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DORN.- Y ¡qué quiere que yo le haga!

POLINA ANDREEVNA.- ¡Siempre están ustedes todos dispuestos a caer de rodillas ante una actriz!... ¡Todos!

DORN.- ( Canturreando.) «¡Ante ti otra vez estoy!»... Mire... El que la sociedad quiera a los artistas y los acoja de manera distinta que acogería, por ejemplo, a un comerciante..., es natural... ¡Idealismo puro!

POLINA ANDREEVNA.- Y cuando las mujeres se enamoraban de usted, y se le colgaban al cuello..., ¿era también idealismo?

DORN.- ( Encogiéndose de hombros.) ¿Qué..., si no?... El sentimiento de la mujer hacia mí fue siempre limpio. Lo que amaba en mí, principalmente, era al médico de excelencia... Hace cosa de diez o quince años, ¿se acuerda usted?..., en toda la región no había más tocólogo bueno que yo... ¡Además, siempre fui un hombre honrado!

POLINA ANDREEVNA.- ( Cogiéndole una mano.) ¡Querido!

DORN.- Silencio. Viene gente.

Escena IV

EntranARKADINA, del brazo deSORIN; TRIGORIN, SCHAMRAEV, MEDVEDENKO yMASCHA.

SCHAMRAEV.- ¡Ella, en el año mil ochocientos setenta y tres, durante la feria de Poltava, tuvo una actuación maravillosa!... ¡Una verdadera maravilla!... ¿No sabe usted también por dónde anda ahora Chadin, Pavel Semionovich..., el actor cómico?... ¡En Rasplaiuv trabajó de un modo incomparable!... ¡Mejor que Sadovskii! ¡Se lo juro!... ¿Dónde está ahora?

ARKADINA.- ¡Me pregunta usted siempre por personas antediluvianas!... ¿Cómo voy a saberlo? ( Se sienta.)

SCHAMRAEV.- ( Con un suspiro) ¡Paschka Chiadin!... ¡Ya no hay ninguno como él!... ¡El teatro, Irina Nikolaevna, está en decadencia!... ¡Donde antes había fuertes robles, ahora no quedan más que troncos!...

DORN.- ¡Es verdad!... ¡Sin embargo, hoy en día hay menos talentos brillantes, pero el actor medio es mucho mejor!

SCHAMRAEV.- ¡No estoy de acuerdo!... ¡Claro que es cuestión de gusto! « De gustibus aut bene aut nihil»... (TREPLEV sale de detrás del estrado.)

ARKADINA.- ( A su hijo.) ¡Hijo querido!... ¿Cuándo vais a empezar?

TREPLEV.- Dentro de un minuto. Les ruego un poco de paciencia.

ARKADINA.- ( Recitando.) «¡Oh Hamlet..., tus razones me hacen dirigir la vista a mi conciencia, y advierto allí las más negras y groseras manchas que acaso nunca podrán borrarse!»

TREPLEV.- ( Citando, a su vez, Hamlet.) «¿Y por qué cediste al vicio y buscaste el amor en el abismo del crimen?» ( Detrás del estrado suena el toque dado con un cuerno de caza.) ¡Señores! ¡Va a comenzar! ¡Les ruego presten atención! ( Pausa.) ¡Empieza! ( Da unos golpes con un palito y dice, alzando la voz:) «¡Oh vosotras, honorables y viejas sombras que pasáis raudas en la noche sobre este lago!... ¡Adormécenos para que podamos contemplar en sueños lo que habrá de suceder dentro de doscientos mil años!»

SORIN.- Dentro de doscientos mil años no habrá nada.

TREPLEV.- ¡Representadnos ese nada!

ARKADINA.- Que así sea... Nos estamos durmiendo. ( Se alza el telón, descubriendo la vista del lago. La luna, alta en el cielo, se refleja en el agua. Sobre una gran piedra, y, toda vestida de blanco, está sentadaNINA SARECHNAIA.)

