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Número 2, la cifra es 2: Mai había dejado dos pistas para él. Una que pasaba por el cinco de corazones de la baraja, hasta llegar a Kitty y el sobre, y luego hasta Londres y la fórmula de Newton.

Y otra que pasaba por el solitario y el apartado de correos y que le llevaba a estas notas y el secreto que acababa de leer. Por lo tanto, la pregunta era por qué se lo había puesto tan difícil, y por qué creía que era necesario darle dos pistas completamente inconexas y separadas la una de la otra.

Número 31, la cifra es 31: ¿cuánto era verdad y cuánto era ficción y fantasía en este texto? Mai era, sobre todo, historiadora; ¿tenía realmente pruebas que apoyaran este relato? ¡Una orden secreta! Que Newton tuviera una postura fanática ante lo religioso, un ego que rayaba con el mal gusto…Even suspiró. Seguramente era cierto. El mismo había leído sobre la faceta religiosa de Newton, pero, en realidad, nunca se había preocupado por ella. No era ese lado del genio el que más le había interesado.

Número 13, la cifra es 13: no hay ninguna división eterna entre la Luz y la Oscuridad, entre el Bien y el Mal. El Mal y el Bien. El Mal… Eran los dos lados de una misma cosa. Even fijó la mirada en un punto en el suelo donde un cigarrillo había formado un agujero. De pronto notó que una lágrima corría por su mejilla y pensó que era increíble lo sentimental que se había vuelto con la edad. Se secó la mejilla con un movimiento vehemente. El Mal seguía siendo el Mal, seguía siendo igual de grande e igual de Malo. Y eterno.

Fue a por otra cerveza y la abrió.

Número 26, la cifra era… Mai…

Los pensamientos se abotargaron y fue hacia el reproductor de CD. Revolvió entre el montón de CD hasta que encontró Levon Minassian: Beyond borden, un disco que le había regalado Mai cuando cumplió treinta y cuatro años. «Música que te hace recordar que eres un ser humano», había dicho de una manera ligeramente enigmática cuando él retiró el envoltorio.

El sonido profundo y melancólico del doudouk fluyó por la estancia. Tranquilo y sin tapujos le hablaba del silencioso grito de la tierra, de reconocer las verdades de la vida, de lo que ha desaparecido y nunca volverá, de la traición y de la esperanza, del sueño a la luz de la luna y de perder a la única persona a la que se ha amado. Even paseó la mirada por el salón para no romper a llorar, se dejó caer en el sofá y vació la lata de cerveza a tragos largos.

Gritó desde sus entrañas como si quisiera provocar a las paredes y el sofá antes de retomar el diario de Mai. Libro de trabajo para el proyecto Newton. Lo abrió por la primera página y empezó a leer:

5 de abril de 2004, Oslo

Mantuve una conversación con Odin Hjelm la semana pasada. Me propuso un libro sobre Isaac Newton. No sobre los logros de aquel hombre en matemáticas y física, sino sobre sus secretos…

Capítulo 59

Oslo

– Mamá se quedará aquí hasta que te duermas -susurró y notó cómo la mano de Stig se deslizaba en la suya. Era bueno estar de vuelta en casa, sentarse en el borde de la cama de Stig y escuchar la respiración regular de la pequeña Line en la otra cama.

Line la había recibido con los brazos abiertos y le había hablado de la guardería y de todo como si Mai-Brit sólo hubiera estado fuera un día o dos. En cambio, Stig se había mantenido en un segundo plano y se había mostrado tímido e incluso enojado. Mai-Brit no acababa de saber cómo interpretar su comportamiento, y no le había permitido acercársele hasta que llegó la hora de acostarle por la noche. Line se había dormido a los dos minutos y no había exigido más atenciones, mientras que Stig se había quedado echado en la cama con los ojos abiertos, mirando fijamente a Mai-Brit. La había seguido con la mirada hasta la puerta y la había contemplado con tristeza cuando ella apagó la luz. Mai-Brit había vuelto a su lado y se había sentado en el borde de la cama. Entonces la mano del niño había reptado hacia la suya, y ella se había quedado sentada durante tres cuartos de hora, había hablado con él y le había cantado mientras él la miraba y su manita se relajaba hasta dormirse.

Así había sido cada noche desde entonces: Line se dormía, después Stig y Mai-Brit tenían su ratito en la penumbra de la lamparita de noche. Y cuando el niño se dormía, a menudo ella se quedaba sentada un rato más, dejando que el día se calmara, pensando en esto y en aquello.

Aquella noche se había llevado el diario a la cama del niño, y cuando notó que Stig estrujaba el osito y se movía en la cama agitado por sueños, ella recogió el diario del suelo y lo hojeó hasta regresar a lo que había escrito el jueves de la semana pasada. Mai-Brit necesitaba recapitular y resumir los últimos sucesos.

26 de agosto, Arundel House, Cambridge

¡Encontré un papelito escrito por Newton! Estaba escondido en la parte posterior de un libro de notas, en una especie de bolsillo. Fue una casualidad que lo descubriera, apenas noté una irregularidad debajo del papel. ¿Tendrá algo que ver con la «alusión» de Pazcar? Lo dudo, aunque esto puede resultar incluso mejor, un bombazo si realmente nadie lo ha descubierto antes que yo. Copié el texto del papelito antes de devolverlo a su sitio, como si nunca lo hubiera visto antes (¿He hecho mal? Quiero asegurarme de que nadie se adelante a nuestro libro de Newton y dé la noticia. ¡Puede valer su peso en oro!).

(Al fin y al cabo, es una medida transitoria; dejaré el papelito oculto hasta que mi libro esté listo para ser publicado…) Deberé estudiar el texto más a fondo en cuanto vuelva a casa; está cifrado.

Vuelvo a casa mañana. Tengo una reunión con Odin en la editorial a las dos y media sobre el proyecto. Quiere saber cuánto he avanzado en el libro. Quiero mostrarle el Primer secreto. Quiere publicarlo el otoño que viene; acaba de tener noticias de un nuevo libro sobre Newton que saldrá dentro de dos años. Personalmente, creo que es demasiado temprano programar la publicación para dentro de un año, sobre todo si el papelito que encontré acaba por desvelar algo que exija nuevas investigaciones y más trabajo.

Se dio cuenta de que la poca luz castigaba sus ojos y se fue al estudio. Finn-Erik no estaba en casa; tenía que trabajar hasta tarde, eso dijo cuando la llamó. Era la tercera vez aquella semana. Mai-Brit no estaba segura de si con ello pretendía decirle que si ella estaba tanto tiempo fuera su trabajo se amontonaba, o si trataba de castigarla. Finn-Erik se había comportado de una forma algo extraña desde que ella había vuelto a casa; parecía infantilmente enfadado, algo que no era normal en él.

Mai-Brit abrió el reproductor de CD y puso la sexta sinfonía de Beethoven, una versión de la London Symphony Orchestra que había encontrado en una tienda de segunda mano de Cambridge. No tenía muchas debilidades pero si había que señalar alguna sería, sin lugar a dudas, esta pieza de música. Era positiva y liberadora como la risa de un niño y el gorjeo de los pájaros, y Mai-Brit nunca se hartaba, ni de la pieza, ni de hacerse con nuevas versiones con diferentes orquestas y directores. No dejaba de descubrir facetas sorprendentes cuando algún músico nuevo ofrecía su versión de las notas y visiones de Beethoven.

Se sentó en la butaca y siguió leyendo.

Viernes, 27 de agosto, en casa