TREPLEV.- ( Abrazándola.) ¡Si tú supieras!... ¡Lo he perdido todo!... ¡Ella no me quiere, y ya no puedo escribir!... ¡Todas mis esperanzas se esfumaron!
ARKADINA.- ¡No te desesperes! ¡Todo se arreglará! ¡Él se marcha y ella te volverá a querer! ( Secándose las lágrimas.) ¡Basta ya! ¿Hemos hecho las paces?
TREPLEV.- ( Besándole las manos.) ¡Sí, mamá!
ARKADINA.- ( Con ternura.) ¡Haz tú también las paces con él! ¡No vas a batirte! ¿Verdad que no?...
TREPLEV.- ¡Bien..., solo que!... ¡Permíteme, mamá, que no le vea! ¡Me resulta penoso! ¡Es superior a mis fuerzas! ( EntraTRIGORIN.) Bueno... Yo me voy. ( Recoge y guarda rápidamente en el armario todos los medicamentos.) La venda ya me la pondrá el doctor.
TRIGORIN.- ( Buscando en un libro.) Página ciento veintiuna... Renglones once y doce... Hela aquí... ( Leyendo.) «Si un día necesitas de mi vida..., ven y tómala.» (TREPLEV recoge del suelo la venda y sale.)
ARKADINA.- ( Mirando la hora.) Pronto estará preparado el coche.
TRIGORIN.- ( Para sí.) «¡Si un día necesitas de mi vida, ven y tómala!»...
ARKADINA.- Espero que ya lo tendrás todo dispuesto.
TRIGORIN.- ( Con impaciencia.) Sí, sí... ( Pensativo.) ¿Por qué en esta llamada de un alma pura me parece oír hablar a la tristeza y mi corazón se contrae enfermizamente?... «¡Si un día necesitas de mi vida, ven y tómala!» ( AARKADINA.) ¡Quedémonos un día más! (ARKADINA mueve negativamente la cabeza.) ¡Quedémonos!
ARKADINA.- ¡Querido!... ¡Sé qué es lo que te detiene aquí!... ¡Conserva el dominio sobre ti mismo! ¡Estás un poco embriagado!... ¡Desembriágate!... ¡Recobra la sobriedad!
TRIGORIN.- ¡Sé tú también sobria! ¡Sé inteligente y juiciosa!... ¡Acepta esto con espíritu de verdadero amigo! ( La oprime una mano.) ¡Eres capaz de sacrificio! ¡Sé mi amigo!... ¡Déjame!
ARKADINA.- ( Presa de fuerte excitación.) ¿Tan prendado estás?
TRIGORIN.- ¡Me atrae! ¡Es, quizá, exactamente lo que yo necesito!
ARKADINA.- ¿El amor de una niña de provincia?... ¡Oh, qué poco te conoces!
TRIGORIN.- ¡A todos nos ocurre, a veces, quedarnos dormidos de pie...; y así estoy yo ahora, mientras hablo contigo!... ¡Durmiendo y pareciéndome verla en sueños!... ¡Unos ensueños dulces y maravillosos se han apoderado de mí!... ¡Déjame!...
ARKADINA.- ( Temblando.) ¡No!... ¡No!... ¡Soy una mujer vulgar!... ¡No se me puede hablar así!... ¡No me martirices, Boris!... ¡Tengo miedo!
TRIGORIN.- ¡Si quisieras, podrías ser una mujer extraordinaria!... ¡Un amor joven, maravilloso, impregnado de poesía, capaz de transportarnos al mundo de los sueños..., es lo único que puede darnos la felicidad en la tierra!... ¡Amor semejante no lo he experimentado todavía!... ¡En mi juventud me faltaba tiempo! ¡Solo lo tenía para correr de redacción en redacción, y luchar contra la necesidad! ¡Y he aquí que ahora este amor me llega al fin! ¡Me llama!... ¿Qué razón tengo para huir de él?
ARKADINA.- ( Con ira.) ¿Te has vuelto loco?
TRIGORIN.- ¡Así será!
ARKADINA.- ¡Todos os habéis puesto hoy de acuerdo para martirizarme! ( Llora.)
TRIGORIN.- ( Cogiéndole la cabeza con las manos.) ¡No comprende!... ¡No quiere comprender!
