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– ¿Pero no tenías ni idea de lo que querían, ni estabas al corriente de que sabían que tenías algo que les interesaba?

– No, yo era ingenuo. Pensaba que era yo el que maniobraba -dijo Yacub, dándose golpecitos en el pecho y soltando, a continuación, una estruendosa carcajada-. Es como si vas a conocer a tu futura esposa en un matrimonio amañado, esperando a una virgen recatada, y te topas con una mujer terriblemente experimentada.

– ¿Y cuándo lo averiguaste? -preguntó Falcón.

– Cuando volví de París.

– ¿En junio?

– Me estaban investigando. Todos pensamos que tenía que ver con nuestra misión y con los 4x4 cargados de explosivos que iban a Londres, pero nada de eso. Estaban investigando si yo estaba limpio, controlando que no contactase con nadie y que nadie se acercase a mí.

– ¿Y qué te pidieron cuando volviste a Rabat?

– ¿Estás preparado para esto, Javier?

– ¿Qué quieres decir?

– En cuanto lo sepas, serás parte de ello, no podrás olvidarlo -dijo Yacub-. Te encontrarás no sólo con conocimiento, sino sosteniendo cosas en tu poder, cosas muy preciadas, como la vida de la gente. Mi vida. La vida de Abdulá.

– El motivo por el que estoy aquí es porque no tienes que pasar por esto solo -dijo Falcón-. Entramos en esto juntos, por ingenuos que fuéramos, y no voy a abandonarte ahora. Cuéntamelo.

– Si te lo cuento, estarás en mi barco, y eso significa que no podrás decírselo a nadie; ni a tu propia gente, y desde luego ni a los británicos ni a los americanos.

– Oigamos lo que es, antes de decidir nada.

– Nada de «ya veremos», Javier -dijo Yacub-. Soy hombre muerto si algo de lo que te cuento sale de esta habitación. Tendrás que vivir con el conocimiento. Y te interrogarán, te presionarán para sonsacarte lo que sabes.

– Desembucha -dijo Falcón.

Yacub se acarició la cabeza con las dos manos, se preparó.

– Una breve introducción -dijo-. Como sabes, el propósito fundamental del GICM no eran las operaciones internacionales, sino inducir un cambio en el gobierno marroquí.

– Quieren imponer un régimen islámico con la ley de la sharia -dijo Falcón.

– Exacto. Y la situación en Marruecos no es menos complicada que la de otro país que ejerce presión contra la frontera europea orientaclass="underline" Turquía. Hay una compleja batalla entre lo religioso y lo laico en ambos países y se recurre al terrorismo en los dos bandos. La situación es algo diferente en Marruecos, porque tenemos una monarquía de la dinastía alauí, cuyos orígenes se remontan al yerno del profeta. También tenemos un rey, Mohamed V, que se identificó con la lucha nacionalista por la independencia en la década de 1950 y se exilió por ello. De modo que el rey tiene linaje religioso y credibilidad política, lo que significa que después de la independencia no era muy proclive a instituir un gobierno parlamentario.

»Murió pronto y su hijo, Hasan II, el hombre duro, tomó el poder en 1961. No creía en la democracia. Los líderes de los partidos políticos se exiliaron. Se instaló todo un aparato de policía secreta, informadores y terror. Era un régimen despótico, pero se mantuvo un orden laico. Mohamed VI tomó el poder en 1999 y hubo una relajación generaclass="underline" derechos humanos, poder y libertad para las mujeres, pluralismo político. A los fundamentalistas no les gustaban estas reformas, pero, con el sistema de seguridad más o menos desmantelado, veían oportunidades.

– Con el fin de organizarse para la perturbación política.

– Exacto, pero necesitaban ayuda. Necesitaban dinero -dijo Yacub-. La cosa aparentemente no se movió hasta el 11-S, pero ya antes de esa fecha se habían establecido importantes contactos con el grupo que sería conocido mundialmente como Al Qaeda. Los musulmanes marroquíes más devotos llevan siglos yendo a Oriente Próximo, aparentemente para recibir formación, pero desde la década de 1980 empezaron a entusiasmarse con lo que ocurría en Afganistán.

– Así que ya antes de 2001 pululaba por Marruecos la gente adecuada, capaz de adentrarse en la red de Al Qaeda.

– El GICM era un poco como una nueva empresa en busca de ayuda de una corporación mayor. Si quieres resultar atractivo, tienes que ser capaz de aportar algo a la mesa, y por eso se implicaron en operaciones internacionales. Pero la cosa no ocurrió de la noche a la mañana, así como si nada -dijo Yacub, chasqueando los dedos-. El GICM ha tardado años en afianzar esta situación, con rutas de tráfico de personas de entrada y salida entre Marruecos y España, redes de células para facilitar la vigilancia de los objetivos, logística de material, falsificación de carnés de identidad y pasaportes y fabricación de bombas.

– Así que, con el fin de convertirse en opciones interesantes, se han transformado en jugadores formidables.

– Ahora ni siquiera necesitarían pedir dinero a Al Qaeda -dijo Yacub-. Están implicados en el tráfico de drogas, la falsificación de tarjetas bancarias y las estafas por Internet, cosas que no consideran delictivas, sino «ataques» legítimos contra Occidente. Todo forma parte de la yihad. De modo que, como cualquiera que se convierte en una potencia por derecho propio, empiezan a concebirse de modo diferente. El éxito conlleva un cambio de perspectiva. Empiezan a pensar globalmente. ¿Por qué preocuparse por derrocar al monarca de un reino pobre y remoto, si se puede emprender una revolución total? Devolver todas las tierras, de Pakistán a Marruecos, y quizás incluso Andalucía, al gobierno y la ley islámicos, como era hace un millar de años.

– El sueño yihadí -dijo Falcón-. Pero ¿cómo lo consiguen? Hasta ahora han tenido una repercusión limitada con el atentado del World Trade Center, y la masacre de los trenes de cercanías de Madrid y Londres, pero su sueño dista mucho de cumplirse.

– Y son conscientes de ello -dijo Yacub-. Lo único que hizo Osama Bin Laden fue dar a conocerlos mundialmente. Transmitieron el mensaje de que tienen poder. Sólo a partir de entonces… después de 2001, empezó el verdadero pensamiento.

– Así que, sigue, ¿cómo van a conseguirlo?

– Mira, Javier, ése es el error fatal de Occidente.

– ¿Cómo?

– No creéis que sea posible. Os creéis que es una idea ridícula y rocambolesca de un puñado de fanáticos con turbante que viven en cabañas de barro y hacen planes con palos en la arena.

– Yo no infravaloro las capacidades de esos grupos -dijo Falcón-. Pero lo que sé es que el mundo árabe nunca ha sido capaz de mostrar un frente unido.

– Los líderes del mundo árabe -dijo Yacub-, los que se han convertido en los perritos falderos de Occidente, no pueden mostrar un frente unido con los palestinos privados del derecho de representación, los libaneses escindidos, los sirios siniestros, los turcos indecisos, los iraquíes ocupados, los iraníes imposibles. Pero ¿y sus poblaciones, con un sesenta por ciento de personas menores de veinticinco años, que no tienen nada salvo creencias y un fuerte sentido de la justicia? La gente está más preparada que nunca para mostrar un frente unido.

– De acuerdo -dijo Falcón-. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.

– Pero hay un lugar clave -dijo Yacub-. Un país árabe tiene la llave de todo. No sólo es el más rico, con fabulosas reservas del producto más deseado del mundo, sino que además tiene las llaves de los lugares más sagrados del islam.

– Arabia Saudí -dijo Falcón-. Tu teoría de por qué los americanos invadieron Irak con tanta celeridad era la necesidad de proteger esa monarquía, que custodia el interés más valioso.