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– Dile eso a Charlie. Arregla eso, Kilmer.

– No puedo. -Hizo una pausa-. Pero puedo manteneros vivas a las dos, si me dejas. -Le sostuvo la mirada-. Y sabes que soy tu mejor apuesta, Grace. Quizá creas que soy un hijo de puta, pero nadie es mejor que yo en lo que hago.

Ella negó con la cabeza y abrió la puerta.

– No te asustes, si te das de bruces con Dillon dentro -dijo Kilmer.

Ella se quedó inmóvil.

– ¿Dillon?

– Nunca conociste a Cam Dillon, pero es muy eficiente. Hice que pusiera una foto de «la Pareja» en la camioneta de Blockman mientras yo venía corriendo hacia aquí.

– ¿Por qué? Qué melodramático. ¿No habría sido más sencillo hacer que Dillon hablara con él?

– No, no había tiempo, y sabía que Blockman se podría en contacto con North en cuanto su furgoneta fuera forzada. Las órdenes del cuartel general son más rápidas que las explicaciones interminables. De todas maneras, Dillon ha estado vigilando este lugar desde anoche, y cuando vi que te dirigías en esta dirección, le dije que empezara a hacerte el equipaje.

– ¿Qué?

– Tenéis que daros prisa, y tú no querrás agotar el tiempo de Frankie. Le dije que recogiera tus cosas y las de la niña. Haré que coja los documentos de Charlie y cualquier otro recuerdo. Dillon no podría decidir qué es lo que aprecias. Casi debe de haber terminado ya. Si quieres que haga alguna otra cosa, díselo. -Hizo una pausa-. Sólo obedece órdenes, Grace; pónselo fácil. -Se apartó-. Esta mañana llamé a vuestro vecino, Rusty Baker, y acordé con él que enviaría a dos de los peones de su granja de caballos para que se ocupen de los vuestros y mantengan limpio el lugar. Empezarán mañana.

Grace empezó a abrir los labios para hablar, pero él ya se estaba alejando.

Kilmer miró hacia atrás.

– Admítelo, es lo que tú harías. Eso es lo que más feliz haría a Frankie, cuando sepa que tiene que irse de aquí.

Era lo que Grace habría hecho, lo que había estado considerando hacer desde que fue consciente de que no podrían quedarse. Él acababa de ganarle la mano.

– Tal vez.

Kilmer sonrió ligeramente.

– Sabes que sí. Me quedaré por aquí y hablaré contigo más tarde. Piensa en lo que más le conviene a Frankie. Tres millones de dólares es mucho dinero, y hay mucho bastardo hambriento de dinero por el mundo. Me necesitas, Grace. -Se dirigió al cercado a grandes zancadas.

No lo necesitaba, pensó ella mientras entraba en la casa. No lo quería en su vida. No le había traído más que problemas en el pasado, y en ese momento le había traído otra tragedia. La CIA la trasladaría y protegería. Le debían su estrellato y no permitirían que Marvot la matara.

«Tres millones de dólares.»

Pero si había una filtración en Langley que había conducido a aquellos cazadores de recompensas hasta allí, entonces, ¿quién podría decir que no volvería a ocurrir?

Si North sabía que había una filtración, la taponaría. Ella tenía que…

– ¿Es usted la señora Archer? -Un hombre alto de pelo rubio rojizo estaba bajando las escaleras-. Soy Cam Dillon. Encantado de conocerla. He hecho el equipaje de usted y de su hija con una amplia selección de ropa. Las maletas están en su dormitorio. -Sonrió-. Pero no sé si he de meter el osito de peluche de su hija y la colección de La guerra de las galaxias. O ambas cosas. Los juguetes favoritos de los niños cambian de un año para otro. No consigo ver a mi hijo muy a menudo, y siempre estoy en apuros.

– ¿Tiene un hijo?

El hombre asintió con la cabeza.

– Estoy divorciado. Mi esposa tiene la custodia de Bobby. -Dillon echó un vistazo por el salón-. Este es un bonito lugar. Acogedor. Apuesto que a su hija le encanta andar con los caballos.

