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– Y no pudiste evitarlo.

– No voy a justificarme -dijo Kilmer en voz baja-. Hice lo que tenía que hacer. No soy un hombre milagro. Tuve que tomar una decisión.

– Tu decisión fue una mierda. -Apartó la mirada de él-. Podría haber hecho que muriera mi padre.

– Pero no lo hizo, aunque existía esa posibilidad. Tuve que moverme deprisa para salvar a otros cuatro hombres de mi equipo que tuvimos que abandonar en El Tariq aquella noche. Tu padre estaba en Tánger. No habría tenido tiempo de llegar hasta donde estaba él antes de que Marvot pudiera tender una trampa.

– Y no me dejaste que fuera yo. -Grace cerró los puños en los costados-. Me dejaste sin sentido y me encerraste en aquel maldito sótano. No te pedí que me ayudaras; no te necesitaba. Podría haber llegado hasta mi padre sola.

– Marvot te habría estado esperando. Alerté a tu padre por si yo estaba equivocado. Él no salió de Tánger. ¿Te dice eso algo?

– Que quizá no recibió el aviso.

– Lo recibió. -Kilmer negó con la cabeza-. Pero no necesitaba ningún aviso. Sabía lo que había sucedido en El Tariq.

– ¡Él no lo sabía! Fue el único que le habló a la CIA de Marvot desde el principio. Fue él quien me consiguió el trabajo de El Tariq. No tuvo la culpa de que Marvot recibiera un chivatazo.

– Ya te lo dije entonces. Fue tu padre quien le dio el chivatazo, Grace.

– No, eso es mentira. Él no habría hecho eso. Sabía que yo estaba allí. Y me quería.

Kilmer no respondió.

– ¡Me quería! -repitió Grace.

– Tal vez pensara que podía sacarte de allí antes de que todo se hundiera. Pero nos acercábamos muy deprisa al final de la misión. -Kilmer se encogió de hombros-. Ya hemos pasado por esto antes. No me creíste entonces, y no me crees ahora. Así que olvidémoslo y ocupémonos de lo que está ocurriendo. Me necesitas para proteger a Frankie, y yo tengo los medios y el deseo de hacerlo. Déjame ayudarte.

Grace intentó controlar su ira y la sensación de traición que aquella avalancha de recuerdos había vuelto a traer. Negó con la cabeza violentamente.

– Puedo hacerlo yo sola. -Miró fijamente a través del patio del establo hacia Frankie y Robert-. Tengo que ir allí. Frankie no parece demasiado afectada, a Dios gracias.

– ¿Está muy unida a él?

Grace empezó a atravesar el patio.

– Sí.

– ¿Y tú también?

Ella le lanzó una mirada por encima del hombro.

– ¿Qué?

– ¿Te acuestas con él?

Grace se detuvo.

– Eso no es asunto tuyo.

– Lo sé. No parece que eso importe mucho.

El tono de su voz era sosegado, pero estaba cargado con toda la intensidad que Grace recordaba.

¡Oh, Dios mío!, y su cuerpo estaba reaccionando, dispuesto, como si la intimidad entre ambos hubiera sido cosa de la víspera, y no de nueve años atrás.

¡No!

– No importará lo que yo sienta, Grace -dijo Kilmer-. No perderé el control ni un ápice si decides confiar en mí para que me ocupe del problema.

Nunca había podido controlarse con él. Kilmer sólo había tenido que tocarla para que se derritiera. Aquella atracción sexual la había desconcertado y asustado. Al principio, había pensado que se trataba sólo de la adoración al héroe, pero aquello se había convertido en algo parecido a una droga en las semanas siguientes, algo totalmente descontrolado.

No podía tratarse del mismo sentimiento. Ya era una mujer madura, y no tenía ningún motivo para sentir por él nada que no fuera ira y resentimiento.

En la sonrisa de Kilmer asomó cierto atisbo de tristeza.

– Tampoco parece que eso te importe mucho a ti, ¿verdad? No te sientas mal. Las hormonas no tienen nada que ver con el frío pensamiento lógico. -Se apartó-. Estaré cerca de tu motel esta noche. Le di a Blockman una tarjeta con mi número de móvil para que te la entregara. Si me necesitas, llama. -Se alejó de ella a grandes zancadas en dirección a la carretera.