NINA.- «¡Gentes! ¡Leones! ¡Águilas y codornices!... ¡Ciervos astados! ¡Gansos! ¡Arañas! ¡Peces silenciosos que poblabais el agua! ¡Estrellas del mar y demás seres que el ojo humano no alcanza a ver!... ¡Vidas todas, vidas todas, en suma..., que girasteis sobre vuestro triste círculo y os apagasteis!... ¡Hace ya mil siglos que la tierra no contiene ni un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano su farol!... ¡En el prado, ya no despiertan con un grito las grullas, ni se oye el chasquido del escarabajo en la arboleda de los tilos!... ¡Frío, frío!... ¡Vacío, vacío, vacío!... ¡Miedo, miedo, miedo!... ( Pausa.) ¡Los cuerpos de los seres vivientes desaparecieron en lo vano, y la materia los transformó en piedra, en agua, en nubes..., mientras sus almas se unían hasta formar una sola!... ¡Esta alma total del universo..., soy yo!... ¡Yo!... ¡En mí vive el alma de Alejandro el Grande, de César, de Shakespeare, de Napoleón y de la última sanguijuela!... ¡En mí, la conciencia humana se unió al instinto de los animales y lo recuerda todo, todo, todo..., volviendo a revivir estas vidas!»... ( Aparecen unos fuegos fatuos, semejantes a los que se ven en los pantanos.)

ARKADINA.- ( En voz baja.) ¡Es algo decadente!

TREPLEV.- ( Con acento suplicante y en tono de reproche.) ¡Mamá!

NINA.- ¡Soy una solitaria! ¡Solo una vez, cada cien años, abro la boca para hablar! ¡Mi voz resuena tristemente en el vacío y nadie me oye!... ¡Tampoco vosotras, pobres lucecitas, me oís!... ¡El putrefacto pantano os hace nacer en la madrugada, y vagáis hasta el amanecer sin pensamiento, sin voluntad y sin percibir el pulso de la vida!... ¡El padre de la escoria eterna..., el diablo, temiendo que renazca en vosotras la vida..., os troca a cada instante (como a las piedras y al agua) en átomos, y os mudáis sin cesar!... ¡Solo en toda la eternidad permanece inmutable..., inalterable un espíritu! ( Pausa.) ¡Como un prisionero arrojado a un profundo y vacío pozo!... ¡Y yo no sé dónde estoy, ni lo que me espera!... ¡Lo único que no me ha sido revelado es que, en la lucha cruel y encarnizada con el diablo..., he de vencer y que, tras esto, materia y espíritu se fundirán en maravillosa armonía, comenzando el reinado de la libertad para el universo!... ¡Esto, sin embargo, no acaecerá hasta que, poco a poco, al cabo de una hilera de millares de años, la Luna, el claro Sirius y la Tierra se tornen en polvo!... ¡Entre tanto, todo será horror, horror!... ( Pausa. Sobre el lago surgen dos puntos rojos.) ¡He aquí que ya se acerca mi poderoso adversario!... ¡Veo sus terribles ojos, color carmesí!»...

ARKADINA.- Huele a azufre. Tiene que oler así?

TREPLEV.- Sí.

ARKADINA.- ( Riendo.) ¡Qué efecto más notable!

TREPLEV.- ¡Mamá!

NINA.- ¡Se aburre sin el hombre!...

POLINA ANDREEVNA.- ( ADORN.) ¡Ya se ha quitado usted el sombrero! ¡Póngaselo, si no quiere coger frío!

ARKADINA.- El doctor se ha descubierto ante el diablo!... ¡El padre de la escoria eterna!

TREPLEV.- ( Con súbito acaloramiento y fuerte voz.) ¡Se acabó el espectáculo! ¡Basta!... ¡Telón!

ARKADINA.- ¿Pero por qué te enfadas?

TREPLEV.- ¡Basta! ¡Telón! ( Este desciende.) ¡Perdonen!... ¡No había tenido en cuenta que escribir obras y representarlas es privilegio de unos cuantos!... ¡He interrumpido el uso de ese monopolio!... ¡A mí!... ¡Yo!... ( Intenta decir algo, pero no puede, y con un ademán de enojo desaparece por la izquierda.)