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Aquel fuego no estaba destinado ms que para combatir la temperatura un poco fra de la noche, y no fue empleado para cocer el faisn, que Nab reservaba para el da siguiente. Los restos del cabiay y algunas docenas de piones formaron los elementos de la cena. No eran an las seis y media cuando todo estaba terminado.

Ciro Smith tuvo entonces la idea de explorar, en la semioscuridad, aquel largo asiento circular, que soportaba el cono superior de la montaa. Antes de descansar, quera saber si aquel cono podra ser recorrido por su base, para el caso de que sus flancos, demasiado empinados, lo hicieran inaccesible hasta el vrtice. Aquella cuestin no dejaba de preocuparlo, porque era posible que, de la parte en que el sombrero se inclinaba, es decir, hacia el norte, la meseta no fuera practicable. Ahora bien, si no poda llegar a la cima de la montaa, y si por otra parte no se poda dar la vuelta a la base del cono, sera imposible examinar la parte occidental del pas, y el objeto de la ascensin no se conseguira.

As, pues, el ingeniero, sin pensar en su cansancio, dejando a Pencroff y a Nab organizar las camas y a Geden Spilett anotar los incidentes del da, sigui la base circular de la meseta, dirigindose hacia el norte, acompaado de Harbert.

La noche era buena y tranquila, y la oscuridad poco profunda an. Ciro Smith y el joven marchaban el uno junto al otro sin hablar. En ciertos sitios la meseta se ensanchaba mucho delante de ellos y pasaban sin molestia. En otros, obstruida por hundimientos, no ofreca ms que una estrecha senda, sobre la cual dos personas no podan caminar de frente. Despus de una marcha de cerca de veinte minutos, Ciro y Harbert tuvieron que detenerse. A partir de aquel punto las pendientes de los dos conos se unan. No haba base que separara las dos partes de la montaa y dar la vuelta al cono por unas pendientes inclinadas unos sesenta grados era imposible.

Pero si el ingeniero y el joven tuvieron que renunciar a seguir una direccin circular, en cambio comprendieron la posibilidad de emprender directamente la ascensin del cono.

En efecto, delante de ellos se abra una profunda cavidad en las paredes del cono: era la boca del crter superior, el cuello, si se quiere, por el cual se escapaban materias

eruptivas lquidas en la poca en que el volcn estaba en actividad. Las lavas endurecidas, las escorias solidificadas formaban una especie de escalera natural, de anchos escalones, que deban facilitar el ascenso a la cima de la montaa.

Una mirada fue suficiente a Ciro Smith para reconocer aquella disposicin y, sin vacilar, seguido del joven, se introdujo en la enorme boca, en medio de una oscuridad creciente. Tenan todava una altura de mil pies que escalar. Los declives interiores del crter seran practicables? Ya lo veran. El ingeniero continuara su marcha ascendente hasta que fuera detenido. Felizmente los declives, muy prolongados y sinuosos, describan anchas muescas en el interior del volcn y favorecan la marcha de la ascensin.

En cuanto al volcn, no poda dudarse que estaba completamente apagado; ni siquiera una humareda se escapaba de sus costados; ni una llama se descubra en las profundas cavidades; ni un gruido, ni un murmullo, ni un estremecimiento sala de aquel pozo oscuro, que llegaba quiz hasta las entraas del globo. La misma atmsfera, dentro del crter, no estaba saturada de ningn vapor sulfuroso. No se trataba del sueo de un volcn, sino de su completa extincin.

La tentativa de Ciro Smith deba tener buen xito. Poco a poco Harbert y l subieron por las paredes interiores, vieron ensancharse el crter sobre su cabeza. El radio de aquella porcin circular del cielo, comprendido entre los bordes del cono, se fue aumentando sensiblemente. A cada paso que daban Ciro Smith y Harbert, nuevas estrellas aparecan en el campo de su visin. En el cielo austral brillaban magnficas constelaciones; en el cenit resplandeca con luz pursima la esplndida Antares del Escorpin y no lejos la Beta del Centauro, que se supone es la estrella ms cercana del globo terrestre. Despus, a medida que se ensanchaba el crter, aparecan Fomalhaut de Piscis, el Tringulo austral y, por ltimo, cerca del polo antrtico del mundo, la resplandeciente Cruz del Sur, que reemplazaba a la Polar del hemisferio boreal.

