Sin previo aviso, Jackson le lamió el pezón derecho. Aquella caricia inesperada la hizo estremecerse. Luego, él sacó la punta de la lengua y comenzó a chuparla. Un segundo después, el orgasmo se apoderó de Katie, haciéndola vibrar, retorcerse, gritar.
Se dejó llevar por aquella oleada de placer mientras se apretaba contra su dedo. Él introdujo otro para llenarla más, y dejó que se frotara contra su mano. El placer se abatió sobre ella, oleada tras oleada. Después, las sensaciones fueron aquietándose y difuminándose. Katie se sentía unida con el universo y un poco avergonzada por haber perdido el control. ¿Qué pensaría Jackson de ella? ¿Que estaba muy necesitada de sexo? La inseguridad se coló en la cama con ellos.
Pero antes de que pudiera ponerse cómoda, Jackson se arrodilló entre sus piernas. Se las separó, la penetró y se irguió sobre ella. Sólo entonces Katie notó que le temblaban los brazos.
– ¿Cómo se te ocurre? -preguntó él mientras la penetraba-. Podrías haberme matado.
Ella lo miró. Lo primero que pensó fue que era guapísimo. Luego preguntó:
– ¿De qué estás hablando?
Él volvió a maldecir mientras seguía penetrándola.
– Has estado increíble. Tan sexy. He notado cómo iba llegándote el orgasmo, y luego cómo te corrías, y no me cansaba de mirarte. No sé cuánto tiempo voy a poder aguantar.
Hablaba con asombro, pero también con la voz ronca por el deseo. Las dudas de Katie se disiparon. Se entregó al placer de sentir cómo la penetraba y cambió de postura para rodearle las caderas con las piernas y sujetarlo allí.
– No tienes que refrenarte -susurró con ansia-. Te deseo.
Comenzó a mover las caderas al mismo tiempo que él para que la penetrara más aún. Notó que él seguía mirándole los pechos, que se movían con cada embestida. Actuando por instinto, se los acarició y pasó los dedos por sus pezones. Un instante después, Jackson se estremeció dentro de ella y gruñó al alcanzar el orgasmo.
Más tarde, cuando estaban bajo las mantas, abrazados, él la besó en la coronilla.
– Soy un idiota -murmuró.
– ¿Por qué?
– Mi madre llevaba años intentando que te invitara a salir. Si le hubiera hecho caso, podríamos llevar mucho tiempo haciendo esto.
– Yo también me resistía -reconoció ella, mirándolo con una sonrisa-. Así que hemos sido tontos los dos. Podrías mandarles un regalo bonito.
– Entonces sabrían que nos hemos acostado.
– Por lo que sé sobre la vida sexual de mis padres, no creo que eso sea problema -le dijo ella.
Él se rió; luego la tumbó de espaldas y se inclinó sobre ella.
– Katie… -susurró justo antes de adueñarse de su boca.
Pasaron la noche juntos y se despertaron temprano, se ducharon y descubrieron nuevas diversiones usando agua caliente y jabón. Katie se descubrió inclinada hacia delante, con los brazos apoyados en la pared de azulejos y el agua cayéndole sobre la espalda, mientras Jackson, arrodillado entre sus muslos, la hacía temblar usando labios y lengua. Ella le devolvió el favor. Cuando por fin salieron del cuarto de baño lleno de vapor, Katie tenía hambre y agujetas, pero hacía años que no se sentía tan bien.
Quizá nunca se hubiera sentido mejor.
Al echar una rápida ojeada al reloj de la mesilla de noche, vio que ya eran más de las nueve.
– Aunque me gustaría pasarme el día jugando contigo, tengo que vestirme -le dijo a Jackson-. Tengo cosas que hacer. El ensayo es esta tarde y la cena esta noche.
Él la besó en la nariz.
– Voy contigo.
Ella lo miró parpadeando.
– ¿Con mi familia?
– Claro. Les distraeré con mi encanto y mi humor.
Katie tocó su pecho desnudo.
– O podrías quitarte la camisa. Así distraerás a las mujeres.
– No quiero que la tía Tully se haga ilusiones.
Ella acercó la boca a su hombro.
– Yo tampoco. Sospecho que ningún hombre vuelve a ser el mismo después de conocer a la tía Tully.
