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– Pasemos a los dos asesinatos de Las Tres Mil -dijo Parrado-. El subinspector Emilio Pérez es el agente encargado de la investigación, creo.

– Todavía no dispongo del informe definitivo de balística -dijo Pérez, iniciando la intervención a su modo característico.

– Pero tienes lo que necesitamos saber, Emilio, así que cuéntanos -dijo Ramírez.

– De acuerdo, inspector. La autopsia reveló que los dos cadáveres murieron por heridas de bala de nueve milímetros, que suponemos que fueron disparadas con la misma arma, pero esto todavía no se ha confirmado.

Ramírez le indicó que acelerara girando rápidamente los dedos.

– El arma encontrada en el escenario del crimen era una Beretta 84FS Cheetah. Es un arma de calibre 350 y sólo disparó una bala, que apareció incrustada en la pared de la sala de estar, enfrente de la ventana. Tengo aquí el plano.

– Continúa, Emilio -dijo Ramírez.

– Se cree que esta bala hirió al agresor que tenía el arma de nueve milímetros. Los resultados preliminares de la autopsia revelan que la trayectoria de las balas que entraron en Miguel Estévez, la víctima cubana, indicaba que el arma se disparó desde el suelo, lo que nos induce a creer que el tirador ha resultado herido. La primera bala aplastó la columna de Estévez en la sexta vértebra, la segunda le dio en la cuarta costilla y le penetró en el corazón.

– ¿Sangre? -preguntó Ramírez.

– Se recuperaron tres manchas de sangre en el piso. Una es de Miguel Estévez, la segunda es de Julia Valdés, que era la novia del Pulmón, y la tercera es desconocida, pero se corresponde con las muestras encontradas en el suelo y la pared de la sala de estar donde apareció la bala de 380, en el umbral de la puerta del dormitorio donde dispararon a Julia Valdés, en las escaleras del edificio y abajo en la acera. Están analizando el ADN. No hemos tenido tiempo de extraer el ADN del pelo del Pulmón encontrado en su baño, pero creemos que…

– Él no mataría a su propia novia -dijo Ramírez-. ¿Y la Beretta?

– Los de balística dicen que se disparó desde la mesa, donde estaba en posición plana, con el tornillo dentro del guardamonte. Había otros tornillos que sujetaban el cañón. Creen que estaba cubierta por la revista. El retroceso lanzó el arma hacia atrás, hacia la ventana.

– ¿Y el cuchillo?

– El cuchillo de caza tenía las huellas de Estévez en el mango. El cuchillo que lo apuñaló no ha aparecido.

– ¿Conclusión?

– El primer disparo de la Beretta hirió al tirador. Estévez intentó apuñalar a Pulmón, que a su vez le apuñaló y luego giró al cubano para situarlo entre el Pulmón y el hombre herido en el suelo. El tirador disparó a Estévez dos veces. Las quemaduras de pólvora en la camisa indican que el segundo disparo se disparó mientras Estévez era empujado hacia el tirador. El Pulmón escapó. El tirador mató entonces a Julia Valdés y también salió del piso.

– Bien -dijo Ramírez-. ¿Algún testigo?

– Sólo uno -dijo Pérez-. Carlos Puerta, un cliente del Pulmón, el que ha mencionado antes el inspector jefe.

– ¿Hay cuatro disparos en un piso en medio del barrio y sólo tenemos un testigo? -preguntó el juez Parrado.

– Es Las Tres Mil -dijo Pérez, desesperanzado-. La única persona que estaba dispuesta a decir algo era el inquilino del piso superior al del Pulmón, que nos dijo que oyó los disparos hacia la una de la tarde. Cuando se trata de ver a gente ensangrentada corriendo por la calle, sobre todo si hay drogas de por medio, todo el mundo es sordo y ciego en Las Tres Mil.

– ¿Y qué vio Carlos Puerta?

– Vio a dos hombres que llegaron en un coche azul oscuro. No pudo ver el modelo ni la matrícula. Entraron en el edificio. Uno coincide con la descripción del cubano Miguel Estévez, y el otro es ésa persona que ahora sabemos que es el levantador de pesas ruso, Nikita Sokolov -dijo Pérez-. Oyó tres disparos. Puerta vio salir corriendo al Pulmón con una camiseta manchada de sangre y oyó un cuarto disparo. Luego salió el levantador de pesas, entró en el coche y se marchó.

