El capitán se quedó un momento pensativo.
—Es que yo soy muy amante de los animalitos, hombre —dijo finalmente, levantando su mirada hacia G.H. Bondy—. No sé qué pensará de esto que le he contado, capitán Bondy.
El señor Bondy movió la cabeza para manifestar que estaba completamente de acuerdo.
—Entonces, me alegro —dijo contento van Toch—. Esos tapa-boys son muy buenos y sensatos. Cuando uno les habla, prestan atención como si estuviesen escuchando a su amo. Y, más que nada, esas manitas suyas… ¿sabes, muchacho? Yo soy un hombre viejo y no tengo familia… Yes, un hombre completamente solo en el mundo —gruñó el capitán, tratando de disimular su emoción—. Esos lagartos son tremendamente simpáticos, hay que reconocerlo. ¡Si no los devorasen los tiburones! Cuando yo empecé a tirarles piedras, quiero decir a esos sharks, ellos, los tapa-boys, empezaron a tirarles también. Es verdad que no alcanzaban muy lejos, porque tienen los brazos muy cortitos, pero, de todos modos, oye, es extraño. «Si son tan mañosos, muchachos», les dije, «traten de abrir una madreperla con mi navaja». Y dejé la navaja en el suelo. Al principio parecían tímidos, pero luego uno de ellos tomó la navaja y probó a meter la punta entre las dos conchas. «Hay que ir abriéndola poco a poco», le dije, «¿ves?, torciendo la navajita y ¡ya está!» El pobrecito probaba y probaba, hasta que al fin se oyó un crujido y el molusco se abrió. «¿Lo ves?», le dije, «¡si es muy sencillo! Si lo sabe hacer uno de esos paganos cingaleses o batacos, ¿cómo no iba a hacerlo un tapa-boy?» Yo, desde luego, no podía decirles a los lagartos que el que hubiesen abierto una concha era algo maravilloso y extraordinario. Pero ¡créame usted!, yo estaba… bueno, completamente thun-derstruck.»
—Como el que ve visiones —sugirió el señor Bondy.
—Yes, eso es, como el que ve visiones. Todo esto me daba tantas vueltas en la cabeza que decidí quedarme con mi barco, en aquel lugar, todavía un día más. Y al atardecer, volví otra vez a la Bahía del Diablo y de nuevo contemplé cómo los tiburones mataban a mis indefensos lagartos. Aquella noche, muchacho, juré que no iba a dejar las cosas así. A todos ellos les di mi palabra de honor, señor Bondy. ¡Tapa-boys, Captain J. van Toch os promete, bajo estas estrellas, que os ayudará!
CAPÍTULO IV
La empresa del capitán van Toch
Al referir todo esto, al capitán van Toch se le erizaban los cabellos en la nuca de entusiasmo y emoción.
—Yes, señor, eso fue lo que juré. Desde aquel día, muchacho, no he tenido un momento de tranquilidad. En Batang pedí vacaciones y les envié a aquellos judíos de Amsterdam ciento cincuenta perlas, todas las que me habían traído los ani-malitos. Después encontré a un hombre, era dayak y cazador de tiburones, de ésos que los matan bajo el agua. Un ladrón y asesino terrible. Y con él, después de vagar algún tiempo por los barcos, volví de nuevo a Tana Masa. «Ahora, fellow», le dije, «con tu cuchillo vas a matar a esos tiburones para que dejen tranquilos a mis lagartos». Pero aquel dayak era tan asesino y tan pagano que no se preocupaba de mis tapa-boys. Diablo o no diablo, a él le daba igual. Y yo, mientras tanto, observaba a aquellos lagartos y hacía experimentos con ellos. Ya verás, tengo un gran libro en el que escribía todos los días.
El capitán sacó del bolsillo de su chaqueta algunas notas que empezó a hojear.
—¿A qué estamos hoy? A 25 de junio, ¿verdad? Aquí: 25 de junio, desde luego, del año pasado. Yes. “El dayak mató un tiburón. Los lagartos demuestran gran interés por el bicho. Toby (era un lagarto más bien pequeño, pero muy listo —explicó el capitán—; tuve que ponerles toda clase de nombres, ¿sabes?, para poder escribir un libro sobre ellos); bien, continúo: Toby ha metido su dedo en uno de los agujeros hechos por el cuchillo. Por la noche, los lagartos me han traído ramas secas para el fuego.” Eso no es nada —gruñó el capitán—. Voy a buscar otro día. Quizá el 20 de junio, ¿no? “Los lagartos han construido un… un…” ¿Cómo se dice jetty?»
—Dique, ¿no?
—Yes, un dique. Una especie de dam. Pues bien, construyeron ese nuevo dique en la parte noroeste, al fondo de la Bahía del Diablo. ¡Si lo hubieras visto, hombre! —explicaba el capitán—, era una obra formidable. Un verdadero breakwater.
—¿Rompeolas?
—Yes. Ellos ponían sus huevos en aquel lugar y querían tener aguas en calma, ¿sabes? Ellos solos idearon el hacer una especie de dique; pero te digo que ningún empleado ni ingeniero del Waterstat de Amsterdam hubiera hecho un proyecto mejor para aquella especie de dique submarino. ¡Una obra formidable que demostraba su habilidad! Pero se lo llevó el agua. Los lagartos hacen cerca de la costa, bajo el agua, unos agujeros profundos en los que viven durante el día. Son animales tremendamente listos, señor, igual que los beavers.
—Castores.
—Yes, esas ratas grandes que saben hacer diques en los ríos. Mis lagartos tenían hechos una gran cantidad de esos diques y diquecitos en aquella Bahía del Diablo, ¡unos dams tan hermosos!, completamente rectos. Aquello parecía una especie de ciudad submarina. Y antes de irme yo, querían hacer un dique que cruzase toda la Bahía del Diablo. Así es, amigo —continuó—. «Ya saben transportar las piedras de un lugar a otro, haciéndolas rodar. Alberto…» —era un tapa-boy— «se ha aplastado los dedos»… 21 de junio: «El dayak se ha comido a Alberto. Después se puso muy enfermo. 15 gotas de láudano. Prometió no hacerlo más. Ha llovido durante todo el día…» 30 de junio: «Los lagartos han construido un dique. Toby no quiere trabajar…» ¡Ése sí que era vivo, señor! —explicaba con admiración el capitán—. Esos vivos siempre estaban inventando algo para no hacer nada. ¡Había que ver a aquel Toby! ¿Qué se puede hacer? Hasta entre los lagartos hay grandes diferencias. 3 de julio: «Hoy le he entregado un cuchillo a Sergent». Era un lagarto grande y fuerte, aquel Sergent. Y muy hábil, señor mío… 7 de julio: «Sergent ha matado con su cuchillo un cuttle-fish.» Es un pez que tiene una especie de tinta color maroon, ¿sabe?
—¿Sepia?
—Yes, eso sería. 20 de julio: «Sergent ha matado con su cuchillo a un gran jelly-fish». Es una especie de bicho como gelatina, que quema como las ortigas. ¡Un bicho repugnante! Y, ahora, atención, señor Bondy. 13 de julio —lo tengo subrayado—: «Sergent ha matado con su cuchillo un pequeño tiburón. Peso: 35 kilos.» Aquí lo tiene usted —declaró solemnemente el capitán—, aquí está escrito en negro sobre blanco. Fue un día glorioso, muchacho. Precisamente, el 13 de julio del año pasado.