Выбрать главу

Eso dice bien de vos.

AUTARCA. ¡Ninguno en absoluto! Incluso una querida que estuviera loca sería una experiencia interesante… Créeme que mi intención es conseguirla, y hay pocas cosas que yo tenga intención de conseguir después de haber visto y hecho todo lo que yo he visto y hecho. La chica no muerde, ¿verdad? Quiero decir, ¿no mucho?

MESQUIANA. Sí muerde, y tiene los colmillos emponzoñados.

(JAHI da un salto hacia delante para atenazarla. MESQUIANA sale como una flecha del escenario, perseguida.) 

AUTARCA. Haré que mis piqueneros las busquen por el jardín.

MESQIA. No os preocupéis, las dos volverán pronto. Ya lo veréis. Mientras, me alegro sinceramente de poder estar así un momento a solas con vos. Hay cosas que deseo preguntaros.

AUTARCA. No concedo favores después de las seis; es una norma que me ha ayudado a mantenerme cuerdo. Estoy seguro de que lo comprendes.

MESQUIA. (Un poco sorprendido.) Está bien que me lo digáis. Pero en realidad no iba a pedir nada, sólo buscaba información, sabiduría divina.

AUTARCA. En ese caso, adelante. Pero te lo advierto, has de pagar un precio. Me propongo que ese ángel demente sea para mí esta noche.

(MESQUIA se pone de rodillas.) 

MESQUIA. Hay algo que nunca he llegado a comprender. ¿Por qué tengo que hablaros cuando conocéis cada uno de mis pensamientos? Mi primera pregunta era ésta: sabiendo que ella pertenece a la progenie que habéis desterrado, ¿no debería yo hacer lo que propone? Pues ella sabe que lo sé, y creo de corazón que ella propone lo correcto, y que a la vez piensa que lo despreciaré porque viene de ella.

AUTARCA. (Aparte.) Ya veo que este hombre también está loco. Y me considera divino por mis prendas amarillas. (A MESQUIA.) A ningún hombre le hace daño un poco de adulterio, a menos, por supuesto, que el adulterio lo cometa su propia mujer.

MESQUIA. ¿Entonces el mío le dolería a ella? Yo…

(Entra la CONDESA y Su DONCELLA.) 

CONDESA. ¡Mi señor soberano! ¿Qué hacéis aquí? MESQUIA. Hija, me encuentro en oración. Quítate al menos los zapatos. Pues este suelo es sagrado. CONDESA. Señor, ¿quién es este idiota?

AUTARCA. Un loco que encontré vagabundeando con dos mujeres tan locas como él.

CONDESA. Entonces son más que nosotros, a menos que mi doncella esté cuerda.

DONCELLA. Alteza…

CONDESA. Cosa que dudo. Esta tarde se puso una estola púrpura con mi capote verde. Parecía un poste cubierto con dondiegos de día.

(MESQUIA, que se ha ido enfadando cada vez más a medida que ella habla, la golpea, tirándola al suelo. Sin ser visto, el AUTARCA huye por detrás de él.)

MESQUIA. ¡Mocosa! No tomes a la ligera las cosas sagradas cuando yo esté cerca, y haz sólo lo que yo te diga.

DONCELLA. ¿Quién sois, señor?

MESQUIA. Soy el padre de la raza humana, hija, y tú eres mi hija, lo mismo que ella.

DONCELLA. Espero que la perdonéis… y a mí también. Habíamos oído que estabais muerto. MESQUIA. Eso no necesita perdón. Los muertos son mayoría, al fin y al cabo. Pero como puedes darte cuenta, he vuelto por aquí a dar la bienvenida al nuevo amanecer.

NOD. (Habla y se mueve tras haber estado todo este tiempo en silencio e inmóvil) Hemos venido demasiado temprano.

MESQUIA. (Señalando.) ¡Un gigante! ¡Un gigante!

CONDESA. ¡Oh! ¡Solange! ¡Kyneburga! DONCELLA. Aquí estoy, Alteza. Lybe está aquí.

NOD. Aún es demasiado pronto para el Sol Nuevo.

CONDESA. (Echándose a llorar.) El Sol Nuevo se acerca. Nos derretiremos como sueños.

MESQUIA. (Viendo que Non no pretende recurrir a la violencia.) Malos sueños. Pero será lo mejor para ti. Lo comprendes, ¿verdad?