– ¿Y Carlos Puerta no denunció el tiroteo? -preguntó Parrado.

– Es yonqui -dijo Pérez, a modo de explicación.

– ¿Y el Pulmón? -preguntó Falcón-. Es nuestro testigo más valioso.

– Hablé con Serrano y Baena antes de venir aquí y se han topado con el mismo muro de ladrillo -dijo Pérez-. El Pulmón se estaba retrasando con su mercancía, así que debía de haber muchos clientes esperando en la calle. Él también salió corriendo, manchado de sangre de Estévez. Debieron de verlo al menos cincuenta personas. Pero sólo Carlos Puerta se ha dignado hablar.

– ¿Y por qué Puerta estaba dispuesto a hablar? -preguntó Parrado.

– Dijo que era amigo del Pulmón -explicó Falcón-. Estaba muy disgustado por la muerte de la chica, Julia Valdés. Tiene más que ver con él de lo que está dispuesto a reconocer, pero sonsacárselo es otro cantar.

– Volveré a verlo esta tarde o mañana con los de Estupefacientes -dijo Pérez.

– Así que Puerta es poco de fiar, lo que significa que tenemos que encontrar al Pulmón -dijo Parrado.

– Si yo fuera el Pulmón, iría a parar lo más lejos posible de los sitios que frecuento -conjeturó Ramírez.

– Sabíamos que tenía coche -apuntó Pérez-, pero ya no está en Las Tres Mil. Tráfico lo está buscando.

– En ese caso, puede que esté fuera de Sevilla -dijo Ramírez.

– Antes era novillero -añadió Falcón-. Buscad el nombre de su patrocinador, a ver si tiene algún viejo amigo en esa comunidad.

– Hace años que dejó el toreo -dijo Pérez.

– Puede volver, Emilio -replicó Falcón-. No tiene nada que hacer con sus contactos del mundo de las drogas. También es improbable que recurra a la familia. Así que lo más probable es que lo apoyen sus viejos amigos, y los del toreo, en este momento difícil.

– Sobre todo si también tienen sangre gitana -dijo Ramírez.

– Me gustaría tener el ADN de las muestras de sangre pertenecientes al tirador de la nueve milímetros -dijo Cortés-. En caso de que, tal como espero, todavía tengamos archivado el ADN de Sokolov y obtengamos una coincidencia, eso lo situaría en el escenario del crimen de Las Tres Mil, y luego la chica que lo vio en la calle Bustos lo situaría también en el escenario de Marisa Moreno.

– No estoy seguro de que la testigo que tenemos, la que lo vio a él con sus dos «colegas» en la calle Bustos Tavera, sea lo suficientemente fiable para los tribunales -precisó Ramírez.

– ¿Por qué no? -preguntó Parrado.

– Era sábado por la noche… había consumido drogas.

– Si podemos situar allí a Sokolov, al menos nos será de utilidad como información -dijo Cortés.

– Tanto Marisa como el Pulmón tenían contacto directo con los rusos. Creemos que coaccionaron a Marisa, a través de las amenazas a su hermana, que trabajaba para los rusos como prostituta, para que iniciase una relación con Esteban Calderón y desempeñase determinadas tareas relacionadas con la conspiración del atentado del 6 de junio -explicó Falcón.

– ¿Y el Pulmón?

– No creo que exista una conexión entre él y la conspiración del 6 de junio -dijo Falcón-. Esto era sólo un negocio. Pero parece que Nikita Sokolov, el levantador de pesas, participó en la resolución del cabo suelto de Marisa Moreno, y ahora ha cometido un error al fracasar en el intento de matar al Pulmón. Si logramos encontrar al Pulmón, podemos utilizarlo para localizar a Nikita Sokolov, y si logramos atribuir a Sokolov los dos asesinatos de Las Tres Mil, esto nos dará cierto punto de apoyo en el caso de Marisa Moreno.

– Comprobar la coincidencia del ADN de los monos de papel con desconocidos de una base de datos va a llevar más tiempo que verificar si tenemos una muestra de ADN de Sokolov y contrastarla con las muestras del piso del Pulmón -dijo Parrado-. Así que empecemos por ahí.