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NINA.- ( Después de pensarlo un momento, y entre lágrimas.) ¡Imposible! ( Le estrecha la mano y sale apresuradamente.)

ARKADINA.- ¡En realidad. esta muchacha es una desgraciada!... Dicen que su difunta madre dejó toda su enorme fortuna a su marido. ¡Toda, hasta la última «kopeika»!... Por eso, ahora esta niña se ha quedado sin nada, pues parece ser que su padre ha hecho testamento a favor de su segunda mujer!... ¡Es indignante!

DORN.- Sí... El papaíto es bastante animal..., la verdad sea dicha.

SORIN.- ( Frotándose las manos, que se le han quedado frías.) Vámonos nosotros también. Esto se ha puesto muy húmedo. Me duelen las piernas.

ARKADINA.- Las tienes como de madera. Se ve que andas con dificultad... ¡Vámonos, pues, viejo mío desdichado! ( Le agarra del brazo.)

SCHAMRAEV.- ( Ofreciendo el brazo a su mujer.) «¡ Madame!»...

SORIN.- Oigo otra vez aullar al perro. ( ASCHAMRAEV.) ¡Tenga la bondad, Ilia Afanasievich, de decir que le suelten!

SCHAMRAEV.- ¡Imposible, Piotr Nikolaevich! ¡Me da miedo de que entren ladrones en el granero! ¡Tengo allí guardado mijo! ( AMEDVEDENKO, que ha echado a andar a su lado.) Pues, como le decía..., ¡en toda una octava más baja!: «¡Bravo, Silva!»... ¡Y no se trataba de ningún artista, sino de un simple cantor sinodal!

MEDVEDENKO.- ¿Qué sueldo es el de un cantor sinodal? ( Salen todos, salvoDORN.)

DORN.- ( Solo.) No sé... Puede que yo no entienda nada, o que me haya vuelto loco, pero la obra me ha gustado. Hay algo en ella... Cuando esa niña habló de la soledad..., y después, cuando aparecieron los ojos rojos del diablo..., las manos me temblaban de nervioso que estaba... Es una cosa fresca..., ingenua... Aquí me parece que viene. Tengo gana de decirle muchas cosas gratas.

TREPLEV.- ( Entrando.) Ya no hay nadie.

DORN.- Estoy yo.

TREPLEV.- Maschenka anduvo buscándome por todo el parque. ¡Es una criatura insoportable!

DORN.- ¡Konstantin Gavrilovich!... ¡Su obra me ha gustado muchísimo!... ¡Es un tanto extraña, y no he oído el final; pero, sin embargo, la impresión que produce es fuerte!... ¡Es usted un hombre de talento, y debe seguir escribiendo! (TREPLEV, tras estrecharle fuertemente la mano, movido de un arranque espontáneo, le abraza.) ¡Pues no está poco nervioso!... ¡Si hasta se le llenan los ojos de lágrimas!... ¿Qué otra cosa quería decirle»... ¡Ah, sí!... Así tiene que ser, porque la obra artística debe, desde luego, expresar algún pensamiento grande... ¡Solo lo serio es maravilloso!... Pero ¡qué pálido está!...

TREPLEV.- ¿De modo que..., que usted opina que debo continuar?

DORN.- ¡Ciertamente! Ahora... eso sí..., ¡represente únicamente lo que es importante y lo que es eterno!... ¡Usted ya sabe que he tenido una vida muy variada, y que he sido hombre de gusto!... ¡Me encuentro satisfecho, pero si hubiera sentido alguna vez el impulso espiritual que sienten los artistas en el momento de la creación, me parece que hubiera despreciado mi envoltura física, y todo cuanto esta supone, y hubiera volado a la altura..., lejos de la tierra!

TREPLEV.- Perdone... ¿Dónde está Sarechnaia?

DORN.- Y esto, además... ¡En la obra tiene que haber un pensamiento claro y resuelto!... ¡Tiene usted que saber para qué escribe!... De otro modo..., si sigue usted un camino pintoresco, pero que no conduce a ningún fin determinado, corre el peligro de extraviarse, y de que su propio talento sea su destrucción.

TREPLEV.- ( Con impaciencia.) ¿Dónde estás, Sarechnaia?

DORN.- Se fue a su casa.

TREPLEV.- ( Con acento desesperado.) ¿Qué hacer?... ¡Quiero verla!... ¡Es indispensable que la vea!... ¡Me voy!

Escena V

EntraMASCHA.

DORN.- ( ATREPLEV.) ¡Cálmese, amigo mío!

TREPLEV.- ¡No!... ¡Me voy! ¡Tengo que irme!

MASCHA.- Donde tiene que ir es a su casa. Konstantin Gavrilovich... Su madre le espera. Está intranquila.

TREPLEV.- ¡Dígala que me he marchado!... ¡Les ruego a todos que me dejen en paz!... ¡Déjenme! ¡No me sigan!

DORN.- ¡Pero, querido!... ¡No se puede!... ¡Eso no está bien!...

TREPLEV.- ( Entre lágrimas.) ¡Adiós, doctor!... ¡Gracias! ( Sale.)

DORN.- ( Suspirando.) ¡Juventud, juventud!...

MASCHA.- Cuando no se tiene otra cosa que decir, se dice: «¡Juventud, juventud!» ( Toma rapé.)

DORN.- ( Quitándole la tabaquera y tirándola entre los arbustos.) Me parece que en casa deben de estar jugando... Tengo que irme.

MASCHA.- ¡Espere!

DORN.- ¿A qué?

MASCHA.- ¡Vuelvo a decírselo una vez más!... ¡Me gustaría hablar con usted!... ( Nerviosa.) ¡Noquiero a mi padre y, sin embargo, el corazón me guía hacia usted sin que yo mismo sepa la razón! ¡Mi alma entera ve en usted un ser que le es próximo!... ¡Ayúdeme!... ¡Si no lo hace, haré yo de mi vida un escarnio y la destrozaré!... ¡No puedo más!

DORN.- Pues ¿qué le pasa?... ¿En qué puedo ayudarla?...

MASCHA.- ¡Sufro!... ¡Nadie puede imaginar mis sufrimientos!... ( Reclina la cabeza sobre el pecho de él, y añade quedamente.) ¡Quiero a Konstantin! DORN.- Pero ¡qué nerviosos están todos!. ¡Qué nerviosos!... Y ¡cuánto amor!... ¡Oh, lago embrujado'... ( Cariñosamente.) ¿Y qué puedo hacer yo, criatura?... ¿Qué puedo hacer?... ¿Qué?...

Acto segundo

La escena representa un campo de «croquet». En el fondo, a la derecha, casa con gran terraza; a la izquierda, el lago sobre el que se refleja la luz brillante del sol. Platabandas de flores. Es mediodía. Hace calor.

Escena primera

En un banco, junto al campo de «croquet», bajo la sombra de un viejo tilo, están sentadosARKADINA, DORN Y MASCHA. Sobre las rodillas deDORN descansa un libro abierto.

ARKADINA.- ( AMASCHA.) ¡Pongámonos en pie una al lado de otra! ( Se levantan.) ¡Usted tiene veintidós años, y yo, casi el doble!... ¡Y, sin embargo..., Evguenii Serguevich!... ¿Cuál es la más joven de las dos?