– Sí, así es. -Grace empezó a subir la escalera-. Terminaré de meter sus cosas. Le gusta el oso de peluche, pero no lo necesita. Mientras tenga su teclado y sus libros, estará bien.

– Le puedo hacer un hueco en las maletas. Su teclado ya está en su estuche, junto con las maletas. ¿He de coger algo más de las demás habitaciones de la casa?

– No, ésa es labor mía. Kilmer no debería haberlo involucrado en esto.

– Estoy encantado de ayudar. -La sonrisa del hombre se desvaneció-. Vi la foto del anciano sobre el piano. Lamento que no llegáramos a tiempo. Kilmer estaba furioso. El anciano parecía un buen tipo.

– Era algo más que bueno. -Grace tuvo que esforzarse para que no se le quebrara la voz-. Bueno, si no le importa, tengo cosas que hacer. He de volver con mi hija.

– Pues claro. Estaré fuera, en el porche, sí me necesita. No tiene más que llamarme.

– No es necesario que se quede.

– Sí, señora, lo haré. Son órdenes de Kilmer. -Se dirigió hacia la puerta-. Y eso significa que me quedaré.

Grace torció la boca.

– Parece que la disciplina sigue al mismo nivel que cuando trabajaba con él.

Dillon hizo una mueca.

– Hace restallar el látigo que es una maravilla. Pero vale la pena; saber que eres el mejor te hace sentir bien. -Se dirigió hacia la puerta principal-. Pondré las maletas en el coche cuando haya terminado.

«Saber que eres el mejor te hace sentir bien.»

Así es como ella se había sentido cuando trabajaba con Kilmer. El hombre era duro, y de una minuciosidad exacerbada, y sacaba todo el talento y habilidad de cuantos trabajaban para él. Su equipo había brillado como los diamantes cuando había terminado de entrenarlos. Uno podía contar con el hombre o la mujer que tenía a su lado. Y siempre podías contar con Kilmer para hacerlos superar todo. Jamás les había fallado.

Excepto en la última misión en El Tariq.

No pienses en ello. Aquella noche había aprendido cosas, y había seguido adelante. No había sido fácil. Durante los años siguientes había pasado por momentos de inmensa furia, y sentido el deseo de matar a aquel hijo de puta de Marvot. Sin embargo, se había obligado a olvidarlo cuando descubrió que estaba embarazada. Al principio, no podía poner en peligro a su hija no nacida, y después de que ésta llegara al mundo, la cosa se hizo aún más difícil. Había confiado en que, con el tiempo, sería capaz de olvidar y tener una vida normal. No había sucedido así. Kilmer estaba allí, trayendo de vuelta el pasado.

Y todo el infierno que iba a seguir.

Capítulo 4

– Quiero saltar el obstáculo, mamá -dijo Frankie, haciendo que Darling volviera hacia donde su madre estaba situando su yegua-. ¿Puedo?

Grace escudriñó el rostro de la niña.

– ¿Por qué?

– Por hacerlo, nada más. ¿Vale?

Asintió con la cabeza.

– Si eso es lo que quieres. Ten cuidado.

– No me tirará. -Frankie hizo dar la vuelta a Darling y empezó a rodear el cercado-. Volveré enseguida, y luego lo metemos en el establo.

¿Un último adiós al caballo? No, Grace tenía una idea que iba más allá de eso: Frankie quería controlar algo, cualquier cosa, de esa vida que había sido puesta patas arriba. Comprendía ese sentimiento; estaba teniendo la misma sensación de deficiencia. Sólo hacer saltar a un semental sobre un obstáculo no la ayudaría.

– Vamos, Darling -susurró Grace-. Dale lo que necesita.

En esa ocasión no hubo ningún titubeo. Darling se elevó sobre el obstáculo limpiamente y pareció muy complacido consigo mismo.

– Buen chico.

Grace observó a su hija cuando volvió cabalgando hacia ella. En esa ocasión, ni alegría ni júbilo; sólo satisfacción y decisión.

– Muy bien, cariño.

Frankie irguió los hombros.

– El que saltó fue Darling. Yo sólo lo montaba.

– Y lo has hecho muy bien.

Frankie hizo dar la vuelta a su caballo hacia el establo.

– ¿Qué vaquero de la granja de Baker montará a Darling?