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– Tienes que tener pruebas antes de soltar esta clase de afirmaciones.

LaTour levantó la palma de la mano en un gesto que significaba que se rendía.

– De acuerdo, de acuerdo. Me limitaré a lo que sí sé. Permíteme que te dé un par de ejemplos del pasado.

En ese mismo momento fueron adelantados por un gran trailer que lanzó cascadas de nieve fangosa contra su parabrisas. LaTour se calló hasta que los limpiaparabrisas volvieron a ofrecerles una buena visibilidad.

– Hechos: en 1890 se imprimió un mapa de Europa en una revista inglesa, un mapa que, por lo que dicen, pretendía mostrar cómo, por aquel entonces, la dirección suprema de la masonería deseaba que se organizase la Europa del futuro. No sé cómo se hicieron con el mapa, pero lo curioso es que el mapa mostraba una similitud sorprendente con la situación que se estableció al terminar la primera guerra mundial, es decir, de treinta años más tarde: los tres imperios habían desaparecido, algunas de las monarquías habían desaparecido y todos los países eran repúblicas. Puede verse como una contradicción que las monarquías en el norte de Europa sigan existiendo, pero las casas reales han perdido su poder político, o sea que, en cierto modo, el mapa es profético.

– No me estarás diciendo que la primera guerra mundial fue iniciada por masones que pretendían iniciar una revolución en Europa y acabar con las monarquías… Dios mío… -Mai-Brit lanzó una mirada desconfiada al pasajero antes de volver a concentrarse en la carretera-. Si no tienes nada mejor con lo que intentar convencerme, me temo que…

– Lo único que hago es presentarte hechos: que el mapa existía en 1890 y que su «objetivo» fue prácticamente alcanzado treinta años después. No puedo decirte si fue fruto de las casualidades o si detrás había una política cínica; yo no soy historiador, pero sea como sea, el mapa es sospechosamente exacto en sus predicciones. De hecho, existen teorías que se decantan porque el joven bosnio Gavrilo Princip y sus cómplices, los que asesinaron al heredero del trono austrohúngaro, Francisco Fernando, consiguieron las armas a través de la organización secreta la Mano Negra, cuyo cabecilla, siempre según estas teorías, era hermano de orden y recibía las órdenes de «otro lugar de Europa» sin que nadie sepa decir de dónde.

– ¡ La Mano Negra! Pero ¡por el amor de Dios…! -Mai-Brit apenas sabía si reírse o indignarse-. ¿Realmente te tomas esos rumores en serio? Pero si es el título de un libro para muchachos.

– Pues tengo que decirte que tú también estás metida en asuntos de muchachos grandes, y sólo para que quede bien claro, por ridículo que pueda parecerte el nombre, la Mano Negra fue una organización que existió realmente y sobre la que puedes leer en cualquier libro de historia que verse sobre los inicios de la primera guerra mundial. Pero permíteme que saque a colación otro mapa. Porque, verás, en 1920 se publicó otro mapa en el libro Entente-Freimaurerei una Weltkrieg. El autor alemán, Karl Heise, se había adentrado mucho en la orden masona y había conseguido enterarse de algunos de sus planes secretos. Según Heise, ese mapa era conocido por la cúpula de la masonería hacía treinta años, desde dentro del círculo del Rito Escocés.

Mientras LaTour seguía hablando entusiasmado, Mai-Brit lo miraba de reojo. Aquel hombre era especial; divertido, raro, la verdad es que no sabía muy bien cómo definirlo. La cultura académica parecía ser un concepto absolutamente desconocido para aquel tipo; era obvio que LaTour se mantenía en forma haciendo, como ahora mismo, aspavientos con los brazos cuando se acaloraba hablando. ¿Un empollón, un freak, un nerd?. ¿Sería ésta la mejor manera de describirle? Mai-Brit tuvo que reconocer para sus adentros que nunca había acabado de entender este último concepto: nerd. Inteligente y obsesivo, decía el diccionario. ¿Y qué? Eso podía decirse de muchas personas. Entonces, ¿Even era un nerd de los números? ¿O Finn-Erik un nerd de los pájaros? ¿A lo mejor ella era una nerd de Newton, al menos últimamente? ¿Y qué decir de todos los idiotas del deporte? Gente inteligente que practicaba el esquí, que patinaba, que jugaba al golfo corría carreras de coches y que lo convierten en su estilo de vida, ¿acaso eso no era ser un nerd? Todos tenemos a un nerd en el estómago, concluyó Mai-Brit y sintió una repentina simpatía, pequeña, por el tío que estaba sentado en el asiento de al lado. Sonrió a LaTour y él detuvo confundido el torrente de palabras por un instante, como si ella hubiera dicho algo obsceno, parpadeó hacia el coche que iba delante como si le hubiera entrado algo en un ojo y se pasó un dedo regordete por el mostacho.