Eran cerca de las ocho, cuando Smith y Harbert pusieron el pie en la cresta superior del monte, en la cima del cono.

La oscuridad era completa entonces y no permita extender la vista en un radio mayor de dos millas. Rodeaba el mar aquella sierra desconocida o se una sta al oeste con algn continente del Pacfico? No lo podan saber an. Hacia el oeste, una nebulosa netamente marcada en el horizonte aumentaba las tinieblas, y la vista no poda descubrir si el cielo y el agua se confundan en una inmensa lnea circular.

Pero en un punto de aquel horizonte brill de improviso un vago resplandor, que descendi lentamente a medida que la nube suba hacia el cenit.

Era el cuarto creciente de la luna, prximo a desaparecer; pero su luz fue suficiente para marcar indistintamente la lnea horizontal, entonces separada de la nube, y el ingeniero pudo ver la imagen temblorosa del astro reflejarse un instante en una superficie lquida.

Ciro Smith tom la mano del joven y le dijo en tono muy grave: -Una isla!

En aquel momento la luna creciente se extingua en las olas.

11. Exploracin de la isla. Situacin

Media hora despus, Ciro Smith y Harbert estaban de vuelta en el campamento. El ingeniero se limit a decir a sus compaeros que la tierra donde el azar los haba arrojado era una isla y que al da siguiente la exploraran. Despus cada cual se arregl como pudo y, en aquel trozo de basalto, a una altura de dos mil quinientos pies sobre el nivel del mar y en una noche apacible, los "insulares" disfrutaron de un descanso profundo.

A la maana siguiente, despus de un frugal desayuno, compuesto de tragopn asado, el ingeniero subi a la cima del volcn para observar con atencin la isla en que podran estar prisioneros toda su vida, si se hallaba situada a mucha distancia de la tierra y no se encontraba en la ruta de los barcos que visitaban los archipilagos del ocano Pacfico. Sus compaeros lo siguieron en su nueva exploracin. Tambin queran ver la isla que haba de subvenir en lo sucesivo a todas sus necesidades.

Seran aproximadamente las siete de la maana, cuando Ciro Smith, Harbert, Pencroff, Geden Spilett y Nab abandonaron el campamento. Indudablemente tenan confianza en s mismos, pero el punto de apoyo de esta confianza no era el mismo en Ciro que en sus compaeros. El ingeniero tena confianza, porque se senta capaz de arrancar a aquella naturaleza salvaje todo lo necesario para su vida y la de sus compaeros, y stos no teman nada precisamente porque Ciro estaba con ellos. Esta diferencia se comprender fcilmente. Pencroff, sobre todo, desde el incidente del fuego no haba desesperado un instante, aun cuando se encontraba sobre una roca desnuda, si el ingeniero estaba con l en aquella roca.

-Bah! -deca-. Hemos salido de Richmond sin permiso de las autoridades, y un da u otro saldremos de un lugar donde nadie nos detiene.

Ciro Smith sigui el mismo camino que la vspera. Dieron la vuelta al cono por la meseta en que se apoyaba hasta la boca de la enorme grieta. El tiempo era magnfico. El sol brillaba en un cielo pursimo y cubra con sus rayos todo el flanco oriental de la montaa.

Llegaron al crter. Era tal como el ingeniero lo haba entrevisto en la oscuridad, es decir, un embudo que iba ensanchndose hasta una altura de mil pies sobre la meseta. Al pie de la grieta, anchas y espesas capas de lava serpenteaban por las laderas del monte y marcaban el camino con materias eruptivas hasta los valles inferiores, que formaban la parte septentrional de la isla.

El interior del crter, cuya inclinacin no pasaba de treinta y cinco a cuarenta grados, no presentaba dificultades ni obstculos para la ascensin. Se encontraban en l seales de lavas muy antiguas, que probablemente se derramaban por la cima del cono antes que aquella grieta lateral les hubiese abierto una nueva va.