Kilmer se volvió para mirarla.
– ¿El viento canta?
– Quizá. -Grace se encogió de hombros-. O tal vez se trate de otra cosa. Estuvo hablando de que necesitaba el piano anteanoche, incluso antes de que supiera lo de Charlie.
– Es la primera vez que he visto esa faceta suya. -Se dio la vuelta y miró con aire pensativo hacia la puerta-. Es interesante. Tan pronto es una niña loca por los caballos como al momento siguiente… Interesante.
– Todo es Frankie. He procurado asegurarme de que una parte de ella no desequilibre a la otra. -Grace empezó a subir las escaleras-. Por ejemplo, no le está permitido dejar de hacer los deberes porque esté jugando con una melodía.
– El paraíso prohibido.
Ella lo miró con hostilidad.
– Eso es importante. Sí, tiene que ser estimulada, pero formar una personalidad fuerte es igual de trascendente.
– Yo diría que tiene un carácter condenadamente fuerte. -Levanto la mano-. No te estoy criticando. Has hecho una labor increíble, y no tengo ningún derecho a interferir.
– Cierto.
Kilmer sonrió.
– Pero ¿puedo decir que siento cierta dosis de orgullo porque mi parte de genes te proporcionara el material con el que trabajar?
– Puedes decírmelo a mí… Mientras no se lo digas a Frankie. -Grace pasó por su lado y siguió subiendo las escaleras-. ¿También viene Donavan mañana?
– No, le tengo vigilando a Marvot. Él fue el que me dio el chivatazo de que Kersoff era uno de los jugadores que aparecieron por el complejo de Marvot. No lo retiraré hasta que lo necesite aquí.
– ¿Y a quién más invitó Marvot a intentar conseguir la recompensa?
– A Pierson y a Roderick. Éstos eran los grandes jugadores, pero estoy seguro de que Marvot abrió la cacería a varios peces más pequeños. Quería estimular la competición lo suficiente para garantizarse que conseguiría lo que quería.
– Bastardo.
– Sí. Pero el hacerlos competir, acabó siendo una suerte para nosotros. Ninguno se iba a arriesgar a que uno de los otros descubriera que te había encontrado antes de atraparte realmente y llevarte ante Marvot.
– O entregarle nuestras cabezas en una cesta.
Kilmer asintió con la cabeza.
– En cualquier caso, eso nos dio tiempo para escapar, puesto que ninguno informaba directamente a Marvot. -Se dio la vuelta y volvió a bajar las escaleras con el teclado-. Lo pondré junto al sofá del salón. Supongo que debería haber conseguido un piano.
– Tiene suficiente con el teclado. -Grace se detuvo en lo alto de la escalera para volver a mirarlo-. Me dijiste la cantidad de la recompensa que Marvot puso por mí y por Frankie. ¿Qué precio ha puesto a tu cabeza?
– El suficiente para montar un pequeño reino. -Se incorporó y se dirigió de nuevo hacia el porche-. Está un poco furioso conmigo. Imagínatelo.
Un escalofrío recorrió a Grace. ¿Por qué diablos Kilmer no le había dado la espalda a Marvot como había hecho ella? No, tenía que atrincherarse y esperar su ocasión y arriesgarlo todo.
Pero ¿le había dado ella realmente la espalda a Marvot? Aquella oleada de pura ferocidad que había sentido la había vuelto a coger por sorpresa.
Los sentimientos no eran acciones.
Era decisión de Kilmer seguir adelante. Lo único que a ella le preocupaba era mantener a Frankie a salvo.
El dormitorio que Kilmer le había indicado tenía dos camas descomunales cubiertas por unos edredones con flores bordadas. El gran ventanal, que iba de pared a pared, dejaba ver la misma impresionante vista de las montañas que había embelesado a Frankie.
Se acercó a la ventana y miró hacia el cercado. Un rucio y un zaino correteaban perezosamente por la zona. Bonitos caballos. Una osamenta pequeña. ¿De sangre árabe?
La Pareja de ojos azules de El Tariq eran árabes blancos, recordó de repente. Espléndidos en todos los aspectos físicos, y aquellos ojos azules los hacían aún más insólitos.
