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INQUISIDOR. Jugáis con las palabras, pero sí, admito que lo creo.

CONDESA. Pues estáis equivocado. Desde mi adolescencia, hace ocho años, tengo mi morada en esta Casa Absoluta. Cuando por primera vez la sangre brotó de mis ijares, y mi madre me trajo aquí, me advirtió que nunca me acercara a estos aposentos, donde ha corrido la sangre de tantos, sin ninguna relación con las fases de la Luna veleidosa. Y nunca hasta ahora he venido, y ahora vengo temblando.

INQUISIDOR. Los buenos no tienen nada que temer en este lugar. Aun así, creo que vuestra audacia ha aumentado con vuestro propio testimonio.

CONDESA. ¿Y yo? ¿Soy buena? ¿Lo sois vos? ¿Lo es él? Mi confesor os diría que no lo soy. ¿Qué os dice el vuestro, o tiene miedo? ¿Y vuestro familiar? ¿Es él mejor que vos?

FAMILIAR. No desearía serlo.

CONDESA. No, no soy atrevida, ni estoy a salvo aquí, lo sé. Es el temor lo que me trae a estas sombrías cámaras. Os han hablado del hombre desnudo que me golpeó. ¿Ha sido capturado?

INQUISIDOR. No ha sido traído a mi presencia.

CONDESA. Hace escasamente una guardia unos soldados me encontraron lamentándome en el jardín, donde mi doncella trataba de consolarme. Como yo temía salir a la oscuridad de fuera, me llevaron a mis aposentos por la galería que llaman el Camino de Aire. ¿La conocéis?

INQUISIDOR. Y bien.

CONDESA. Entonces sabéis también que tiene ventanas por todas partes, beneficiando así las cámaras y pasillos que dan a ella. Al pasar, vi la figura de un hombre, alto, de miembros bien formados, ancho de hombros y de cintura estrecha.

INQUISIDOR. Como ese hombre hay muchos.

CONDESA. Así lo pensé. Pero al poco rato la misma figura apareció en otra ventana, y después en otra. Entonces dije a los soldados que me llevaban, que tiraran contra ella. Me creían loca y se negaban, pero por fin el grupo que enviaron a capturarlo, volvió con las manos vacías. Pero el hombre me miraba por las ventanas y parecía balancearse.

INQUISIDOR. ¿Y creéis que este hombre que visteis era el hombre que os golpeó?

CONDESA. Pero aún. Me temo que no era él, aunque se le parecía. Además, estoy segura de que sería bueno conmigo si yo al menos respetara su locura. No, en esta noche extraña en que nosotros, que somos los tallos del antiguo brote de la humanidad destruido por el invierno, nos encontramos tan mezclados con la semilla del próximo año, temo que él sea algo más, desconocido para nosotros.

INQUISIDOR. Quizá, pero no lo encontraréis aquí, ni tampoco al hombre que os golpeó. (Al FAMILIAR.) Haz entrar a la mujer hechicera, Hermano.

FAMILIAR. Todas ellas lo son, aunque hay algunas peores que otras.

(Sale y vuelve a entrar llevando de una cadena a MESQUIANA.)

INQUISIDOR. Se alega contra ti que encantaste a siete de los soldados de nuestro soberano el Autarca para que traicionaran su juramento de fidelidad y volvieran las armas contra sus camaradas y oficiales. (Se levanta y enciende una enorme vela en un lado del escritorio.) Te conmino muy solemnemente a que confieses este pecado, y si lo has cometido, confieses qué poder te ayudó, y los nombres de quienes te enseñaron a invocar ese poder.

MESQUIANA. Los soldados sólo vieron que yo no tenía malas intenciones y temieron por mí. Yo…

FAMILIAR. ¡Silencio!

INQUISIDOR. No se atribuye ningún peso a las protestas del acusado a menos que se lo coaccione. Mi familiar te preparará.

(El FAMILIAR coge a MESQUIANA y la sujeta con correas a uno de los artefactos.)

CONDESA. Le queda poco tiempo al mundo y no lo perderé viendo esto. ¿Eres amiga del hombre desnudo del jardín? Voy a buscarlo, y le diré qué ha sido de ti.

MESQUIANA. ¡Sí, hacedlo! Espero que no llegue demasiado tarde.