ARKADINA.- ¿Será posible que sea ya tan vieja y tan fea que pueda hablárseme así, sin recato, de otras mujeres? ( Abrazándole y besándole.) ¡Oh!... ¡Te has vuelto loco!... Tú, que para mí eres el ser más maravilloso!... ¡Adorado mío!... ¡Última página de mi vida!... ( Se arrodilla a sus pies.) ¡Mi alegría, mi orgullo, mí beatitud!... ( Le abraza las rodillas.) ¡Si me dejaras..., aunque solo fuera por una hora..., no podría soportarlo!... ¡Eres para mí el ser más maravilloso!... ¡Dueño mío!...
TRIGORIN.- ¡Tsss! ¡Puede entrar alguien! ( La ayuda a levantarse.)
ARKADINA.- ¡Que entren! ¡No me avergüenzo de mi amor hacia ti! ( Besándole las manos.) ¡Tesoro mío! ¡Cabecita loca!... ¡Pretendes hacer locuras, pero yo no quiero que las hagas! ¡No te dejaré! ( Ríe.) ¡Eres mío! ¡Eres mío!... ¡Esa frente, esos ojos, ese maravilloso pelo de seda... son míos también!... ¡Todo tú eres mío! ¡Tu inteligencia es tanta!... ¡Tanto tu talento!... ¡Eres el mejor de los escritores del día!... ¡La única esperanza de Rusia!... ¡Hay en ti tanta sinceridad, sencillez, frescor!... ¡Tienes un sentido del humor de tan sana calidad!... ¡De una sola pincelada eres capaz de dibujar el rasgo que más principalmente caracteriza a una persona o a un paisaje! ¡Tus personajes parecen seres vivos!... ¡Oh!... ¡Es imposible leerte sin entusiasmo!... ¿Crees, acaso, que esto es incienso?... ¿Qué te estoy adulando?... ¡Pues mírame a los ojos!... ¡Mírame!... ¿Tengo aire de mentirosa?... ¡Ya lo estás viendo! ¡Soy la única que aprecio tu valor! ¡La única que te dice la verdad!... ¡Amado mío!... ¡Mi adorado!... ¿Te marcharás?... ¿Sí?... ¿Vas a abandonarme?...
TRIGORIN.- ¡No tengo voluntad propia! ¡Nunca la tuve!... ¿Y será posible que un hombre sin energías..., siempre sumiso... pueda gustar a una mujer?... ¡Cógeme!... ¡Llévame contigo, pero no me dejes alejarme de ti ni un paso!
ARKADINA.- ( Para sí.) ¡Ahora es mío! ( En tono natural, como si nada hubiera ocurrido.) ¡Por supuesto, si quieres, puedes quedarte!... Yo me marcho, y tú llegarás después... La semana que viene... ¿Qué necesidad tienes, en efecto, de darte prisa?
TRIGORIN.- No... Nos marcharemos juntos.
ARKADINA.- Como quieras. ¿Qué quieres juntos?..., pues juntos. ( Pausa. TRIGORIN anota algo en el libro.) ¿Qué estás apuntando?
TRIGORIN.- Una bonita expresión que oí esta mañana, y que me puede servir..., «Floresta de las doncellas»... ( Estirándose.) Entonces ¿hay que marcharse?... ¡Otra vez vagones de ferrocarril, estaciones, cantinas, chuletas y conversaciones!
SCHAMRAEV.- ( Entrando.) ¡Tengo el honor de anunciarles, con gran sentimiento mío, que el coche está dispuesto!... Ya es la hora, mi muy estimada, de salir para la estación. El tren llega a las dos y cinco minutos... ¡Conque ya lo sabe, Irina Nikolaevna!... ¡No olvide informarse de dónde se encuentra ahora el actor Susdaltev!... ¡Entérese de si vive y de si está en buena salud!... ¡En un tiempo solíamos vernos mucho!... ¡En «Asalto al coche correo» su actuación era inimitable!... ¡Recuerdo que entonces..., en Elisavetgard..., trabajaba con él Ismailov, el trágico!... ¡También una personalidad notable!... No tenga prisa, estimadísima...; todavía disponemos de cinco minutos... Pues bien: figúrense que una vez, representando en un melodrama una escena de conspiradores, y en el preciso momento en que, al ser descubiertos estos, tenía que decir: «¡Hemos caído en el garlito!»..., va y dice en su lugar: «¡Hemos caído en el lirgato!»... ( Riendo.) ¡Figúrense, «En el lirgato»!... ( Mientras habla, IAKOV ultima la recogida de las maletas, y la doncella traeARKADINA el sombrero, el abrigo, el paraguas y los guantes. Todos ayudan aARKADINA a prepararse. Por la puerta de la izquierda asoma y entra después, con paso indeciso, el cocinero. Luego, POLINA ANDREEVNA, SORIN yMEDVEDENKO.)