Выбрать главу

– ¿Cómo lo vas a averiguar?

– A través de ti. Pero todavía estamos pensándolo -dijo Pablo-. Hay algo más. Un varón no identificado ha aparecido en la casa de Yacub en Rabat. Parece un familiar, pero los marroquíes todavía no han sido capaces de localizarlo y no quieren entrar y aguarnos la fiesta.

– ¿No pueden pedirle los documentos cuando salga de la casa?

– Si saliese, sí, pero el problema es que no sale -dijo Pablo-. Tenemos una foto suya en nuestro sitio web. Echa un vistazo. Puede que te suene de las vacaciones que pasaste con Yacub en Esauira. Por cierto, hace tres semanas que no te comunicas con Yacub a través del sitio web del CNI.

– No se ha comunicado él conmigo.

– Pero antes manteníais un contacto asiduo.

– Dada su situación familiar, habrá tenido que tomar más precauciones.

– Eso es lo que pensamos aquí -dijo Pablo-. ¿Algo más?

– Estoy trabajando en un importante avance potencial sobre el atentado de Sevilla. Hemos encontrado unos discos que estaban en poder de un importante mafioso ruso. En ellos aparecen hombres manteniendo relaciones sexuales con prostitutas -dijo Falcón-. ¿Te acuerdas de los dos cabecillas de la conspiración, Lucrecio Arenas y César Benito?

– Benito era arquitecto del Grupo Horizonte y Arenas era el director general de sus banqueros, el Banco Omni -dijo Pablo.

– Exacto. Nunca hemos encontrado nada en ninguno de los dos grupos que los vinculase a la conspiración, pero también estamos seguros de que no actuaban motivados por sus creencias católicas -dijo Falcón-. He aislado a un varón de los discos encontrados en manos del mañoso ruso. Nuestros dos especialistas de Crimen Organizado de la Costa del Sol han logrado identificar a más de sesenta personas de los discos, pero a este tipo no, y se me ocurre que puede ser alguien de fuera.

– ¿Y crees que esto vincula a la mafia rusa con Horizonte y el Banco Omni?

– Es posible, si este tipo estuviera en la jerarquía de alguna de las dos compañías o en el holding de Horizonte, un grupo de inversión con sede en Estados Unidos llamado I4IT -dijo Falcón-. El problema es que, por otras investigaciones anteriores sobre estas dos compañías, sé que su personal suele rehuir las cámaras, y supongo que quizá tú tienes acceso a… ciertos archivos que no están a mi alcance. Hasta podría ser extranjero.

– ¿Quieres que vea si lo identifico? -dijo Pablo-. Por ti, Javier, hago lo que sea.

Colgaron. Falcón envió por correo electrónico al sitio web del CNI el primer plano facial del hombre que mantenía relaciones sexuales con Margarita y, mientras estaba conectado a la página, examinó la foto del tipo que estaba en casa de Yacub, pero no lo reconoció.

– Envíame las fotos de los otros dos tipos que no habéis podido identificar en los discos del ruso -gritó Falcón a Vicente Cortés, que estaba en el despacho contiguo.

Aparecieron las tres caras en su pantalla. Las examinó despacio. Entró Ramírez y se quedó de pie junto a la ventana.

– Este tipo, el «Identificado B», no me parece español -dijo Falcón.

– No -dijo Ramírez rotundamente, girando la cabeza para mirarle.

– Los otros dos podrían ser españoles o hispanoamericanos -dijo Falcón-, pero este tío parece yanqui.

– ¿Yanqui? -dijo Cortés, que apareció en ese momento en la puerta-. ¿Cómo puedes saber que es americano por una foto granulada?

– Por su cara, no parece un tipo con una carga de siglos de historia -dijo Falcón-. Tiene la inocencia de alguien que se ha pasado la vida abrazando el futuro.

– Aunque sea un puto adolescente -dijo Ramírez con gravedad.

– ¿Puedes deducir todo eso de esta foto? -dijo Cortés, inclinándose sobre la mesa de Falcón.

– Mira el pelo -dijo Falcón-. Ya no hay pelos así en Europa. Es lo que yo denominaría pelo corporativo americano. Es muy conservador.

