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– De lo de Jackson y Ariel. ¿Tú la viste? No tienes nada que hacer. Sé que suena cruel, pero es cierto. Más vale que te olvides de él antes de que te rompa el corazón.

Katie se dijo que dormiría mejor si no pensaba lo peor de su hermana.

– Te agradezco la advertencia, pero Jackson y Ariel no están juntos. No han dormido juntos.

Los ojos de Courtney se agrandaron.

– Claro que sí. Las dos noches.

– No -dijo Katie con calma-. Es imposible. Jackson estaba conmigo.

Courtney se puso colorada. Abrió y cerró la boca.

– Me lo dijo Ariel. Dijo que me lo contaba porque sabía lo mucho que te quiero y pensaba que alguien debía advertirte. Y yo pensando en cómo iba a decírtelo -su expresión se despejó de pronto-. Me alegra que no sea cierto.

Katie no se habría sorprendido más si la copa hubiera empezado a hablar.

– Eh, yo también.

Courtney la abrazó.

– Ahora sí que quiero que recojas el ramo.

Todavía ligeramente aturdida, Katie había cruzado la mitad de la pista de baile cuando oyó que la llamaba Jackson. Se detuvo con el corazón acelerado. El amor la embargó por completo. El amor, la esperanza y la certeza de que aquél era el hombre de su vida. Se volvió hacia él.

– Hola.

– No me he acostado con Ariel.

Hablaba en serio y parecía preocupado, como si de verdad le angustiara. Lo cual era propio de él.

– Lo sé.

– Ni siquiera lo deseé.

– Te creo.

Estaban rodeados de invitados. Unos cuantos fingían no escucharlos, y otros fueron acercándose.

Jackson se levantó las gafas y la miró fijamente.

– Sé que quizá sea una locura, pero, Katie McCormick, eres la mujer más asombrosa que he conocido nunca. Eres la mujer que estaba esperando. Me fastidia que nuestras madres tuvieran razón, pero habrá que asumirlo. Eso espero, al menos. Te quiero.

Puede que se oyera algún otro ruido en el salón. Música de la orquesta, una exclamación de sorpresa o dos, pero Katie sólo oía sus palabras. Palabras mágicas que la hacían sentir como si flotara.

– Te quise desde el instante en que te vi -continuó él-. Comprendo que tengas que pensártelo, pero, por favor, no digas que no.

Entonces Jackson Kent, el hombre más guapo, sexy y maravilloso que había conocido, se hincó de rodillas y le ofreció un anillo de diamantes.

– Katie, ¿quieres casarte conmigo?

Mil ideas desfilaron por su cabeza. Que, si aquello era un sueño, no quería despertar. Que hasta ese instante ignoraba que pudiera quererse tanto a alguien. Que a su hermana iban a darle ganas de matarla. Pero, sobre todo, que todas las fibras de su ser le suplicaban que aceptara.

Se acercó a Jackson y se agachó delante de él. Tras tomar su cara entre las manos y perderse un momento en sus ojos verdes, sonrió.

– Sí.

El salón estalló en aplausos y ovaciones. Jackson se levantó, tiró de ella y, estrechándola entre sus brazos, la besó.

– Te quiero -susurró contra su boca.

– Yo también a ti. Desde el primer instante.

El se apartó lo justo para ponerle el anillo en el dedo. Katie miró el enorme diamante.

– ¿Lo llevabas encima? ¿Por si te daban ganas de casarte?

– Conseguí que el director del hotel convenciera al encargado de la joyería de que abriera la tienda. Podemos comprarte otro distinto, si quieres. Un pequeño casco de rugby hecho de diamantes, quizá, o una gorra de béisbol.

Katie se rió.

– Éste es perfecto. Igual que tú.

Jackson la hizo girar una vez y luego volvió a besarla.

– Perfecto, no. Pero sí muy, muy afortunado.

Katie lo abrazó. Por encima de su hombro, vio que su madre y Tina se estaban enjugando las lágrimas. Courtney se aferraba a Alex y sacudía su ramo de flores.

Katie se echó hacia atrás ligeramente.

– Respecto a la boda… -comenzó a decir.

– Estaba pensando que podíamos escaparnos.

– Me has leído el pensamiento.

Susan Mallery

Autora de bestsellers románticos, ha escrito unos treinta libros, históricos, contemporáneos e incluso de viajes en el tiempo.

Comenzó a leer romance cuando tenía 13 años, pero nunca pensó escribir uno, porque le gustaba escribir sobre filosofía o existencialismo francés. Fue en la escuela superior cuando acudió a clases sobre Cómo escribir una novela romántica y empezó su primer libro, que cambió su vida. Fue publicado en 1992 y se vendió rápidamente. Desde entonces sus novelas aparecen en Waldens bestseller list y ha ganado numerosos premios.

Actualmente vive en Los Angeles, con su marido, dos gatos y un pequeño perro.

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