El uso colectivo y rutinario de una religión o de una filosofía da a cada uno la distancia que debe mantener en relación con ese traje que le viste la desnudez y con esa máscara que le cubre el rostro. Él, Pessoa, usa la vestidura, pero no se olvida de ella, como algo obvio: la contempla y la comenta. Y cuando se pone la máscara la asume, pero no deja que le quede pegada a la cara.
Lo que impedía que Pessoa, con su espíritu de misión, cayera en actitudes dogmáticas fue siempre esa manera lúdica de hacer que su metafísica se mantuviera "recreativa" y su religión no pasara de lo "individual". Pessoa jugaba a creer, a través de sus ficciones, en los dioses: por eso el neopaganismo y su Maestro Caeiro… Oigamos lo que dice, mediante la pluma de Soares, en el Livro do Desassossego:
Quien tiene dioses no tiene tedio. El tedio es la falta de una mitología. A quien no tiene creencias hasta la duda le es imposible; ni siquiera el escepticismo tiene fuerzas para desconfiar. Sí, el tedio es eso; la pérdida, por parte del alma, de su capacidad de engañarse, la falta, en el pensamiento, de la escalera inexistente por donde él sube sólido a la verdad14.
Aunque más no fuera para combatir el tedio, Pessoa quiso ser, según sus propias palabras, "un creador de mitos". Por eso sus ficciones… que no dejan, por ello, de ser su expresión más profunda.
La ironía y la paradoja no son nunca, para Pessoa, prácticas superficiales. La paradoja es, para el Diablo de este cuento, la única forma de decir la verdad, esa verdad relativa que es permitida a los hombres por la otra, "la verdad eterna", esa que "ni Dios conoce", según dice.
– Soy naturalmente poeta porque soy la verdad hablando por error -afirma el Diablo. Como Lucifer, y de acuerdo con la etimología de los nombres, es su misión iluminar: "Corrompo pero ilumino", dice. Y precisa: "No soy, como dijo Goethe, el espíritu que niega sino el espíritu que contraría".
El Diablo sería así, como Caeiro -ambos maestros-, un subversor. El propio Pessoa se atribuye el papel de "indisciplinador de almas". Por eso se dijo también "un creador de anarquías".
La ironía es una de las armas de esa subversión. En este cuento, el Diablo asume ser un ironista:
Dato del principio del mundo, y desde entonces he sido siempre un ironista. Ahora bien, como debe de saber, todos los ironistas son inofensivos, excepto si quieren utilizar la ironía para insinuar alguna verdad. Pero yo nunca pretendí decir la verdad a nadie, en parte porque de nada sirve, y en parte porque no la conozco. Creo que mi hermano mayor, Dios todopoderoso, tampoco la sabe.
La ironía es la pirueta que le impide tomar demasiado en serio, cuando las aborda, estas cuestiones que orientaron -y desorientaron- su pensamiento durante toda su vida.
Como la totalidad de la obra de Pessoa, este texto tiene que ver con todos los géneros literarios sin ser el purasangre de ninguno. Tiene, con la mayor parte de ellos, la afinidad de ser una caminata en busca de la "verdad inalcanzable" por ese "peregrino del misterio y del conocimiento" que Pessoa fue siempre.
Fausto, el poema dramático que fue escribiendo a lo largo de su vida como quien se expresa en un diario, presenta, en relación con este texto, muchos rasgos familiares. En uno de los finales escritos para este cuento, el personaje de Fausto incluso aparece en lugar del Diablo. Ambos tienen, ante la existencia y su insondable misterio, la misma actitud. Ambos textos se reducen a un monólogo, ya que los interlocutores, en sus raras apariciones, no hacen más que dar pie al protagonista. Es curioso que, en ambos casos, ese interlocutor se llame María, una mujer carente de toda presencia ni individualidad, apenas representante del género femenino.
Ambos textos corresponden a dos de los más distantes proyectos del joven Pessoa, cuando todavía vivía en Durban. De ambos fue realizando fragmentos, a su manera, cada uno de los cuales corresponde a un momento de escritura, como un poema.
Podrá decirse que éste es el cuento de un poeta-filósofo con vocación dramática.
De sí mismo dijo que quien quisiera hallar la clave de su personalidad debía recordar que él era, ante todo, un poeta dramático, aun cuando sus textos no presenten los signos exteriores del género.
Desde su pubertad literaria se manifestó la actitud especulativa del filósofo que había en él, en textos firmados con su verdadero nombre o con el de Charles Robert Anon15.
Conviene no olvidar que, a pesar de ser conocido sobre todo como poeta, su actividad como prosista fue, en términos cuantitativos, superior a la del poeta, aunque gran parte de esa obra se encuentre inédita o publicada en forma aislada. Además de apuntes dispersos, de diferente tenor, hasta hoy sólo se han reunido y publicado como un todo los fragmentos del Livro do Desassossego, firmado por Bernardo Soares16, de las Notas para a recordação do meu mestre Caeiro (Notas para la recordación de mi maestro Caeiro), atribuidas a Álvaro de Campos17, y de algunas piezas de teatro18.
Pessoa fue, sin embargo, un esmerado narrador. Primero en inglés, viviendo todavía en Durban. En un cuaderno de apuntes donde anotaba proyectos y registraba sus composiciones, dejó el título, en inglés, "Devil's Voice", de lo que parece ser un cuento. A esta altura -entre 1903 y 1905- Pessoa fue desdoblándose en sucesivas personalidades literarias inglesas que iban suplantando a sus predecesoras y heredando sus proyectos. Así, la cadena de narradores: David Merrick, Charles Robert Anon, James Faber, Alexander Search19. En un conjunto de esos cuentos, titulado "Tales of a Madman", figura precisamente el que entonces se llamaba "La voz del Diablo": "The Devil's Voice".
Ya en Portugal, la personalidad literaria portuguesa entonces creada, Vicente Guedes, que también era cuentista20, emprendió la tarea de traducir los "Cuentos de un loco", así anunciados en sus proyectos.
Quedan por conocerse o reunirse las obras de otros prosistas narradores: no se sabe que Bernardo Soares habría sido autor de una novela titulada Marcos Alves21, que fue Pero Botelho (siempre la obsesión del Diablo…) quien contó de un detective llamado Doctor Abílio Quaresma22, que, a su vez, se puso a contar innúmeras historias "policiales", creando personalidades varias, como el Tio Porco… Ricardo Reis escribió, en verso, "somos cuentos contando cuentos", y su creador Fernando Pessoa dio forma humana a esa intuición suya… a la que el Diablo se aproxima cuando se refiere a la cadena interminable de dioses creadores.
Más habría aún que decir sobre la presencia obsesiva de Satán en la obra de Pessoa. Limitémonos a reparar en tres referencias en diferentes textos. En una de sus muchas reflexiones de tenor filosófico, afirma que, "en el orden de las cosas y de las almas, somos todos súbditos de aquel a quien San Pablo, alto iniciado, llamó el Príncipe de este Mundo"23. En un texto de las Notas para a recordação do meu mestre Caeiro, Álvaro de Campos, que firma el texto, dice del "propio Satán que no es sino Dios en su sombra deforme, lanzada por la luz de lo aparente"24. Y es curioso reparar en un fragmento firmado por Bernardo Soares para el Livro do Desassossego que remite no sólo a la figura del Diablo, presente en este cuento, sino también a María, la esposa que en apariencia guarda fidelidad al marido en un matrimonio común, en que la rutina mató el amor (idea que Pessoa desarrolla en otros textos), pero que no puede evitar las descaminadoras fantasías de su imaginación: