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Descalzo. La camisa empapada de sudor. Falcón se despertó como si hubiera vuelto al mundo desfibrilado. Tenía dolores. Toda la angustia mental se había alojado en sus músculos y su esqueleto. ¿Qué hora era? Las doce de la mañana pasadas. Se dio una ducha. No había claridad desde la cascada, sólo vacilación entre los dos problemas colosales que habían recaído sobre sus hombros en las últimas veinticuatro horas. Se puso ropa limpia. Los policías le habían sacado los móviles de los bolsillos y los habían apagado para que no le molestasen. Se sentó al borde de la cama y los encendió a la vez en la mano. ¿La agenda del día de descanso? No había nada que hacer sobre la situación de Yacub. Había llegado a un acuerdo. El silencio era el único juego. Desayunar. Pensar en cómo encontrar a Darío. Resistir la intrusión de todas las imágenes del terrible final de Marisa.

Pablo, del CNI, estaba sentado a la mesa bajo la galería. Tenía delante una taza de café vacía. Falcón no lo había visto nunca sin traje. Parecía más joven, más accesible, con el polo verde oscuro y los chinos blancos, aunque la cicatriz que bajaba desde la raíz del pelo hasta la ceja izquierda requería que siempre se le tomase en serio. Sin la ropa de trabajo, Falcón pudo ver también que el hombre era atlético, y que su cuerpo no estaba esculpido por la vanidad sino por reiteradas exigencias físicas.

– ¿Cómo has entrado? -preguntó Falcón, mientras se daban la mano.

– El policía del coche patrulla está en la puerta -dijo Pablo-. Se requirió una orden directa del comisario Elvira. Parece que ahora estás bajo protección.

– ¿De quién me tienen que proteger?

– De los rusos, creo.

– ¿Qué sabes de los rusos?

– Después de que me pidieses que echase un vistazo a esos tíos no identificados de los discos del mafioso, tuvimos una conversación con nuestros viejos amigos del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado en Madrid -dijo Pablo.

– ¿Otro café?

Pablo negó con la cabeza.

– No creo que hayas venido hasta aquí para hablarme de los rusos -dijo Falcón, mientras se dirigía a la cocina, ponía la cafetera a calentar y preparaba una tostada.

– Los rusos te han planteado un problema muy cercano a tu corazón -dijo Pablo-. Y eso repercute en mi problema.

– Háblame de los rusos.

– Vasili Lukyanov venía a Sevilla para unirse a un tipo, un veterano de guerra afgano llamado Yuri Donstov, que ha organizado una poderosa red de tráfico de heroína entre Uzbekistán y Europa. Ya comprendió la importancia de contar con un suministro fiable desde los tiempos de su servicio militar en Afganistán. Luego tuvo que encontrar un punto de venta al por menor que no ofendiese a nadie en Moscú. Eligió Sevilla. Se cree que vive en un edificio de pisos del este de Sevilla, pero hay quien dice que está escondido en el polígono de San Pablo. Desde que el jefe de la mafia rusa en España huyó a Dubái después de la Operación Avispa en 2005, Yuri Donstov empezó a creer que podía controlar toda la Península Ibérica. Leonid Revnik no lo ve así. Vasili Lukyanov iba a entrar en la red de Yuri Donstov para dirigir la prostitución en Sevilla. El CICO cree que Donstov también ha obtenido los servicios de otro gánster experto en casinos. Yuri Donstov, según parece, está desarrollando gradualmente todo el talento necesario para dirigir con éxito una organización criminal, utilizando como base Sevilla en lugar de enfrentarse a Leonid Revnik en su propio territorio de la Costa del Sol.

– ¿Qué edad tiene ese Yuri Donstov? -preguntó Falcón, mientras se echaba aceite de oliva en la tostada.

– Nació en 1959. Su alias es el Monje, que es lo que lleva tatuado en la espalda debajo de dos alas de ángel y un crucifijo. Lleva la cabeza totalmente afeitada y tiene una barba fuerte, aunque esa descripción se basa en su foto de gulag. No hay fotos recientes. No bebe, pero fuma más de sesenta pitillos diarios. ¿Qué más? Sólo tiene un riñón. En el otro sufrió una lesión por un tiroteo y tuvieron que quitárselo.

– ¿El Monje?

– Yuri Donstov es un hombre muy religioso.

– ¿Por qué Sevilla Este o el polígono de San Pablo? No son barrios de categoría.

– Desprecia el lujo. Gran parte del dinero que gana acaba en Rusia financiando varios monasterios y programas de construcción de iglesias.

– Vicente Cortés del GRECO, de la Costa del Sol, no lo conocía -dijo Falcón-. ¿Por qué?

– Sevilla no es su área de especialidad. Cortés está más preocupado por Leonid Revnik y su mano derecha, Viktor Belenki, que dirige todas sus empresas de construcción.

– ¿Cuánto hace que tienes esta información sobre Yuri Donstov?

– ¿Yo? Desde ayer -dijo Pablo-. Pero estos acontecimientos han sucedido desde principios de año. Yuri Donstov es un hombre muy tranquilo. Nada llamativo.

– ¿Alguna relación entre él y Lucrecio Arenas, del Banco Omni?

– Todavía no -dijo Pablo-. No hemos encontrado ningún vínculo concreto entre Yuri Donstov y el atentado del 6 de junio, ni con Leonid Revnik.

Falcón se tomó el café, se comió la tostada.

– Ahora lo único que tenemos es más complicación -dijo.

– No sabes si es Yuri Donstov o Leonid Revnik el que tiene retenido a Darío -dijo Pablo-. Te lo dirán pronto.

– Dijeron que no. Dijeron que nunca volvería a tener noticias de ellos -dijo Falcón-. Y no me gustan las lecciones que me han dado hasta ahora. Ayer tenía una testigo potencial de una conspiración criminal y una mujer que me quería. Ahora tengo una testigo muerta, un chico secuestrado y una mujer que no quiere volver a verme nunca más.

– Los rusos llamarán -dijo Pablo-. Tienen que llamar.

– ¿Has tenido suerte en la identificación de esos hombres a través de los discos de Vasili Lukyanov? -preguntó Falcón.

– La verdad es que sí -dijo Pablo-. Son empresarios. El que aparece manteniendo relaciones sexuales con la hermana de Marisa es Juan Valverde. Es madrileño, director general de I4IT Europa. El que te parecía americano es asesor de I4IT, nombrado personalmente por Cortland Fallenbach. Se llama Charles Taggart. Hace dos años tuvo que dimitir de su puesto como director del quinto canal más importante de televisión religiosa de Estados Unidos, cuando apareció en Internet un vídeo donde se le veía con tres prostitutas.

– El predicador caído -dijo Falcón-. El fichaje ideal para los fundadores cristianos conversos del I4IT.

– El tercer hombre es Antonio Ramos. Está en el consejo de administración del Grupo Horizonte. Es ingeniero de caminos, fue la mano derecha del difunto César Benito. Benito era el creativo que se encargaba de los proyectos y de su presentación. Ramos se encargaba de la construcción. Ahora dirige toda la rama de construcción de Horizonte.