– El mapa muestra de manera aterrante una Europa que se parece mucho a la que se ha ido conformando a través de los últimos cien años. Es sobre todo remarcable que la Rusia zarista ha sido sustituida por una confederación eslava que recuerda a la Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes actuales. También la gran Alemania, que había empezado a tomar forma en el siglo XIX, ha visto reducido su tamaño, y no es muy diferente al de antes de la unificación.

– Es decir, que tus hermanos secretos no consiguieron frustrar la unificación…

LaTour hizo caso omiso de su tono irónico.

– A lo mejor no quisieron hacerlo, no lo sé. En realidad, no sé lo grande que es su poder y la influencia que tienen, pero cada vez estoy más convencido de que existe. Permíteme que te dé un último ejemplo, de tiempos más modernos.

Mai-Brit hizo un gesto de condescendencia con la mano y dijo:

– Una buena historia acorta el viaje.

LaTour sonrió brevemente antes de continuar:

– En 1981 la policía italiana encontró algo sorprendente en la caja fuerte de un hombre de negocios italiano. En realidad, fueron a su casa en busca de algo completamente distinto, pero una lista de 962 nombres despertó su curiosidad. Porque no se trataba de los nombres de gente corriente. Tres de ellos eran ministros del gobierno, otros 43 eran miembros del Parlamento. Otros tantos eran generales, burócratas y diplomáticos. También los jefes de policía de cuatro ciudades aparecían en la lista. Y el resto de personajes también pertenecían al estrato más alto de la sociedad italiana.

– Cualquiera puede hacer una lista así -murmuró Mai-Brit cuando LaTour calló.

– Sí, disculpa, pero olvidé decirte que en la lista ponía que eran miembros de la P 2. ¿Recuerdas el caso?

Mai-Brit sacudió la cabeza. En 1981 se encontraba en medio de la pubertad y tenía otras cosas en la cabeza que las conspiraciones italianas.

– ¿Qué es la P 2? ¿Una emisora de radio italiana?

– La logia P2 era una orden italiana, una rama de la federación Gran Oriente, que englobaba la masonería italiana. Gran Oriente era una organización honorable y respetada, reconocida por la gran logia inglesa, que se considera a sí misma una especie de Padrino y superintendente de las demás logias europeas. Pero volvamos a la P 2. Resultó que, en realidad, era un grupo secreto de la derecha italiana, el cual había formado un gobierno en la sombra que pretendía tomar el poder después de un golpe de Estado que ya habían planeado.

Mai-Brit le lanzó una mirada escéptica.

– ¿Estás de guasa? ¿Lo dices en serio?

– Desgraciadamente, todo es verdad. Está tan cercano en el tiempo que puedes investigarlo en los archivos de la prensa y verlo tú misma, negro sobre blanco. Pero -LaTour le lanzó una sonrisa ladina-, como ya insinúo en mi historia de la ciudad natal, también hay redactores de periódicos que son miembros de diferentes hermandades y, de hecho, nunca se llegó a escribir tanto como realmente merecía el caso. Por ejemplo, ¿por qué no se registró la gran logia inglesa que había reconocido Gran Oriente? Naturalmente, algunas logias y órdenes de toda Europa, también en Italia, reprobaron las ideas conspiratorias, faltaría más. Pero ¿hasta qué punto las reprobaron porque realmente estaban en contra de ellas?