kam.
Kam guardó silencio
– Estaré trabajando -dijo, al fin, con cierta brusquedad-. ¿Vas a quedarte?
Ashley se giró para mirarle.
– Creo que sí -dijo, dulcemente-. Al menos por ahora -sonrió y jugueteó con el cabello de Kam-. Tal vez trabaje con Shawnee en el restaurante hasta que me llegue el próximo libro para ilustrar.
– Bien -dijo él, besándola en la mejilla-. Así Shawnee cuidará de ti.
Ashley no entendía por qué eso parecía hacerle tan feliz, cuando le había dicho claramente que iba a estar demasiado ocupado para ir a verla.
Ashley no quería hacerle preguntas. Era libre y no quería atarlo con promesas. Tampoco ella quería atarse. Al menos eso creía, aunque sus sentimientos eran cada vez más confusos.
– Me alegro de que fueras a ver a Wesley -dijo Kam, cuando preparaban la cena en la cocina-. Ahora puedes olvidarlo todo.
– Eso será relativamente fácil -dijo ella, a la vez que cortaba el apio-. Lo malo es ver confirmada la teoría de que en mi familia nadie es capaz de conservar una relación. ¿Qué impresión te produjo ver a mis padres con sus respectivas parejas?
– Pensé que estaban todos un poco locos -admi. tió él-. ¿Sabes una cosa? Creo que tus padres sigurcc enamorados, pero no son capaces de admitirlo.
Ashley sacudió la cabeza vehementemente.
– Esa relación está muerta hace tiempo. Los dos padecen una enfermedad innata: no son capaces de establecer compromisos. Es una pena que yo la haya heredado.
Kam se volvió y cogió el rostro de Ashley entre sus manos, mirándola a los ojos intensamente.
– No te creo, Ashley -dijo, solemnemente-. Sobre todo después de lo que vi ayer.
Ashley pestañeó y fijó la mirada en aquellos ojos que tal vez estaba empezando a amar. -¿Qué viste?
– Te vi tal y como eres y no como crees ser. Creí que eras una niña mimada y caprichosa, acostumbrada a conseguirlo todo de tus padres mientras hicieras lo que ellos querían.
Ashley le escuchaba con la cabeza ladeada. -Hubo un tiempo en que esa descripción hubiera sido acertada -dijo.
– Yo he visto algo completamente distinto. Eres tú quien siempre está disponible para ellos, sirviéndoles de apoyo.
Ashley reflexionó un instante.
– Tal vez tengas razón -admitió.
– Por eso no has podido enamorarte ni tener una relación propia, y no porque no seas capaz de comprometerte -la besó con ternura-. Eres la pieza central de tu familia, pero no tienes por qué serlo. Ellos deben aprender y tú debes pensar en formar tu propia familia. Sólo tienes que evitar cometer los mismos errores que ellos y todo irá bien.
Ashley imaginó la situación que Kam le planteaba y se dio cuenta de que sólo le parecía perfecta si incluía al propio Kam. El saber que él ni siquiera lo consideraría le produjo dolor.
– Lo pensaré -dijo alegremente, ocultando la trisi(-/a que sentía.
Cuando acabaron de cenar, Kam se puso a hacer las maletas, ayudado por Ashley. Los dos estaban serios. Su sentido del humor se había esfumado y parecían incapaces de bromear.
– Quedan cuarenta y cinco minutos para el vuelo. Será mejor que te vayas -dijo, llegado el momento, Ashley.
– Tienes razón -respondió Kam, indeciso.
Le dió un un beso de despedida. Ella se volvió para ocultar las lagrimas que se agolpaban en sus ojos al verlo partir. Escuchó el sonido del coche alejarse y fue al cuarto de baño a lavarse la cara y inirarse en el espejo.
El romance se había acabado. Aquellos instantes idílicos, tal vez los mejores de su vida, habían pasado. Así debía pensarlo y debía actuar en consecuencia.
De pronto oyó la puerta de entrada. El corazón le dió un vuelco y salió corriendo. Kam entraba en el salón. Corrió hacia él y se echó en sus brazos.