Grace se sintió aliviada por su marcha. Aquel momento la había conmocionado, y no quería vérselas con él de inmediato. Había creído que lo había dejado fuera de su vida, pero era evidente que tal creencia no incluía la atracción física que despertaba en ella.

Podía manejar aquello. Tal vez la aventura amorosa entre los dos había terminado de forma demasiado brusca para que hubiera un cierre. Acaso fuera natural que en una situación así quedaran algunos jirones emocionales. Quizá la siguiente vez que lo viera no habría la menor tensión sexual. Tenía que tener presente quién era él y qué había hecho, y todo volvería a la normalidad.

– Me gusta el señor Kilmer -dijo Frankie mientras se metía en la cama esa noche-. Quiero decir, Jake. Me dijo que lo llamara Jake. Creo que es un tío legal. Pero a ti no te gusta, ¿verdad?

– Hubo un tiempo en que me gustaba -dijo Grace sin comprometerse-. ¿Por qué crees que es legal?

– Porque escucha. La mayoría de la gente no escucha realmente a los niños. Pero él sí. -Bostezó-. Y creo que es inteligente. No habla mucho, pero es la clase de… ¿Es inteligente, mamá?

– Muy inteligente.

– ¿Y tu trabajaste con él cuando eras una superagente?

– No fui ninguna supernada. Sólo hacía mi trabajo. -Besó a Frankie en la frente-. ¿Te sientes algo mejor, cariño?

– No lo sé. Cuando estaba en el granero, empecé a llorar de nuevo.

– Eso es natural. Crees que estás bien, y entonces ocurre algo y te pones a llorar otra vez.

– ¿Tú también?

– Yo también. Pero lo que importa es que hagamos lo que Charlie habría querido hoy. Y que lo recordemos todos los días con cariño. Y podemos hacerlo, ¿verdad que sí?

– Por supuesto. -Frankie levantó la mano para acariciar las pestañas de Grace sutilmente-. Están mojadas. -De repente, hundió la cabeza en el pecho de su madre-. Sufro cuando sufres. ¿Qué puedo hacer?

A ella se le hizo un nudo en la garganta mientras la abrazaba con fuerza.

– Quiéreme. Y yo te querré a ti. Ésa es la medicina para casi todo. -Hizo que Frankie volviera a recostarse sobre las almohadas-. Bueno, ahora a dormir.

– Todo va a ir bien, ¿verdad? -susurró la niña-. ¿No nos va a volver a ocurrir nada malo?

Grace asintió con la cabeza.

– No te ocurrirá nada malo. Te prometo que haré que estés a salvo.

– Y tú -insistió su hija.

– Y yo. -Remetió la manta alrededor de Frankie-. Para poder mantenerte a salvo, tengo que mantenerme a salvo a mí misma. Va todo en el mismo paquete. Buenas noches, cariño.

– Buenas noches, mamá.

Grace apagó la lamparita de la mesilla de noche y abrió la sábana de la otra cama. Dudaba que pudiera dormir, pero quería que Frankie tuviera el consuelo de encontrar a alguien en la habitación si se despertaba por la noche. Su hija ya había padecido suficiente inseguridad y terror los últimos días como para que le durara el resto de su vida.

Frankie ya se había dormido; podía oír su respiración profunda y acompasada.

Se acercó a la ventana y miró hacia el aparcamiento situado dos plantas más abajo. ¿Qué esperaba ver? ¿Una fuerza militar de élite invadiendo aquella pequeña ciudad? Quizá. Marvot podía permitirse una fuerza de élite, si podía permitirse la recompensa que había puesto a sus cabezas.

Pero ninguna fuerza que pudiera contratar sería tan buena como el equipo de Kilmer.

Agarró la cortina con fuerza. Su falta de sorpresa ante aquel pensamiento demostraba bien a las claras su pertinencia. Con independencia de lo mucho que quisiera rechazar la oferta de ayuda de Kilmer, la idea no paraba de asediarla. Kilmer estaba más cualificado que nadie para ayudar a Frankie. Sí Grace se marchaba sola, significaría huir sin parar y ser un millón de veces más vulnerable. Había examinado docenas de posibles refugios, pero ninguno era tan seguro como estar bajo el ala protectora de Kilmer.