NINA.- ¡Perdóneme..., pero...! ¿Los momentos de inspiración y el mismo proceso creador no le han proporcionado minutos de felicidad?
TRIGORIN.- Sí. Escribiendo paso ratos agradables... También es grata la corrección de pruebas... pero, apenas la obra ha salido de la imprenta, ya la considero una equivocación, no puedo soportarla, pienso que más me valdría no haberla escrito, me enojo y me disgusto. ( Riendo.) Por otra parte, el público que la lee se contenta con decir: «¡Es simpático esto!»... «¡Tiene talento!»... «¡Lo que hace es simpático..., pero le falta mucho todavía para llegar a Tolstoi!... O bien: «¡Es una maravilla de obra..., aunque Padres e hijos, de Turgueniev, sea mucho mejor!»... Y así sucesivamente, hasta la tumba. Todo se reducirá al «es simpático» y al «tiene talento»... ¡Solo al «es simpático» y al «tiene talento»!... Cuando me muera..., los que me hayan conocido y pasen ante mi tumba..., dirán: «Aquí yace Trigorin. Fue un buen escritor..., aunque escribía peor que Turgueniev.»
NINA.- Perdone, pero me niego a comprenderle... Lo que pasa es, sencillamente, que está usted demasiado mimado por el éxito.
TRIGORIN.- ¿Por qué éxito? ¡Nunca me gustó mi propia obra! ¡No me quiero como escritor! ¡Y, lo que es aún peor..., me encuentro envuelto en una, dijéramos, bruma y no entiendo lo que yo mismo escribo!... ¡Amo esta agua, estos árboles, este cielo!... ¡Siento la Naturaleza, que es la que excita en mí la pasión y el deseo invencible de escribir!... ¡Pero no puedo ser solo paisajista»!... ¡Soy también un ciudadano, amo a mi patria, al pueblo, y comprendo que, en mi calidad de escritor debo hablar de este pueblo, de sus sufrimientos y de su futuro!... ¡Debo hablar de la ciencia, de los derechos del hombre, etcétera... y hablo!... ¡Todos son a meterme prisa, a enfadarse, y yo me agito de un lado para otro como el zorro acosado por los perros! ¡Veo que la vida y la ciencia siguen adelante, adelante..., que yo me quedo atrás, atrás..., como un «mujik» cuando pierde el tren..., y que, a fin de cuentas, solo sé describir paisajes, y en todo el resto soy falso hasta la medula de los huesos!
NINA.- Trabaja usted demasiado, y no tiene ni tiempo ni deseo de reconocer su propio significado... ¡Conforme!... ¡Admito que está usted descontento de sí! ¡Ello no impide que para los demás sea usted grande y maravilloso,... ¡Si yo fuera escritor como usted, entregaría a la masa toda mi vida..., pero reconociendo que el bien de esta masa estaría en elevarse hasta mi altura, y donde una vez en ella, me llevaría un carro de triunfo!
TRIGORIN.- ¡Vaya, vaya!... ¡Nada menos que en «carro de triunfo»! ¿Es usted, acaso, un Agamenón? ( Ambos sonríen.)
NINA.- ¡Por la dicha de ser escritor, hubiera yo soportado el desamor de los míos, la necesidad, la desilusión!... ¡Me hubiera alimentado de pan negro, sufrido el propio descontento y reconocido mis perfecciones, pero, eso sí..., a cambio de esto exigiría la gloria! ¡La auténtica y estruendosa gloria! ( Oculta el rostro entre las manos.) ¡La cabeza me da vueltas!
LA VOZ DE ARKADINA.- ( Desde la casa.) ¡Boris Alekseevich!
TRIGORIN.- Me llaman. Será, seguramente, para hacer el equipaje... No tengo ninguna gana de marcharme. ( Volviendo la mirada hacia el lago.) ¡Qué bien se está aquí!
NINA.- ¿Ve usted en la otra orilla una casa y un jardín?
TRIGORIN.- Sí.
NINA.- Es la hacienda de mi difunta madre. Allí nací yo. He pasado toda mi vida junto a este lago, del que conozco hasta la última islita.
TRIGORIN.- ¡Qué bien se está aquí! ( Reparando en la gaviota.) ¿Qué es eso?
NINA.- Una gaviota... La mató Konstantin Gavrilich.
TRIGORIN.- Es un pájaro bonito... ¡En serio que no tengo gana de marcharme! ¡Vea de convencer a Irina Nikolaevna de que se quede! ( Anota algo en el libro.)
NINA.- ¿Qué escribe usted ahí?
TRIGORIN.- Nada... Tomaba una nota. Se me ha ocurrido, de pronto, un argumento. ( Escondiendo el libro.) El argumento de una novela corta... Verá... «A la orilla de un lago, desde la infancia, vive una joven»... ¡Exactamente igual que usted!... «¡Esta joven ama el lago y es feliz y libre como la gaviota...; pero un día..., de modo casual..., llega un hombre, la ve y, por hacer algo, la mata..., como mataron a esta gaviota...» ( Pausa.)
Escena III
ARKADINA en la ventana.
ARKADINA.- ¿Dónde está usted, Boris Alekseevich?
TRIGORIN.- ¡Ahora mismo voy! ( Se aleja, pero al alejarse vuelve la cabeza y mira aNINA. AARKADINA cuando llega al pie de la ventana:) ¿Qué hay?
ARKADINA.- ¡Nos quedamos! (TRIGORIN entra en la casa.)
NINA.- ( Acercándose a las candilejas, después de haber permanecido un momento pensativa.) ¿No estoy soñando?
Acto tercero
Comedor en casa deSORIN . A la izquierda y a la derecha, puertas. Aparador y armario con medicamentos. En el centro de la habitación, una mesa, una maleta y varias cajas de cartón. Se percibe un ambiente de preparativos de viaje.
Escena primera
Sentado ante la mesa, almuerzaTRIGORIN, y de pie, a su lado, estáMASCHA.
MASCHA.- ¡Todo eso se lo cuento por ser escritor!... Puede aprovecharlo. ¡Le diré, con franqueza, que, si se hubiera herido gravemente, estaría que no viviría!... ¡De todos modos, soy valiente! He decidido arrancarme este amor del corazón, y me lo arrancaré de raíz!
TRIGORIN.- ¿Cómo?
MASCHA.- Casándome. Me caso con Medvedenko.
TRIGORIN.- ¿Con el maestro?
MASCHA.- Sí.
TRIGORIN.- ¡No comprendo la necesidad!
MASCHA. ¡Amar sin esperanza!... ¡Pasarse los años enteros anhelando algo!... ¡No!... ¡Cuando me case, ya no podré pensar en el amor! ¡Las nuevas preocupaciones borrarán todo lo viejo! ¡Siempre es un cambio! ¿Tomamos otra?