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ARKADINA.- ¿Qué le pasa?

SORIN.- ¡Irina!... ¡No se puede, querida, tratar así al amor propio juvenil!...

ARKADINA.- Pero ¿qué le he dicho?

SORIN.- Le has ofendido.

ARKADINA.- ¡El mismo nos había advertido de que todo era una broma..., y yo, naturalmente, como una broma lo he tomado!

SORIN.- De todos modos...

ARKADINA.- ¡Ahora va a resultar que ha escrito una gran obra!... ¡Vaya por Dios!... ¡Quiere decirse que, al organizar este espectáculo y obsequiarnos con azufre, no se trataba de una broma, sino de una demostración artística!... ¡Pretendía enseñarnos cómo se debe escribir y trabajar en escena!... ¡En fin!... ¡Ya nos ha aburrido bastante!... ¡Las salidas de tono y los alfilerazos aburren a cualquiera!... ¡Es un chico caprichoso y susceptible!

SORIN.- Él lo que quería era proporcionarte un gusto.

ARKADINA.- ¿Sí?... ¡Y, además, no ha elegido una obra normal..., sino que nos ha obligado a escuchar todo un delirio decadente!... ¡Como broma, estoy dispuesta a escuchar incluso «delirios»..., pero aquí hay pretensiones a nuevas formas..., a una nueva era del arte!... ¡A mí me parece que lo que demuestra no es que ha encontrado «nuevas formas», sino que tiene mal carácter.

TRIGORIN.- Cada cual escribe como quiere y como puede.

ARKADINA.- ¡Pues que escriba como quiera y como pueda; pero que me deje a mí en paz!

DORN.- ¡Te encolerizas, Júpiter!...

ARKADINA.- ¡No soy Júpiter..., soy, sencillamente, una mujer... ( Enciende un cigarrillo.), y no me encolerizo! Pero sí me enoja el que un muchacho emplee el tiempo en cosas tan aburridas... ¡No era mi intención ofenderle!

MEDVEDENKO.- ¡Nadie tiene el derecho de separar el espíritu de la materia, ya que puede que sea el espíritu el que mantiene unidos los átomos! ( ATRIGORIN, y animando el tono.) ¿Nole parece que no estaría mal escribir una obra y representarla..., sobre cómo vivimos nosotros..., los maestros?... ¡Ah!... ¡Es una vida dura la nuestra!

ARKADINA.- Muy justo; pero no vamos a seguir hablando de obras ni de átomos... ¡El anochecer está sumamente agradable! ( Tendiéndole el oído.) Me parecía oír cantar... ¡Qué delicia!

POLINA ANDREEVNA.- Es en la otra orilla. ( Pausa.)

ARKADINA.( ATRIGORIN.) ¡Siéntese a mi lado!... Hará cosa de diez o quince años..., aquí, en el lago, todas las noches, ininterrumpidamente, había música y canto... Esparcidas por la ribera hay seis haciendas, y todavía recuerdo las risas, el alboroto, los estampidos que se oían... Pues ¡y las historias amorosas!... El « jeune premier», el ídolo de todas estas haciendas, era entonces el aquí presente ( Señalando aDORN.), doctor Evguenii Sergueich... ¡Ahora es un hombre encantador, pero en aquel tiempo era irresistible!... ¡A todo esto, la conciencia empieza a remorderme por haber ofendido a mi pequeño!... ¡Me siento intranquila!... ( Alzando la voz.) ¡Kostia!... ¡Hijo!... ¡Kostia!

MASCHA.- Yo iré a buscarlo.

ARKADINA.- ¡Hazme ese favor, querida!

MASCHA.- ( Avanzando hacia la izquierda.) ¡Uúuuuu!... ¡Konstantin Gavrilovich! ( Sale.)

NINA.- ( Surgiendo de detrás del estrado.) Como seguramente no continuará, me figuro que puedo salir... Buenas noches... ( Cambia un beso conARKADINA yPOLINA ANDREEVNA.)

SORIN.- ¡Bravo!

ARKADINA.- ¡Bravo, bravo!... ¡La hemos admirado!... ¡Con un exterior y una voz tan maravillosos como los suyos, es imposible..., un verdadero pecado..., vivir escondida en el campo!... ¡En usted hay talento!... ¡Escuche!... ¡Tiene que trabajar en escena!

NINA.- ¡Oh!... ¡Ese es, precisamente, mi sueño! ( Suspira.) ¡Pero nunca se realizará!

ARKADINA.- ¡Quién sabe!... Permítame que la presente: Trigorin, Boris Alekseevich.

NINA.- Qué alegría para mí!... ( Turbándose.) ¡Le leo siempre!

ARKADINA.- ( Haciéndola sentar a su lado.) ¡No se azare, querida!... ¡A pesar de su celebridad, es un alma sencilla!... ¿Lo ve?... ¡Él también se azara!

DORN.- Creo que ya se podía levantar el telón. Impone verle bajo.

SCHAMRAEV.- ¡Iakov!... ¡Levanta el telón! ( Este se alza.)

NINA.- ( ATRIGORIN.) ¿No es verdad que la obra es extraña?

TRIGORIN.- No he comprendido en absoluto nada. ¡Sin embargo, la estaba viendo con gusto! ¡Actuaba usted con tanta sinceridad!... ¡La decoración, además, era maravillosa! ( Pausa.) ¡Con seguridad que en este lago hay muchos peces!

NINA.- Sí.

TRIGORIN.- Me gusta pescar. Para mí no hay mayor placer que sentarse a una orilla al atardecer, y seguir con la vista el movimiento del flotador.

NINA.- ¡Pues a mí se me figura que para el que ha experimentado el placer de crear. ya no puede existir ningún otro placer!

ARKADINA.- ( Riendo.) ¡No le hable así!... ¡Cuando le dicen cosas bonitas se queda pegado!

SCHAMRAEV.- Recuerdo que una vez, en la ópera de Moscú, cuando el célebre Silva atacaba el «do» más bajo de la escala..., se encontraba como a propósito en la galería uno de nuestros cantores sinodales. Pues bien..., figúrense cuál sería nuestro asombro al oír un «¡Bravo, Silva!», dicho desde arriba y en una octava todavía más baja... Así... ( En un hilo de voz bajísimo.)

«¡Bravo, Silva!»... ¡El teatro entero se quedó petrificado! ( Pausa.)

DORN.- Ha pasado un ángel.

NINA.- Tengo que marcharme. Adiós.

ARKADINA.- Pero ¿por qué?... Por qué tan temprano? ¡No se lo permitimos!

NINA.- Es que me espera mi padre.

ARKADINA.- ¡Qué le vamos a hacer, entonces! ( Cambian un beso.) ¡Nos da pena dejarla marchar!

NINA.- Pues ¡si supiera la pena que me da a mí irme!

ARKADINA.- ¡Alguien tendrá que acompañarla, pequeña!

NINA.- ( Asustada.) ¡Oh, no, no!

SORIN.- ( A ella en tono de súplica.) ¡Quédese!

NINA.- ¡No puedo, Piotr Nikolaevich!

SORIN.- ¡Quédese una hora más siquiera!... ¿No?...