Una vez terminado el refugio, la mitad de nosotros permaneció en el interior a todas horas, sintiéndonos como si fuéramos blancos vivientes; mientras el resto salía de maniobras, nosotros nos turnábamos para operar el láser.
A unos cuatro klims de la base había un gran «lago» de hidrógeno congelado; una de las maniobras más importantes consistía en aprender a caminar sobre aquella materia traicionera. No era demasiado difícil; como no era posible mantenerse de pie, había que echarse sobre el vientre y resbalar. Si había alguien que pudiera impulsarlo a uno desde la orilla, no era problema iniciar el movimiento. De lo contrario era necesario patalear con manos y pies, con tanta energía como fuera posible, hasta que uno empezaba a avanzar en pequeños saltos. Una vez en movimiento ya no se detenía mientras hubiera hielo. A fin de gobernar un poco la dirección podíamos hundir hacia un lado el pie y la mano correspondientes, pero eso no servía para detener la marcha. Lo mejor era no adquirir demasiada velocidad y mantener una posición tal que no fuera el casco el encargado de frenar.
Pasamos por todos los ejercicios que habíamos realizado en la base Miami: práctica con armas, demolición, planes para el ataque. También lanzábamos naves teledirigidas hacia el refugio, a intervalos irregulares. De ese modo el operador se veía obligado a demostrar su habilidad diez o doce veces por día, soltando las llaves en cuanto se encendía la luz de proximidad.
Yo cumplía mis cuatro horas de turno, como todos los demás. Esperé con nerviosismo el primer ataque, pero cuando llegó pude ver que era muy sencillo. La luz se encendía, yo soltaba las llaves, el cañón apuntaba y la nave teledirigida asomaba por el horizonte. ¡Zzzztt! Un bello toque de color y metal fundido, en lluvia desde el espacio. Salvo en lo que respecta a ese detalle no resultaba muy entretenido. Por lo tanto, nadie se preocupaba mucho por «el ejercicio de graduación» que debíamos afrontar, pensando que sería más o menos lo mismo.
La base de Miami atacó al decimotercer día con dos misiles que surgieron simultáneamente desde lados opuestos, a unos cuarenta kilómetros por segundo. El láser desintegró al primero sin dificultades, pero el segundo llegó a ocho klims del refugio antes de recibir el disparo.
Nosotros regresábamos en ese momento de las maniobras y estábamos a un klim del edificio. Yo no habría visto lo ocurrido si no hubiera estado mirando directamente hacia allí en ese momento. El segundo misil envió una lluvia de escombros fundidos directamente hacia el refugio. Once piezas dieron en el blanco. Según la reconstrucción posterior de los hechos, he aquí lo que pasó:
La primera baja fue Maejima, nuestra bienamada Maejima, que estaba en el interior del edificio; recibió un golpe en la cabeza y otro en la espalda, y falleció instantáneamente. Al bajar la presión, la UMV comenzó a funcionar a toda marcha. Friedman, que estaba de pie frente a la boca de salida del acondicionador principal, fue arrojado contra la pared opuesta con tanta fuerza que perdió el sentido; murió por descompresión antes de que los otros pudieran ponerle el traje. Todos los demás pudieron salir a tropezones a través del vendaval y ponerse los trajes, pero el de García estaba agujereado y no le sirvió de nada.
Cuando llegamos allí habían apagado ya la UMV y estaban soldando los agujeros de las paredes. Uno de los hombres trataba de recoger la papilla, aún reconocible, que había sido Maejima; le oí sollozar entre arcadas. Ya se habían llevado a García y a Friedman para enterrarlos. El capitán relevó a Potter en la tarea de dirigir las reparaciones; mientras tanto, el sargento Cortez llevó al hombre sollozante hasta un rincón y volvió para limpiar, él solo, los restos de Maejima. No pidió ayuda a nadie y nadie se la ofreció.
10
Como ceremonia de graduación nos amontonaron sin contemplaciones en una nave; era la Esperanza de la Tierra, la misma que nos había llevado hasta Charon. En ella fuimos hasta Puerta Estelar a poco más de una gravedad. El viaje nos pareció interminable; eran casi seis meses de tiempo subjetivo y no había mucho en qué entretenerse, pero siempre resultaría mejor que la travesía hasta Charon. El capitán Stott nos hizo repasar oralmente el adiestramiento, día tras día; también hicimos gimnasia hasta quedar agotados.