– Deberías ver el vídeo entero. El pelo ni se le mueve al follar -dijo Ramírez, mirando por la ventana-. Cuando acabó con la pobre chica, debería tener el pelo como el de un luchador, y sin embargo… ¿No será un peluquín?

– Es posible.

Sonó el teléfono de la línea cifrada con el CNI. Ramírez cogió del brazo a Cortés y lo sacó del despacho. Ferrera se inclinó y cerró la puerta.

– Queremos que vayas a Londres -dijo Pablo.

– No puedo.

– Ya hemos hablado con el comisario Elvira.

– Te lo acabo de decir, las cosas están en un punto de inflexión. Tengo la sensación de que por fin estoy penetrando en este tema. No puedo dejarlo ahora -dijo Falcón-. Y si voy a Londres, Yacub sabrá que he hablado con vosotros. Se lo tomará como una traición a la confianza.

– Vas a ver a la brigada antiterrorista británica, el SO15, en New Scotland Yard. Te reunirás con un tipo llamado Douglas Hamilton. Él te dará instrucciones. Cuando entables contacto con Yacub, le explicarás por qué razón estás en Londres, que es para averiguar por qué demonios se está zafando de la vigilancia del MI5 que le sigue la pista. No es el tipo de conducta que esperamos de uno de nuestros agentes «menos experimentados» -dijo Pablo-. ¿Me entiendes, Javier? Y mira, sólo te ausentarás de la oficina durante el resto del día. Te hemos programado un vuelo para dentro de una hora y haremos todo lo posible para que vuelvas al final de la tarde.

– De acuerdo -dijo Falcón-. Te mando dos fotos más de los hombres de los discos del ruso que no hemos podido identificar. Creo que uno es americano.

– No comentes nada de esto con tu amigo Flowers.

– ¿Vas a decir lo mismo cada vez que pronuncie la palabra «americano»?

– Mark Flowers es perro viejo. Tiene un instinto especial para las cosas que ocurren. Me sorprendería mucho que no tuvieras noticias suyas antes de que acabe el día.

– ¿Y qué es lo que ocurre?

– ¿Has echado un vistazo al hombre misterioso que apareció en casa de Yacub? -preguntó Pablo, eludiendo la pregunta.

– No lo he visto en mi vida -dijo Falcón.

Colgaron. Falcón miró el teléfono con tristeza, sin querer enfrentarse a ese otro asunto, aún más peliagudo. Llamó a Ferrera.

– Me voy a ausentar hasta esta noche -dijo-. Quiero que vuelvas a ver a Marisa y que trabajes con ella. Haz todo lo que puedas para ganarte su confianza. Tiene que decirnos quién la está presionando.

Se apoyó en el respaldo, intentó calmar el estrés con la respiración, cerró los ojos, pensó en el beso de despedida de Consuelo. Ese beso lo encerraba todo. Toda la complejidad de una mujer que une su vida a la de él. Luego pensó en el rato de fútbol en el jardín con Darío y recordó la confianza instintiva del chico en él la noche anterior, cuando apoyó la cabeza en el pecho de Falcón. El chico había hecho algo por él, le había traído el recuerdo de la confianza en su propia madre; los besos de buenas noches en Tánger. Eso lo unía a Darío de una manera que le hacía sentir a la vez fuerte y vulnerable. Abrió los ojos, apoyó las manos en la mesa, enderezó la espalda y, mientras se levantaba para ir al aeropuerto, de pronto se percató de lo que pasaba. Había comenzado la paternidad de Javier Falcón, y eso era lo que había variado en Consuelo: había decidido dejarle entrar plenamente en su vida.

* * *

– Otra vez usted -dijo Marisa, al ver a Cristina Ferrera a través de la puerta, que sólo había abierto una rendija-. No sé qué pasa con ustedes. Ya pueden estar robando y violando a gente en media Sevilla, que erre que erre, siguen llamando a mi puerta.

– A lo mejor es que mi trabajo consiste precisamente en investigar casos de asesinato -dijo Ferrera-, más que nada.

Marisa la miró de arriba abajo. Tenía los ojos vidriosos. Debía de estar bebida o colocada.

– Especialmente seleccionada -dijo Marisa.