CONDESA. Y, por mi parte, espero que él me acepte en lugar de ti. Sin duda ambas esperanzas son igualmente vanas, y pronto seremos hermanas de infortunio.

(Sale la CONDESA.)

INQUISIDOR. Yo me voy también, a hablar con quienes la rescataron. Prepara a la acusada, pues volveré dentro de poco.

FAMILIAR. Hay otra más, Inquisidor. Se le achacan delitos parecidos, aunque quizá menos graves.

INQUISIDOR. ¿Por qué no me lo dijiste? Podía haber instruido a las dos a la vez. Hazla entrar.

(El FAMILIAR sale y regresa llevando a JAHI. EL INQUISIDOR busca entre los papeles del escritorio.)

INQUISIDOR. Se alega contra ti que encantaste a siete de los soldados de nuestro soberano el Autarca para que traicionaran su juramento de fidelidad y volvieran las armas contra sus camaradas y oficiales. Te conmino muy solemnemente a que confieses este pecado, y si lo has cometido, confieses qué poder te ayudó, y los nombres de quienes te enseñaron a invocar ese poder.

JAHI. (Con orgullo.) He hecho todo eso de que me acusáis y más de los que sabéis. El poder no me atrevo a mencionarlo, por miedo a que este alfombrado nido de ratas vuele en pedazos. ¿Que quién me enseñó? ¿Quién enseña aun niño a llamara su padre?

FAMILIAR. ¿Su madre?

INQUISIDOR. No deseo saberlo. Prepárala.

(Sale el INQUISIDOR.)

MESQUIANA. ¿Lucharon por ti también? ¡Qué triste que tantos tuvieran que morir!

FAMILIAR. (Sujetando a JAHI en un artefacto al otro lado del escritorio.) Leyó dos veces el mismo papel. Le señalaré ese error —diplomáticamente, puedes estar segura— cuando regrese.

JAHI. ¿Tú encantaste a los soldados? Pues hazlo también con este idiota y líbranos.

MESQUIANA. No tengo ningún canto de poder, y sólo encanté a siete de cincuenta.

(Entra NOD, maniatado, conducido por el PRIMER SOLDADO con una pica.)

FAMILIAR. ¿Qué es esto?

PRIMER SOLDADO. Un prisionero como nunca antes has tenido. Ha matado a cien hombres como si fueran marionetas. ¿Dispones de un par de grilletes que puedan servirle?

FAMILIAR. Tendré que juntar varios pares, pero algo conseguiré.

NOD. No soy un hombre, sino menos y más, pues he nacido del barro, de la Madre Gea, que mima a las bestias. Si tu dominio es sobre los hombres, entonces debes dejar que me vaya.

JAHI. Tampoco nosotras somos hombres. ¡Deja que nos vayamos!

PRIMER SOLDADO. (Riendo.) Ya vemos que no lo sois.

No lo dudé un momento.

MESQUIANA. Ella no es una mujer. No dejéis que os engañe.

FAMILIAR. (Poniéndole el último grillete a NOD.) No lo hará. Créeme, ya hemos dejado atrás el tiempo de los engaños.

PRIMER SOLDADO. Sin duda te vas a divertir cuando me haya ido, ¿no es así?

(Quiere tocar a JAHI, que bufa como un gato.)

PRIMER SOLDADO. ¿Quieres ser un buen muchacho y darte media vuelta un momento?

FAMILIAR. (Preparándose para torturara MESQUIANA.) Si fuera ese buen muchacho, pronto me encontraría quebrado en mi propia rueda. Pero si esperas aquí hasta que regrese mi amo el Inquisidor, tal vez te encuentres echado junto a ella como es tu deseo.

(El PRIMER SOLDADO duda, después se da cuenta de lo que le han querido decir, y se va corriendo.)

NOD. Esa mujer será la madre de mi yerno. No le hagas daño. (Intenta romper las cadenas.)

JAHI. (Ahogando un bostezo.) Me he pasado toda la noche en pie, y aunque el espíritu parezca siempre dispuesto, mi carne está lista para el descanso. ¿No puedes darte prisa con ella y empezar conmigo?

FAMILIAR. (Sin mirar.) Aquí no hay ningún descanso. JAHI. ¿Ah, sí? Entonces no es tan acogedor como yo esperaba.

(JAHI bosteza de nuevo, y cuando mueve una mano para taparse la boca, el grillete se le cae.)