Puerta Estelar era como el lado oscuro de Charon, pero peor. La base de Puerta Estelar I era más pequeña que la base Miami y apenas mayor que el refugio construido por nosotros. Allí deberíamos permanecer una semana, colaborando en la ampliación de las instalaciones. La dotación permanente pareció muy feliz con nuestra llegada, especialmente las dos mujeres, que tenían un aspecto algo desgastado. Todos nos amontonamos en el pequeño comedor, donde el vicemayor Williamson, que estaba a cargo de la base, nos dio algunas noticias desconcertantes.
—Pónganse cómodos. Vamos, apártense de las mesas, hay espacio de sobra. Tengo alguna idea de lo que ustedes acaban de soportar como adiestramiento en Charon. No diré que ha sido esfuerzo perdido, pero las cosas son muy distintas en el lugar al que van. No es tan frío.
Hizo una pausa para dejar que absorbiéramos la idea.
—Aleph del Auriga, el primer colapsar detectado, gira alrededor de una estrella normal. Épsilon del Auriga, en una órbita de veintisiete años. Allí tiene el enemigo una base de operaciones; no está en un planeta portal regular de Aleph, sino en un planeta que gira en torno a Épsilon. No es mucho lo que sabemos sobre ese planeta; describe una órbita completa cada 745 días, su volumen equivale aproximadamente a las tres cuartas partes del terrestre y su albedo es de 0,8, lo cual probablemente significa que está cubierto de nubes. Aunque no podemos precisar su temperatura, por su distancia con respecto a Épsilon se puede calcular que es bastante más cálido que la Tierra. Claro, no sabemos si ustedes trabajarán… lucharán en el lado del sol o en el oscuro, en el ecuador o en los polos. Es muy improbable que la atmósfera sea respirable.
En todo caso tendrán que usar los trajes. Bien, ya saben tanto como yo sobre el planeta al que van. ¿Alguna pregunta?
—Señor—se adelantó Stein—, ahora que sabemos adonde vamos… ¿sabe alguien qué haremos al llegar allí?
Williamson se encogió de hombros.
—Eso depende de su capitán… y del sargento, del capitán de la Esperanza de la Tierra y de la computadora logística. Aún no tenemos datos suficientes como para proyectar un plan de acción. Tal vez sea una batalla prolongada y sangrienta; tal vez sólo tengan que ir a recoger los pedazos. Es posible que los taurinos quieran hacer un tratado de paz…
Cortez soltó un resoplido.
—… y en ese caso ustedes serán sólo nuestro músculo, la fuerza que apoye nuestras exigencias.
Y luego agregó, dirigiendo a Cortez una mirada mansa:
—Nunca se sabe.
Por la noche la orgía resultó muy entretenida, pero era como tratar de dormir en medio de una bulliciosa fiesta nocturna. La única estancia lo bastante grande como para que cupiéramos todos era el comedor. Pusieron algunas sábanas aquí y allá para mayor discreción y soltaron a los dieciocho hombres de Puerta Estelar, hambrientos de sexo, sobre nuestras mujeres condescendientes y promiscuas por hábito (y ley) militar, pero que nada deseaban tanto como dormir en suelo firme.
Los dieciocho hombres obraron como si estuvieran obligados a probar todos los cambios posibles; la cantidad de trabajo realizado fue impresionante, aunque sólo en un sentido estrictamente cuantitativo. Algunos de nosotros llevamos la cuenta e improvisamos un coro de aliento para los mejor dotados. Creo que éste es el término correcto.
La mañana siguiente, al igual que todas las mañanas que pasamos en Puerta Estelar I, salimos tambaleantes de la cama y nos pusimos nuestros trajes para salir a trabajar en «el ala nueva». A su debido tiempo Puerta Estelar se convertiría en el centro táctico y logístico de la guerra; habría de albergar a miles de personas en forma permanente y estaría custodiada por seis grandes cruceros similares a la Esperanza. Cuando nosotros comenzamos consistía apenas en dos cobertizos y veinte personas; al partir los cobertizos eran cuatro, pero el personal no había pasado de veinte. El trabajo era muy ligero comparado con los esfuerzos realizados en el lado oscuro de Charon, pues disponíamos de luz en abundancia y se nos concedían dieciséis horas en el interior por cada ocho de trabajo. Además no hubo flota teledirigida que nos atacara como examen final.