Por la misma razón, se producen menos crímenes sociales por la comida que por el sexo. El código criminal tiene comparativamente poco que ver con los pecados de comer ilegal, inmoral o infielmente, en tanto que tiene una gran sección dedicada a adulterio, divorcio y abuso de las mujeres. A lo sumo, los maridos pueden saquear la heladera, pero rara vez colgamos a un hombre por forzar una Frigidaire. Si alguna vez se presentara ese caso, veríamos al juez lleno de compasión. La franca admisión de que para cada hombre es necesaria la alimentación, es lo que hace posih^esto. Se nos vuelca el corazón hacia los pueblos que padecen hambre, pero no hacia las monjas enclaustradas.
Esta especulación está muy lejos de ser ociosa, porque hay muy poca ignorancia pública acerca del tema de la comida, comparada con la ignorancia pública sobre el tema del sexo, que es terrible. Hay familias manchúes que educan a sus hijas en el arte del amor así como en el arte de la cocina
CAPITULO IV. DE SER HUMANO
I. DE LA DIGNIDAD HUMANA
En el capítulo precedente hemos visto la herencia mortal del hombre, el papel que comparte con el mundo animal y sus consecuencias sobre el carácter de la civilización humana. Pero todavía vemos que el cuadro no es completo. Falta algo aún para llegar a un concepto completo de la naturaleza humana y la dignidad humana. ¡Ah, dignidad humana… ésa es la palabra! Hay necesidad de acentuarlo, y hay necesidad de saber en qué consiste la dignidad, para no confundir las cosas y perderla. Porque existe un evidente peligro de que perdamos esa dignidad en el siglo XX y especialmente en la década actual y en las que sigan inmediatamente.
"¿No cree usted que el hombre es el más sorprendente de los animales, si insiste en que somos animales?" Estoy muy de acuerdo. Sólo el hombre ha inventado una civilización, y esto no es cosa de dejar de lado. Hay acaso animales más hermosos, de mejores formas y estructura más noble, como el caballo; con mejores músculos, como el león; con mejor sentido del olfato y mayor docilidad y lealtad, como el perro; o mejor vista, como el águila; o mejor sentido de la dirección, como la paloma mensajera; con mayor frugalidad y disciplina y capacidad para el trabajo pesado, como la hormiga; con un temperamento más dulce, como la tórtola o el gamo; más paciencia y contento, como la vaca; con mejores voces para el canto, como la alondra; y hay también animales mejor vestidos, como el papagayo y el pavorreal. Pero hay algo en el mono que me; hace preferirlo a todos estos animales, y algo de la curiosidad del mono y de la habilidad del mono en el hombre, que me hace preferir ser hombre. Admitido que las hormigas son seres más racionales y mejor disciplinados que nosotros, como he señalado, y admitido que tienen una forma de gobierno más estable que la de la España actual, no tienen una biblioteca o un museo, ¿verdad? En el momento en que las hormigas o los elefantes.puedan inventar un telescopio gigantesco o descubrir una nueva estrella variable o predecir un eclipse solar, o que las focas puedan descubrir la ciencia del cálculo o los castores puedan abrir un canal de Panamá, les reconoceré el campeonato como amos del mundo y señores de la creación. Sí, podemos estar orgullosos de nosotros, pero mejor haríamos en saber de qué hemos de estar orgullosos, cuál es la esencia de la dignidad humana.
Esta dignidad humana, como ya he apuntado al comienzo de este libro, consiste en las cuatro características del pillo, que ha sido glorificado por la literatura china. Son: una juguetona curiosidad, una capacidad para el ensueño, un sentido del humor para corregir esos sueños y, finalmente, cierta indocilidad e impredictibilidad de comportamiento. Juntas, representan la versión china de la doctrina norteamericana del individuo. Es imposible pintar un retrato del individualista más resplandeciente que el que ha hecho del pillo la literatura china, y no es un accidente, por cierto, que Walt Whítman, el más grande campeón literario del individualismo norteamericano, sea llamado el "Magnífico Ocioso".
II. DE LA JUGUETONA CURIOSIDAD: LA ELEVACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN HUMANA
¿Cómo inició el pillo humano su subida a la civilización? ¿Cuáles fueron los primeros signos promisorios en él, o en el desarrollo de su inteligencia? La respuesta, indudablemente, se ha de encontrar en la juguetona curiosidad del hombre, en sus primeros esfuerzos por andar a tientas con las manos y dar vuelta a todas las cosas para examinarlas, así como un mono, en sus ratos de ocio, vuelve el párpado o el lóbulo de la oreja de otro mono, para buscar piojos o para nada, para volverlo por volverlo. Quien vaya al zoológico y mire a un par de monos que se pellizcan mutuamente las orejas, advertirá la promesa de un Isaac Newton o de un Albert Einstein.
