Выбрать главу

– Y no tenemos grabación de esta conversación -dijo Falcón.

Ella le entregó dos hojas DIN A-4 con la transcripción del diálogo lo mejor que lo recordaba.

– No estaba muy tranquila cuando llamé. Ahora me doy cuenta de que fue una estupidez. Reaccioné en un estado de entusiasmo y pánico, que era como ellos esperaban que reaccionase.

Falcón asintió, leyó varias veces la transcripción.

– Dime algo, Javier -dijo al fin Consuelo, incapaz de soportar más el silencio-. Dime lo que piensas. Hazme preguntas. Todos los detalles, desde el principio.

– ¿Cuándo ocurrió? -preguntó Falcón.

– El correo se envió a las dos de la tarde, pero no lo vi hasta después de las cuatro, luego tuve que cargar el teléfono y abrir una cuenta. Hice la llamada alrededor de las cinco.

– Hace cinco horas.

– No quería llamarte. Ya ves lo complicado que es -dijo Consuelo-. Quería hablar contigo cara a cara. He estado esperando fuera a que se marchara el americano.

– Háblame de la voz -dijo Falcón-. ¿Había una sola voz?

– La primera voz era extranjera. No sé cómo suena el español hablado por un ruso, pero estoy segura de que era extranjero. Lo único que dijo fue Diga y Momentito, pero se notaba.

– Así que la segunda voz fue con la que tuviste esta conversación, y era español.

– Sí, con toda seguridad hablante de español, pero no de España. Yo diría que era sudamericano.

– ¿O cubano? -dijo Falcón-. Todavía hay muchos cubanos que hablan ruso.

– Sí, probablemente. No presté atención a los detalles del acento. Me concentré en lo que decía y en el tono. Fue bastante amable conmigo. La segunda vez que preguntó si sabía por qué habían secuestrado a Darío, lo dijo de otra manera.

– Dijo: «¿Entiende por qué le han quitado a su hijo?» -dijo Falcón.

– Lo dijo como un médico que quería explicar la necesidad de la cuarentena de Darío. Como si tuviera una enfermedad contagiosa y fuese mejor para él. Me conmovió mucho.

– El siguiente…

– ¿Y tú qué? -dijo Consuelo-. Estaba enfadada y, no puedo negarlo, Javier, sigo enfadada.

– Recuerda, Consuelo, que soy tu amigo -dijo Falcón-. Al margen de lo que nos haya pasado con todo esto, sigo siendo tu amigo. Quiero que vuelva Darío tanto como tú. Yo no lo secuestré y no soy yo quien lo amenaza con hacerle daño, y haré todo lo que pueda para traerlo de vuelta sano y salvo.

– Por eso dije que son nuestros enemigos los que nos han unido esta vez -dijo Consuelo-. No me di cuenta hasta que transcribí la conversación.

– Están intentando hacer algo muy astuto. Quieren recordarte que yo soy el responsable de todo esto, no ellos -dijo Falcón-. Pero también necesitan que yo sea tu amigo, porque saben que lo que me vas a pedir es muy difícil.

– Comprendo que quieren que te corrompa-dijo Consuelo-. Creen que, como tienen a mi hijo, me han reducido a su nivel moral y que me acercaré a ti como amiga, o incluso como amante, con el fin de corromperte por mi propio interés.

– No hace falta que me expliques todo esto, Consuelo.

– Sí. Necesito que comprendas que sé exactamente lo que están haciendo. Me están convirtiendo en una puta, con la esperanza de que yo te induzca a corromperte, y a odiarles por ello. Sería capaz de matarles por eso, y ya no digamos por secuestrar a Darío.

Y en ese momento Falcón se enamoró otra vez de Consuelo. Si había pensado que la amaba en el aeropuerto se equivocaba, porque lo que lo inundaba ahora era una admiración tan absoluta que quería besar los labios que habían dicho esas palabras.

Entonces supo que por ella haría lo que fuera.

– Lo único que no está claro aquí, y dada la presión de la llamada es improbable que lo pensases, es si tienen a Darío o no -dijo Falcón.