Y listos. Muy listos. Nunca había tratado con unos caballos más listos ni más receptivos. Habían parecido percibir cada pensamiento y cada emoción de Grace.
Y ella había llegado a conocerlos. Había sido una experiencia tonificante estar con la Pareja. Al principio, había parecido imposible pensar en ellos por separado; para ella y para todos los demás en el Tariq fueron siempre la Pareja. Pero hacia el final, había sido capaz de empezar a distinguirlos, de hacerlos responder como seres individuales. Se habían mostrado retozones y nerviosos y completamente fascinantes. ¿Seguirían así? Tendrían ya casi diez años…
Dejar de pensar en ellos.
Le había dicho a Kilmer que no quería tener nada que ver con la Pareja, y lo había dicho en serio. Era demasiado peligroso, y ellos ya le habían salido demasiado caros.
Se apartó del ventanal, puso la bolsa de lona encima de la cama y descorrió la cremallera. En cuanto terminara de deshacer las bolsas, se daría una ducha y bajaría a la cocina para ver qué podía encontrar para hacerle la cena a Frankie. Su hija solía ser una buena comedora, pero durante aquellos períodos de creatividad se abstraía un poco, y había que recordarle que comiera.
Pensándolo mejor, desharía una de las bolsas, pero dejaría la otra hecha y preparada para viajar. Confiaba en la eficiencia de Kilmer, pero no en la apacibilidad de las circunstancias. Siempre era mejor prepararse para lo peor y esperar lo mejor.
El Tariq, Marruecos
– Creemos que Kersoff localizó a la mujer y a la niña -dijo Brett Hanley cuando entró en el zaguán acristalado-. En Alabama.
Marvot levantó la vista de la partida de ajedrez que estaba jugando con su hijo de diez años.
– ¿Cuándo estarían por aquí?
– Bueno, eso no es exactamente… No fue una misión del todo satisfactoria.
Marvot movió su pieza.
– Jaque mate. -Arrugó el entrecejo-. Guillaume, siempre te digo que tengas cuidado con tu reina. Bueno, vete y piensa en los errores que has cometido. Esta tarde quiero que me digas cómo podrías haber ganado esta partida.
– No estoy seguro… -Los ojos de Guillaume se llenaron de lágrimas-. Lo siento, papá.
– Sentirlo no es suficiente. -Ahuecó una mano con dulzura en la mejilla del niño-. Escucha, debes concentrarte y mejorar, para que pueda sentirme orgulloso de ti. Eso es lo que quieres, ¿no es así?
Guillaume asintió con la cabeza.
– Y me sentiré orgulloso. Mejoras a cada partida. -Marvot abrazó al niño, tras lo cual le dio una palmadita en el trasero-. Ahora ve a hacer lo que te he dicho. -Observó cómo el niño salía corriendo-. ¿Qué absurdidad intentas transmitirme, Hanley?
– Kersoff ha desaparecido.
– Entonces, ¿cómo sabes que la encontró? Y lo que es más, ¿cómo sabes que fracasó?
– La mujer de Kersoff, Isabel, me llamó hace una hora. Me dijo que él había encontrado a la mujer y que planeaba terminar el trabajo hace dos noches. Pero no ha tenido noticias de él desde primeras horas de la noche de marras. Hice unas cuantas averiguaciones y me enteré de que en una pequeña granja de Tallanville, Alabama, vivían una mujer y una niña de las edades adecuadas. El propietario de la granja sufrió un accidente de tráfico la noche en cuestión, y la mujer, Grace Archer, y su hija han desaparecido.
– ¿Y se supone que Grace Archer es nuestra Grace Stiller?
Hanley asintió con la cabeza.
– Puede que Kersoff venga de camino para entregármelas.
– La esposa de Kersoff estaba… estaba sumamente preocupada. -Hanley sonrió con sarcasmo-. Me preguntó si usted le pagaría por proporcionarle el nombre del informante de su marido que había localizado a Grace Archer. A todas luces estaba más preocupada por perder el chollo que por la desaparición de su marido. ¿Qué he de hacer?
– Ve a verla. Tienes buen criterio; utilízalo. Sabrás si sólo intenta exprimirme. Si crees que sabe algo de valor, averigua qué es.
– ¿Y si no?