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Even sonrió.

– Venga, ve al grano. Por lo que oigo, tienes una propuesta que hacerme.

– Pongamos que te dejo en paz hasta las seis, es un buen número. Eso significa que dispones de tres horas. Entonces yo vuelvo con la cena, una de esas cenas take-away. Tú dedicas la tarde a tus cosas, yo abro una botella de vino tinto, cenamos y bebemos, y luego nos vamos a la cama, hacemos el amor hasta que nos salgan morados y luego dormimos como niños pequeños hasta que amanezca. ¿Qué, dices que sí? Even miró de reojo hacia la mesa.

– Tres horas más. De acuerdo. Intentaré acabar en tres horas. Pero dudo que…

– Necesitas descansar. Con la pinta que tienes no creo que consigas llevar a cabo ningún trabajo excepcional. ¿Estás seguro que no acabas de volver de Londres después de una semana de marcha?

– A las seis, quedamos así -dijo Even y se puso en pie-. Tengo que ir al baño.

Even se acercó a la mesa de comedor, se puso de espaldas a ella y juntó unos papeles que luego dejó debajo de un par de libros y se fue.

Kitty se encogió de hombros, era obvio que se trataba de algo que no quería que ella viera. Muy bien. Se fue a la cocina y empezó a recoger. Cuando oyó que él volvía, asomó la cabeza por la puerta que daba al pasillo.

– ¿Hay algo que necesites? ¿Alguna pizza más? Puedo hacer las compras por ti, así podrías librarte de salir una semana más.

– Cinco pizzas -dijo Even, como si no hubiera detectado el tono de voz impertinente-. Del mismo tipo que las anteriores. Y un trozo de pan integral con un poco de queso amarillo.

– Pan integral y queso amarillo, Dios mío, ahora sí que nos hemos vuelto modernos.-Kitty miró unas de las cajas y asintió con la cabeza-. Perfecto, pues me voy.

– Sí, de acuerdo. Nos vemos -gritó Even desde el salón.

Kitty se quedó un rato sin moverse para ver si Even iba a despedirse educadamente. Al ver que no, giró sobre sus talones y se fue.

Even se había quedado de pie al lado de la mesa, y escuchó cómo la puerta se cerraba de golpe detrás de Kitty. Entonces se dejó caer en la silla y apoyó la cabeza en las manos. Cinco días, cinco días con sus noches había aguantado trabajando sin parar. Había comido, había ido al baño y había dormido lo imprescindible, de vez en cuando, cuando ya no conseguía mantener los ojos abiertos; por lo demás, había trabajado. ¿Y qué había descubierto? Abrió la mano, separó los dedos y miró la mesa de reojo; podía ver el borde de los papeles que estaban ocultos debajo de unos libros. Afuera, el escarabajo se puso en marcha, el gas chirrió colérico un par de veces (¿la habría ofendido?) hasta que entró la marcha y el coche empezó a rodar calle abajo, fundiéndose con los demás sonidos de la ciudad que pertenecen a un sábado por la tarde.

Even suspiró, movió los libros y dispuso los cuatro folios sobre la mesa. Los miró rabioso. Había llegado el momento de hacer balance.

Se acercó un bolígrafo y una hoja de papel en blanco y escribió:

Sé:

1) Que los cuatro folios son de finales del siglo XVII, probablemente de 1688-1689, y que el texto fue escrito por Isaac Newton. No cabe duda de que se trata de su caligrafía, si no es así, se trata de una falsificación increíblemente buena, y no son fotocopias.

2) Que los folios tienen entre diecisiete y dieciocho centímetros de alto y entre catorce y quince de ancho. Las variaciones son un rasgo de la época, los cortadores de papel de entonces no eran tan precisos como los de hoy. El papel tiene una superficie más basta y rugosa que el papel actual.

3) Que tres de los folios forman una secuencia ordenada mientras que el cuarto podría encajar tanto delante como detrás de éstos. Es así porque el texto de la página empieza y acaba con códigos (que todavía no he descifrado) y que, por lo tanto, puede añadirse tanto al principio como al final de la secuencia; los otros folios también tienen códigos (que todavía no he descifrado).