– Puedo coger el primer avión de la mañana -dijo
Kam con la respiración entrecortada.
Ashley no necesitó más explicaciones.
Kam la besó haciéndola temblar con la anticipación del deseo. Ashley buscó la piel de Kam por debajo de la camisa. Su vestido pareció caer al suelo por sí mismo, dejando paso a las caricias de Kam, que se afanaba en descifrar cada curva de su cuerpo.
Ashley ya no tenía nada que ocultar. No guardaba secretos para él, y su cuerpo tampoco. Él era el único hombre que la había poseído desvelándole los placeres ocultos que sólo él provocaba en ella. Ashley le necesitaba a él y no a otro, porque sólo él la había guiado hasta la plenitud.
Kam la deseaba tan ardientemente que parecía querer poseerla con cada una de sus caricias, y Ashley ansiaba responder con su propio deseo.
Cayeron sobre el sofá, entrelazando sus cuerpos en un nudo imposible. Ashley temblaba esperando el momento en que él la penatrara. Él la tomó triunfante, victorioso. Ella creyó convertirse en una fuerza de la naturaleza. Ambos entraron en un mundo de sensaciones, de vértigo, donde se aferraban el uno al otro como único contacto con la realidad.
Cuando acabaron, Ashley dejó escapar un suspiro mezcla de placer e incredulidad. Kam sonrió y la besó.
– Juramos no volver a hacerlo fuera de la habitación -recordó Ashley.
– Mentimos -dijo él-. Podemos hacerlo donde nos dé la gana.
Ashley rió. Kam tenía razón, pero hubiera tenido aún más si hubiera añadido «cuando nos de la gana».
A pesar de lo feliz que se sentía al haber tenido a Kam aquellas horas de más, Ashley sabía que solo la reclamaba temporalmente. Pronto se iría y la dejaría atrás.
Capítulo Diez
Era ridículo. Hacía tan sólo una semana que lo conocía y Ashley se sentía incapaz de vivir sin Kam. Si el movimiento de liberación de la mujer se enteraba, pensaba ella, la colgarían de los pulgares. Era obvio, se decía a sí misma, que tenía una personalidad dependiente. Tenía que aprender a cuidarse por sí sóla, particularmente teniendo en cuenta su incapacidad para establecer una buena relación. La soledad era su destino, se decía, y debía acostumbrarse a ella.
Pero no era eso lo que deseaba. Quería a Kam. Sin él la vida no merecía la pena, y Ashley estaba dispuesta a andar sobre brasas ardiendo con tal de tenerlo para sí.
– No puedes vivir con ellos,pero tampoco sin ellos -se decía, a la vez que empezaba a pensar que el segundo caso era más cierto que el primero.
Por primera vez estaba dispuesta a considerar tener una relación. La idea de formar pareja con Kam le hacía ver las cosas de otra manera. Incluso la palabra maldita, «matrimonio», empezaba a sonarle de otra manera.
Los días trancurrían plácidamente a pesar de su soledad. Shawnee y ella se hicieron pronto buenas amigas y compañeras de trabajo. Se habían caído bien desde el primer momento, y Ashley pasaba más tiempo en el restaurante del que le correspondía.
A lo largo de las semanas que siguieron, fue conociendo a toda la familia Caine. Shawnee ocupaba el lugar del cabeza de familia y todos pasaban a saludarla.
Al primero que conoció fue al marido de Shawnee, Ken. Era abogado. Había abandonado su despacho en la gran ciudad para abrir uno pequeño en la isla y ocuparse de las pequeñas disputas locales.
– Nunca me haré rico -solía decir cuando le preguntaban-. Pero no me moriré de un ataque al corazón a los cuarenta y cinco años.
El hermano de Kam, Mack, y su mujer, Taylor, solían ir a cenar una vez a la semana. El le recordaba a Kam. La pareja estaba muy enamorada y las miradas amorosas que se dirigían despertaban en Ashley un deseo acuciante de ver a Kam.
Al último que conoció fue a Mitchell. Era totalmente distinto a los otros dos, muy bromista y divertido. Su mujer, Britt, era dulce y callada. Habían adoptado unos gemelos de un año,muy revoltosos.