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Wili deambulaba por el césped, con las manos profundamente metidas en sus bolsillos y la cara baja. Dio unas patadas al polvo allí donde la hierba era de color más oscuro. Los nuevos propietarios no eran muy aficionados a regar, o tal vez las tuberías estaban reventadas.
Aquella parte de Livermore no había sido alcanzada por la lucha. Los que habían perdido se habían retirado pacíficamente después de ver cómo las burbujas se elevaban sobre sus recursos más importantes. Dejando aparte la hierba que se moría, aquello era hermoso, los edificios eran mucho más lujosos de lo que Wili se podía imaginar. A su lado los palacios de los Jonques de Los Ángeles parecían barracas cuando se iluminaban con todas sus luces. Y todavía había más. Todo lo que había allí: aviones, automóviles, mansiones… todo podía ser suyo.
Así es mi mala suerte. Tengo todo lo que siempre deseé, pero he perdido a aquellos que eran más importantes para mí. Paul había decidido retirarse. Era lógico y Wili no estaba enfadado por ello. Pero, de todas formas, le dolía. Wili volvió a pensar en la reunión que acababan de tener hacía media hora. En cuanto había visto la cara de Paul, lo había adivinado. Wili intentó no hacer caso de ello y se apresuró a abordar el tema que supuso iban a tratar.
—Acabo de hablar con los médicos que han llegado en vuelo desde Francia, Paul. Dicen que todas mis vísceras funcionan bien. Me han sometido a todas las pruebas posibles —había tenido que aguantar docenas de pruebas dolorosas e indignantes más graves que las que le habían hecho en Scripps, aunque menos potentes. Los médicos franceses no eran biocientíficos, pero formaban el mejor equipo médicos que el director de Europa había podido tolerar—, y dicen que aprovecho bien mis alimentos y que estoy creciendo aprisa —sonrió—. Apuesto a que llegaré a medir más de un metro setenta.
Paul se había reclinado en su silla y le había devuelto la sonrisa. El mismo anciano parecía que estaba bien. Había sufrido una grave conmoción cerebral durante la batalla y durante algún tiempo los doctores no habían estado seguros de que pudiera sobrevivir.
—Yo también voy a apostar por ello. Es precisamente lo que estaba deseando. Vas a vivir mucho tiempo y gracias a ello el mundo será mucho mejor. Y…
Su voz se debilitó y no pudo sostener la mirada del muchacho. Wili contuvo la respiración, rogando a Dio que sus sospechas no se confirmaran. Permanecieron en silencio durante un momento interminable. Wili miró a su alrededor intentando aparentar que nada importante iba a decirse. Naismith se había apropiado del despacho de algún pez gordo de la Paz. Gozaba de una preciosa vista de las colinas del sur. Aunque estaba al nivel del suelo, parecía hecho especialmente para el anciano. Las paredes estaban desnudas, aunque se notaba un rectángulo más oscuro en la pared que quedaba enfrente de la mesa de Paul. Allí había habido un cuadro colgado. Wili intentaba pensar en ello.
Por fin, Naismith habló:
—Es curioso. Creo que ya he cumplido mi penitencia por haberles dado ciegamente la burbuja al principio de todo esto. He logrado todo lo que había soñado desde los años en que la Autoridad destruyó el mundo. Pero, a pesar de todo, Wili, voy a retirarme, por lo menos durante unos cincuenta años.
—¡Paul! ¿Por qué? —ahora ya estaba dicho y Wili no pudo evitar que su voz revelara su dolor.
—Por muchas razones. Tengo muy buenas razones —Naismith se inclinó hacia delante, a propósito—. Ya soy muy viejo. Creo que vas a ver cómo muchos de mi generación te abandonan. Sabemos que los biocientíficos de Scripps tienen maneras de ayudarnos.
—Pero debe haber otros. Ellos no pueden ser los únicos que guarden este secreto.
—Tal vez. Los biocientíficos salen a la superficie muy lentamente. No están muy seguros de que la humanidad los acepte, a pesar de que ya hace décadas que terminaron las plagas.
—Entonces, ¡quédate! Espera a ver lo que pasa —Wili no sabía qué podía añadir, pero dio con un motivo que podría ser lo bastante poderoso—. Paul, si te vas, no podrás volver a ver a Allison, y siempre he creído que…
—Has creído que yo amaba a Allison. Que odiaba tanto a la Autoridad por causa de ella, aunque tuviera otros motivos —su voz se atenuó—. Tienes razón, Wili, ¡pero no se lo digas nunca! El hecho de que esté viva, tal como yo la recordaba, es un milagro que supera a todos mis sueños. Pero ella es otra de las razones por las que debo irme, e irme pronto. Es muy doloroso verla cada día; me aprecia, pero casi como a un extraño. El hombre que ella conoció ya murió, y lo que veo en ella es ante todo piedad. Debo huir de esto.