4) Que el texto es una fórmula alquímica de la que he descifrado algunos pedazos, aunque no los suficientes como para adivinar lo que significa en su totalidad (al fin y al cabo, la alquimia no es mi campo). Pero se trata indiscutiblemente de una fórmula que parece haber tenido una gran importancia para Newton; sólo así se justifica tanto texto cifrado.

5) Que en dos sitios se ha añadido un texto escrito con otra caligrafía. En uno de los sitios, la frase dice así:

'actuated' _®

'philosophicaF _V common ©

Regulus

Es decir, algo de actualizar/iniciar mercurio desde un lado y hacer algo con oro corriente desde el otro, y desde el tercer lado, añadir este Regulus con hierro, que no sé exactamente qué es. Eso daría, todo junto, mercurio filosófico, que es el objetivo final del pensamiento alquímico.

El otro es un añadido en el margen: fyt s mother V vivifs _

No sé lo que quiere decir.

Even se echó hacia atrás, jadeó y volvió a leer los cinco puntos. Había algo que no encajaba. Se fue al baño y se echó agua fría en la cara antes de volver al escritorio. Volvió a leerlo todo lentamente. El punto tres. Aquí había algo que había pasado por alto. Leyó la frase en voz alta. De pronto se incorporó y gimió.

– ¡Maldita sea, Kitty tenía razón! Me parece que ha llegado el momento de hacer una pausa.

Cogió el bolígrafo y añadió un punto más debajo de los demás:

6) Partiendo del punto 3) se puede deducir que falta un principio y un final del texto/fórmula. Dicho de otra manera: ¡¡¡al menos han desaparecido dos folios!!!

Se quedó un rato mirando los papeles sin ver nada, entonces añadió, un poco más abajo:

¿Fue por culpa de esto que Mai murió?

Capítulo 46

Cambridge

El camarero dejó un capuchino sobre la mesa y Mai-Brit le sonrió agradecida antes de abrir el bolso y sacar las gafas, la pluma y el diario. Resultaba especialmente agradable escribir con aquella pluma; le producía el mismo escalofrío de placer que meter el dedo en la masa de un pastel de chocolate. Sólo la utilizaba para escribir en el diario; hacía que estuviera especialmente ansiosa por anotar el texto del día. Fuera de la cafetería, la gente pasaba a toda prisa con los paraguas abiertos sobre las cabezas, los coches salpicaban agua al pasar, obligando a los peatones a bailar claqué sobre las estrechas aceras para evitar mojarse las piernas. Mai-Brit abrió el libro y leyó.

17 de agosto. Kings's College Library, Cambridge

Estoy sentada estudiando las copias de los manuscritos alquímicos de Newton, parte de su correspondencia y diversas anotaciones (encontré, entre otras cosas, una anotación de varias páginas sobre un idioma universal que Newton tenía planes manifiestos de crear). (¡Una amplitud increíble, la de aquel hombre! ¡Lo abarcaba todo!)

He intentado concentrarme en encontrar las «alusiones» o «insinuaciones» que ese tal Pazcar menciona, pero sin suerte.

Por lo demás, he empezado a escribir el Segundo secreto de Newton. De hecho, soñé una idea para algo que sentí podría ser una buena «primera escena» y la anoté en cuanto estuve lo bastante despierta. Naturalmente, tuve que reescribirla un poco, pero me parece que funcionará.

Algo de lo que escribe Newton me lleva a… no sé… No puedo evitar preguntarme: ¿Newton habría sido un fascista de haber vivido en Europa en la década de los años treinta del siglo pasado? La idea resulta grotesca, pero aun así… El hombre sabía mucho de eso de odiar a aquellos que pensaban distinto a él (los católicos, por ejemplo) y se mostraba implacable con aquellos que lo contrariaban o se oponían a él (entre otros, Robert Hooke). Además, estaba sinceramente convencido de su propia valía inmensurable, de que era una especie de superhombre, a pesar de que no conocía la expresión. No creo que me hubiera caído bien de haberlo conocido. ¿Se parece un poco a Even (risita)? No, me parece que me he pasado.