Estaban riéndose aún cuando alguien llamó a la puerta.
– ¿Katie? ¿Todavía estás ahí?
Katie hizo una mueca.
– Mi madre.
Él recogió su ropa y se metió en el cuarto de baño.
– No haré ruido -prometió.
– Gracias.
Katie dejó la toalla sobre la cama, se puso la bata y cruzó la habitación.
– Hola, mamá -dijo al abrir la puerta. Su madre arrugó el ceño.
– ¿Todavía no te has vestido?
– Bueno, es que… no he dormido mucho esta noche.
– Yo tampoco. Con tanto estrés… Júrame que, cuando te cases, la boda no durará cuatro días.
– Te lo prometo. No es mi estilo.
Su madre se dejó caer en la silla del rincón y se frotó las sienes.
– Esto es una pesadilla. La tía Tully ha intentado ligar con Bruce y nadie está seguro de si él aceptó o no. Alex está desaparecido y Courtney tiene dudas. Nunca he sido partidaria de los tranquilizantes, pero estoy pensando que tal vez hoy sea un buen día para empezar a tomarlos.
Katie la miró fijamente. Bruce era el padre de Alex. Y estaba casado.
– ¿Crees que la tía Tully se ha acostado con el padre del novio?
– Sinceramente, prefiero no pensarlo.
– A su mujer no le habrá hecho ninguna gracia.
– Pues no. Digamos que he pedido al personal de la cocina que mantenga vigilados los cuchillos hasta que todo esto se aclare. Esta mañana hubo una bronca espantosa a la hora del desayuno. Deberías haberlo visto.
Katie pensó en lo que habían hecho Jackson y ella a la hora del desayuno.
– Sí, es una lástima -murmuró, intentando no sonreír. Con sólo acordarse, sentía un hormigueo en todo el cuerpo.
Se sacudió aquel recuerdo y se concentró en lo más urgente.
– ¿De veras ha desaparecido Alex?
– Nadie lo ha visto desde la fiesta. Al parecer estaba borracho.
Katie se acordó de la visita que había hecho a su habitación.
– Eh, mamá…
– ¿Qué?
– Se pasó por aquí. Dijo que quería a Courtney, pero que le apetecía acostarse conmigo.
Esperaba que su madre pusiera el grito en el cielo, pero Janis se limitó a cerrar los ojos y a recostarse en la silla.
– ¿Mamá?
– Me estoy imaginando en otro lugar. Un lugar tranquilo, con un riachuelo y pajaritos piando. Me he fundido con el universo.
– ¿Puedes fundirte con el universo mientras buscas al novio?
Su madre abrió los ojos.
– No, pero tienes razón. La boda es lo primero. El colapso nervioso ya vendrá después -respiró hondo-. Sé que ésos dos se quieren de verdad. Lo he visto y lo he oído, y me lo creo. Es sólo que son unos teatreros. El coche de Alex sigue aquí, así que tiene que estar en alguna parte. Puede que se fuera al bosque a dormir la mona.
– O puede que se lo haya comido un oso. ¿No has dicho que Courtney estaba teniendo dudas? Si el novio muriera prematuramente, ella sería el foco de atención sin necesidad de boda.
Janis tensó la boca.
– No seas mala.
– Sólo es un decir.
Su madre se levantó.
– Está bien. Yo me ocupo de la tía Tully y de Bruce. Dejaremos que Courtney haga mohines en su cuarto. Cuando era pequeña le encantaba enfurruñarse, y no ha cambiado. Tú ve a buscar a Alex -entornó los ojos-. ¿No seguirás enamorada de él? Porque, si es así, no quiero que estéis juntos.
Katie pensó en el hombre delicioso que esperaba en el cuarto de baño. En cómo se sentía cuando estaba con él.
Jackson la escuchaba y la valoraba. Y era un mago en la cama. Listo, divertido, encantador.
– He superado completamente lo de Alex. Es historia. Lo es desde hace meses.
– Bien. Entonces encuéntralo e intenta hacerle entrar en razón. Usa la fuerza, si es necesario. Mañana habrá boda. Juro que la habrá.
– ¡Adelante, mamá!
– No te burles de mí. Estoy al borde de una crisis -su madre le dio un rápido abrazo y la besó en la mejilla-. Gracias por ser normal.