CONDESA. (Recuperándose.) Lo que no comprendo es cómo vos, que de pronto parecéis tan sabio, pudisteis confundir al Autarca con la Mente Universal.

MESQUIA. Sé que vosotras sois mis hijas en la vieja creación. Tenéis que serlo, pues sois mujeres humanas y en esta otra creación no he tenido ninguna.

NOD. Su hijo tomará a mi hija por esposa. Es un honor que nuestra familia poco ha hecho por merecer; no somos más que gente humilde, hijos de Gea, pero seremos elevados a la condición de exultantes. Seré… ¿qué seré, Mesquia? El suegro de vuestro hijo. Puede ser, si no ponéis objeción, que algún día mi mujer y yo visitemos a nuestra hija el mismo día que vos vengáis a verle a él. No nos negaríais un lugar a la mesa, ¿verdad? Naturalmente, nos sentaríamos en el suelo.

MESQUIA. Pues claro que no. El perro ya lo hace, o lo hará cuando lo veamos. (A la CONDESA.) ¿No te ha llamado la atención que yo sepa más de aquel a quien llamáis la Mente Universal que tu Autarca en persona? No sólo vuestra Mente Universal, sino otros muchos poderes inferiores, se echan la humanidad encima como una capa cuando se les antoja, a veces sólo a dos o tres de nosotros. Nosotros, que somos los vestidos, raramente nos damos cuenta de que, pareciéndonos a nosotros mismos, somos sin embargo un Demiurgo, un Paracleto o un Enemigo para los demás.

CONDESA. Tarde he sabido eso, si he de desaparecer con el advenimiento del Sol Nuevo. ¿Ha pasado la medianoche?

DONCELLA. Casi, Alteza.

CONDESA. (Señalando al auditorio.) ¿Y qué le sucederá a toda esta hermosa gente?

MESQUIA. ¿Qué le sucede a las hojas cuando el año ha pasado y el viento se las lleva?

CONDESA. Si…

(MESQUIA se vuelve para observar el cielo oriental, como espiando el primer signo del amanecer.)

CONDESA. Si…

MESQUIA. ¿Si qué?

CONDESA. Si mi cuerpo contuviera una parte del vuestro… gotas de tejido licuescente apresadas en mis ijadas…

MESQUIA. Si lo tuvieras, quizás errarías más tiempo por Urth, como criatura perdida que nunca podría encontrar el camino a casa. Pero no me acostaré contigo. ¿Crees que eres más que un cadáver? Eres menos que eso.

(La DONCELLA se desmaya.) 

CONDESA. Decís que sois el padre de todo lo que es humano. Así parece, pues sois la muerte para una mujer.

(El escenario se oscurece. Cuando vuelve la luz, MESQUIANA y JAHI yacen juntas bajo un serbal Detrás de ellas hay una puerta en la falda de la colina. JAHI tiene un labio partido e hinchado, lo que le da un mal aspecto. La sangre le gotea del labio a la barbilla.)

MESQUIANA. Aún tendría fuerzas para buscarlo, si al menos sólo supiera que tú no me seguirías.

JAHI. Me muevo con la fortaleza del Mundo de Debajo y te seguiré hasta la segunda terminación de Urth, si es necesario. Pero si vuelves a golpearme, lo pagarás.

(MESQUIANA levanta el puño y JAHI retrocede.) 

MESQUIANA. Tus piernas temblaban más que las mías cuando decidimos descansar aquí.

JAHI. Sufro mucho más que tú. Pero la fortaleza del Mundo de Debajo consiste en aguantar más de lo que se puede aguantar; así como soy más hermosa que tú, soy también una criatura mucho más delicada.

MESQUIANA. Me parece que ya nos hemos dado cuenta.

JAHI. Te lo advierto de nuevo, y no lo haré por tercera vez. Si me golpeas, atente a lo que pase.

MESQUIANA. ¿Qué harás? ¿Llamara Erinys para destruirme? No me da miedo. Si pudieras, lo habrías hecho mucho antes.

JAHI. Peor aún. Golpéame otra vez y lo comprobarás.

(Entran el PRIMER SOLDADO y el SEGUNDO SOLDADO armados con picas.)

PRIMER SOLDADO. ¡Mira aquí!

SEGUNDO SOLDADO. (A las mujeres.) ¡Abajo, abajo!

No os pongáis de pie, si no queréis que os ensarte como un par de garzas. Vais a venir con nosotros.