NINA.- ( Con entusiasmo.) ¡Sí, sí!... ¡La comprendo!
SORIN.- ¡La ciudad es mejor..., naturalmente! ¡Allí, cuando estás en tu despacho, el criado no deja pasar a nadie que no se anuncie!... ¡Y luego tienes el teléfono..., y en la calle, «ischvoschik 3»!...
DORN.- ( Canturreando.) «¡Flores mías, habladme de mi amor!»...
Escena II
EntraSCHAMRAEV seguido dePOLINA ANDREEVNA.
SCHAMRAEV.- ¡Aquí estamos! ¡Buenos días! ( Besa primero la mano deARKADINA, y después la deNINA.) ¡Me alegra mucho verles con tan buena salud! ( AARKADINA.) Por cierto..., mi mujer me dice que pensaban ustedes ir hoy juntas a la ciudad... ¿Es verdad eso?
ARKADINA.- En efecto, pensamos ir.
SCHAMRAEV.- ¡Jem!... ¡Magnífico! Solo que dígame, estimada señora..., ¿cómo van a ir? Hoy están ocupados todos los mozos con el acarreo del centeno... ¿De qué caballos iba usted a disponer..., me permito preguntarla?
ARKADINA.- ¿Cómo que de qué caballos? ¿Es que voy a saber yo los caballos que hacen falta?
SORIN.- ¡También tenemos caballos de tiro!
SCHAMRAEV.- ( Nervioso.) De tiro, sí..., pero ¿de dónde voy a sacar los arreos?... ¡Esto es asombroso..., incomprensible!... ¡Perdone!... ¡Me inclino con admiración ante su talento!... ¡Estaría dispuesto a dar por usted diez años de vida, pero caballos..., no puedo darle!
ARKADINA.- ¡Tengo, sin embargo, necesidad de ir!... ¡Qué ocurrencia!...
SCHAMRAEV.- ¡Estimada señora mía!... ¡Usted no sabe lo que son las faenas del campo!
ARKADINA.- ( Acalorándose.) ¡Eso ya es historia vieja; pero, bueno..., en tal caso, hoy mismo me marcho a Moscú!... ¡Diga que vayan a la aldea y alquilen caballos para mí! ¡Si no lo hace, iré a pie!
SCHAMRAEV.- ( Acalorándose a su vez.) ¡Si es así, renuncio a mi puesto! ¡Búsquese otro administrador! ( Sale.)
ARKADINA.- ¡Todos los veranos me ocurre igual! ¡Todos los veranos recibo una ofensa! ¡No volveré jamás a poner el pie aquí! ( Sale por la izquierda, en dirección al lago; pero un minuto después se la ve entrar en casa, seguida deTRIGORIN, que transporta unas cañas de pescar y un cubo.)
SORIN.- ( También acalorado.) ¡Es una frescura! ¡Acaban por hartarle a uno! ¡Que traigan ahora mismo todos los caballos!
NINA.- ( APOLINA ANDREEVNA.) ¿Cómo puede negarse algo a Irina Nikolaevna?... ¡A una artista célebre!... ¿Acaso no son más importantes cada uno de sus deseos y hasta el último de sus caprichos, que las faenas del campo?... ¡Es inverosímil!
POLINA ANDREEVNA.- ( Con acento desesperado.) ¿Y qué puedo hacer yo?... ¡Háganse cargo de mi situación! ¿Qué puedo hacer?
SORIN.- ( ANINA.) ¡Vamos a ver a mi hermana! ¡Le suplicaremos encarecidamente que no se vaya! ¿No le parece?... ( Mirando hacia el camino tomado porSCHAMRAEV.) ¡Qué hombre más insoportable!... ¡Todo un déspota!
NINA.- ( Sujetándole para impedirle levantarse.) ¡Siga sentado!... ¡Le llevaremos en el sillón! ( Entre ellay MEDVEDENKO empujan a este.) ¡Es terrible!
SORIN.- ¡Es terrible, sí..., pero no se marchará! ¡Ahora mismo hablaré con él! ( Salen, quedando solosDORN yPOLINA ANDREEVNA.)
DORN.- ¡La gente es aburrida!... ¡Lo que habría que hacer, en realidad, sería echar a su marido de aquí a puntapiés..., pero todo acabará en que ese viejo calzonazos de Piotr Nikolaevich y su hermana le pedirán perdón! ¡Ya lo verá usted!...
POLINA ANDREEVNA.- Es que los caballos de tiro también los mandó al campo... ¡No hay día en que no surja una mala inteligencia! ¡Si supiera usted cómo me alteran estas cosas! ¡Me pongo mala! ¿Lo ve?... ¡Estoy temblando!... ¡No puedo soportar su brutalidad!... ( En tono suplicante.) ¡Evguenii!... ¡Querido!... ¡Bien mío! ¡Lléveme con usted! ¡Nuestro tiempo se va! ¡Ya no somos jóvenes, y no tendremos que escondernos ni que mentir, aunque sea el final de la vida! ( Pausa.)
DORN.- Ya es tarde para cambiarla... Tengo cincuenta y cinco años.
POLINA ANDREEVNA.- ¡Ya sé que si me rechaza es porque, además de mí, hay para usted otras mujeres!... ¡Claro que no puede llevárselas a todas! ¡Lo comprendo muy bien!... ¡Perdone!... ¡Le estoy aburriendo! (NINA aparece junto a la casa, y empieza a coger flores.)
DORN.- No... Nada de eso.
POLINA ANDREEVNA.- ¡Los celos me hacen sufrir!... ¡Ya sé que como es usted médico, le es imposible dejar de ver mujeres!... ¡Lo comprendo!
DORN.- ( ANINA, que se acerca.) ¿Qué tal van las cosas por ahí?
NINA.- ¡Irina Nikolaevna está llorando, y a Piotr Nikolaevich le ha dado un ataque de asma!
DORN.- ( Levantándose.) Les daremos unas gotas de valeriana.
NINA.- ( Tendiéndole las flores que acaba de cortar.) ¡Tenga!
DORN.- « Mercibien!» ( Se encamina hacia la casa.)
POLINA ANDREEVNA.- ( Siguiéndole.) ¡Qué bonitas flores! ( Con encono, mientras se aleja en su compañía.) ¡Entrégueme esas llores! ¡Entréguemelas! ( Con ellas en la mano, las rompe y las arroja a un lado. Ambos entran en la casa.)
NINA.- ( Sola.) ¡Qué extraño resulta ver llorar a una artista célebre..., y además, por una causa tan trivial!... ¡También se le antoja a una raro que un escritor famoso, favorito del público, sobre el que escriben todos los periódicos, cuyo retrato se vende en todas partes y cuyas obras son traducidas a todos los idiomas extranjeros..., se pase el día entero pescando y se ponga tan contento cuando coge dos carpas!... ¡Yo imaginaba a la gente célebre orgullosa..., inabordable..., despreciando a la masa por conceder ésta más valor a la nobleza, a la casta, a la fortuna, y vengándose de ella con la gloria y el brillo del nombre!... ¡Y, en realidad, lloran, pescan, juegan a las cartas, se ríen y se enfadan como todo el mundo!
TREPLEV.- ( Entrando sin sombrero, y llevando en la mano una escopeta y una gaviota muerta.) ¿Está usted sola?