Se interrumpió, y luego prosiguió:
—Hay algo más, Wili. Me pregunto que pasó con Jill. ¿Es que tal vez perdí a la que me pertenecía en realidad? Tengo las pesadillas más locas desde que perdí el sentido. Estaba esforzándose terriblemente para hacer que volviese en mí. Parecía más real que cualquier otra persona y se preocupaba más. Pero no es posible que un programa tenga sentimientos, estamos muy lejos de tener sistemas tan poderosos. Nadie se sacrificó por nosotros.
Pero la expresión de su mirada convertía aquella frase en una pregunta.
Esta misma pregunta se la había hecho Wili muchas veces desde que Jill le había sacado del blindado. Recordó. Había conocido a Jill… usado el programa Jill… durante casi nueve meses. Su proyección había estado con él cuando estuvo enfermo; ella le había ayudado para que aprendiera la programación simbiótica. Algo en lo más recóndito de su mente la había considerado siempre como a una de sus mejores amigas. No intentó suponer cuánto más intensos eran los sentimientos de Paul. Wili recordó la reacción histérica de Jill cuando Paul resultó herido. Había desaparecido de la red de enlace durante unos minutos, y sólo volvió a ella durante el último segundo para intentar salvar a Wili. Jill era muy compleja, tan compleja que fracasaría cualquier intento de hacer una copia de ella. Parte de su «identidad» se derivaba del exacto sistema de interconexión de procesos que se había desarrollado durante los primeros años que había estado con Paul.
Pero Wili había estado dentro de aquel programa; había visto sus limitaciones, sus faltas de flexibilidad. Movió la cabeza.
—Sí, Paul. El programa Jill no era una persona. Quizás algún día tengamos sistemas lo bastante potentes, pero… Jill no era más… que un simulador.
Wili creía lo que estaba diciendo. Entonces, ¿por qué estaban sentados allí, con los ojos anegados de lágrimas?
El silencio duró un minuto, mientras ambos recordaban un amor y un sacrificio que, en realidad, no había podido existir. Al fin, Wili apartó lo sobrenatural y miró al anciano. Si antes Paul había estado solo, ¿cómo iba a estar ahora?
—Puedo ir contigo, Paul —y Wili no sabía si estaba pidiendo y ofreciendo.
Naismith también se movió y pareció regresar al presente.
—No puedo impedírtelo, pero confío en que no lo harás —sonrió—. No te preocupes por mí. No habría vivido tanto si hubiera sido un loco sentimental. Ahora es tu ocasión. Wili. Has de hacer muchas cosas.
—Sí. Supongo que sí. También está Mike, que necesita… —Wili se interrumpió al ver la expresión de Paul—. ¡No! ¿Mike también quiere irse?
—Sí, pero tardará algunos meses. Ahora Mike no es demasiado popular. ¡Oh, sí! Al final se portó bien. No creo que hubiésemos podido ganar sin él, pero los Quincalleros están enterados de lo que hizo en La Jolla. Y él lo sabe y le resulta difícil vivir así.
—Es decir, que él también se irá.
—No. Por lo menos, ésta no es toda la historia. Mike tiene que hacer algunas cosas. La primera se refiere a Jeremy. Según los registros de Livermore, puedo calcular con pocos días de error la fecha en que el muchacho saldrá de la burbuja. Han de pasar unos cincuenta años. Mike va a salir un año más o menos antes de ello. Acuérdate de que Jeremy está muy cerca de la entrada por el lado del mar, sería muy fácil que cuando la burbuja reviente, alguna roca pudiera desprenderse y le matara. Mike estará allí para asegurarse de que no suceda algo así. Un par de años después, la burbuja que está englobando el generador de Livermore reventará. Mike quiere estar allí cuando esto ocurra. Entre otras cosas, va a estar allí para intentar salvar a Della Lu. Ya sabes que sin ella hubiéramos perdido. Los de la Paz habían ganado, pero sin embargo iban a seguir con su loco proyecto de destruir el mundo. Tanto Mike como yo estamos de acuerdo en que ella debió cubrir con una burbuja su generador. La situación va a resultar muy peligrosa para Della durante los primeros cinco minutos después de su regreso a la vida.