– ¿Quieres decir que no pedí una prueba de que estuviera vivo?

– No exactamente. Estoy seguro de que a Darío lo tienen los rusos; lo que no sabemos exactamente es qué grupo lo tiene -dijo Falcón.

Le explicó que Leonid Revnik había pasado a dirigir la mafia rusa en la Costa del Sol después de que su predecesor huyese a Dubái y que Yuri Donstov había llegado a Sevilla. También expuso su teoría de la participación de la mafia rusa en el atentado de Sevilla.

– ¿Pero por qué iban a implicarse los rusos en algo así? -preguntó Consuelo.

– Porque se lo propusieron los conspiradores -dijo Falcón-. Lucrecio Arenas y César Benito no sabían colocar una bomba, necesitaban hombres violentos para esa misión. Ellos tenían acceso a esa gente, presumiblemente porque estaban haciendo blanqueo de dinero para ellos. La idea era que los rusos serían recompensados con las consecuencias políticas del atentado. Pero no fue así. Y no sólo eso, sino que toda su organización criminal estaba en peligro. Los rusos hicieron lo único posible y asesinaron a los cabecillas de la conspiración católica antes de que pudieran implicarlos.

– ¿Y toda esa cantidad de dinero y los discos?

– Representan una complicación. Llegaron a nuestras manos porque un gánster llamado Vasili Lukyanov se pasó del bando de Revnik al de Donstov -explicó Falcón-. Eso significa que posiblemente fueron hombres de ambos grupos los responsables de la colocación de la bomba en Sevilla, y también que los dos grupos querrán tener acceso a los discos, porque les proporcionarán la influencia que necesitan.

– ¿Qué hay exactamente en esos discos?

– En ellos aparece gente poderosa acostándose con prostitutas. La gente más importante que aparece, en lo que respecta a mi investigación, son los representantes de las dos empresas que yo creo que instigaron inicialmente el atentado de Sevilla: una corporación americana, llamada I4IT, que posee un holding español en Barcelona, llamado Horizonte.

– Y esas compañías ahora quieren excluir a los rusos porque ya no necesitan, ni les conviene, su aportación de violencia.

– No tengo pruebas de eso -dijo Falcón-. Lo único que sé es que la idea original que subyace a la bomba de Sevilla era tomar el control político del Parlamento Andaluz, y sólo puedo sospechar que en última instancia habría recompensas económicas para los implicados. Lo que se cuece ahora es de menor escala. Sólo son negocios. No sé de qué negocio se trata, pero probablemente tiene que ver con la construcción en Sevilla o alrededores. Creo que los rusos se metieron en el ajo a través de Lucrecio Arenas y César Benito, y todavía quieren su recompensa por el trabajo sucio que hicieron.

– Así que el grupo mafioso que tenga los discos puede ejercer presión sobre I4IT y Horizonte.

– Supongo que a Darío lo secuestró Yuri Donstov, que esperaba la entrega de los discos de Vasili Lukyanov cuando el accidente de coche puso en peligro toda su estrategia.

– ¿Y Leonid Revnik sabe que Lukyanov ha desaparecido con los discos?

– Suponemos que sí, porque el mejor amigo de Lukyanov apareció muerto de un disparo en los bosques que hay detrás de Estepona.

– Entonces también podría ser Revnik el que tiene secuestrado a Darío, e intenta entrar de nuevo en el juego.

– Si Lukyanov tuvo la previsión de comprobar que eran los originales y que no había copias, entonces sí -dijo Falcón.

– Si yo fuera él, lo habría comprobado -dijo Consuelo-. Ese dinero y los discos estaban probablemente en la misma caja fuerte y lo robó todo junto.

– Lukyanov dirigía puticlubs. Controlaba a las chicas. Así que probablemente era el responsable de la filmación secreta de lo que hacían con esos hombres -dijo Falcón, mientras percutía sobre la transcripción con los dedos.

– ¿Y el dinero?

– Precisamente estaba pensando en eso -dijo Falcón-. Piden la devolución de ocho millones doscientos mil euros, pero Ramírez me dijo que sólo había contabilizados siete millones setecientos cincuenta mil.