Esta figura de las actividades juguetonas, vacilantes, de la mano humana en exploración, es más que una figura. Es una verdad científica. La base misma de la civilización humana comenzó con la emancipación de las manos, consiguiente a la asunción de un porte erguido por el hombre, y a su conversión en bípedo. Vemos hasta en los gatos esta juguetona curiosidad, en el momento en que sus patas delanteras quedan relevadas del deber de caminar y sostener el cuerpo. Podría haber sido muy posible que se desarrollara una civilización desde los gatos, tanto como desde los monos, salvo que en el caso de los monos los dedos estaban ya bien desarrollados debido a la necesidad de tomarse de las ramas, en tanto que las patas de los gatos son todavía garras: apenas trozos de carne y cartílago.
Permítaseme que olvide por un momento que no soy un biólogo, y que especule acerca de la elevación de la civilización humana desde esta emancipación de las manos, porque tengo algunas cosas que decir aquí, que acaso hayan y quizá no hayan observado los demás. La asunción de una postura erguida y la consiguiente emancipación de las manos tuvieron resultados sumamente importantes. Produjeron el empleo de herramientas, el sentido de la modestia, la sujeción de las mujeres, probablemente también el desarrollo del lenguaje, y por fin un prodigioso aumento en curiosidad juguetona y en el instinto de la exploración. Es bien sabido que la civilización humana comenzó con el descubrimiento de las herramientas y que esto surgió del desarrollo de las manos humanas. Cuando el gran mono antropoide descendió parcialmente del árbol, probablemente porque su cuerpo era demasiado pesado, tuvo dos caminos: el del mandril, que camina en cuatro patas, o el del orangután, que aprendió a caminar sobre las patas traseras. La ascendencia humana no pudo ser el mandril, un cuadrúpedo (o cuadrumano), porque las patas delanteras del mandril estaban demasiado ocupadas. En cambio, con el porte erguido que adquirió más o menos felizmente el orangután, las manos cobraron libertad y ¡cuan significativa fue esta libertad para toda la civilización! Por aquel entonces, el mono antropoide ya había aprendido por cierto a recoger frutas con las manos, en lugar de sus enormes mandíbulas. No fue más que un solo paso, cuando empezó a vivir en una cueva, en lo alto de una montaña, recoger piedras y pedruscos y lanzarlos a sus enemigos. Esa fue la primera herramienta que usó jamás el hombre. Debemos imaginar una constante actividad de tanteo y manipuleo de sus manos, un constante tomar cosas con algún propósito o sin propósito. Habría allí pedernales aguzados e irregulares trozos de roca que, a través de esos tanteos sin objeto, el hombre descubrió accidentalmente eran más inútiles para matar que las piedras redondeadas. El simple acto de dar vuelta a las cosas, por ejemplo, de mirar por ambos lados el lóbulo de la oreja, debe haber aumentado ya su poder para concebirlas en su totalidad, y por lo tanto también el número de imágenes que llevaba en el cerebro, estimulando así el crecimiento de los lóbulos frontales del mismo.
Creo que el misterio del origen del pudor sexual en el hombre, totalmente ausente en los animales, se debe también a esta postura erguida. Porque con esta nueva postura, que la Madre Naturaleza nunca intentó, probablemente, en su plan de las cosas, ciertas partes posteriores del cuerpo pasaron de golpe a ocupar el centro del cuerpo, y lo que estaba por naturaleza detrás pasó adelante. Aliados a esta terrible situación nueva hubo otros ajustes defectuosos, que afectaron principalmente a las mujeres y causan todavía frecuentes abortos y perturbaciones menstruales. Anatómicamente, nuestros músculos fueron hechos y se desarrollaron para la posición del cuadrúpedo. La hembra del cerdo, por ejemplo, lleva su lechada de embriones lógicamente suspendida de la espina dorsal, que está horizontal, como la ropa tendida a secar de una cuerda, con el peso debidamente distribuido. Exigir a la madre humana embarazada que esté erguida de píe, es poner verticalmente la cuerda del lavado y esperar que las ropas conserven su posición. Nuestros músculos peritoneales están mal formados para ello: si hubiéramos sido bípedos originalmente, esos músculos estarían lindamente sujetos al hombro, y todo esto sería un trabajo más agradable. Todo el que tenga un conocimiento de la anatomía de la matriz y los ovarios humanos se sorprende de que conserven su posición y sigan funcionando, y de que no haya más dislocaciones y perturbaciones menstruales. Todo el misterio de la menstruación no ha sido explicado satisfactoriamente todavía, pero estoy muy seguro de que, aun admitiendo que es necesaria una renovación periódica de los óvulos, debemos reconocer que la función se cumple en forma muy poco eficiente, innecesariamente larga e injustificablemente dolorosa, y no dudo de que esta ineficiencia se debe a la posición bípeda.