En cuanto a la chimenea volcnica, que estableca la comunicacin entre las capas subterrneas y el crter, la vista no poda calcular su profundidad, porque se perda en las tinieblas; pero no haba duda sobre la extincin completa del volcn.
Antes de las ocho, Ciro Smith y sus compaeros se hallaban reunidos en la cima del cono, sobre una eminencia cnica que tena en su borde septentrional.
-El mar! El mar por todas partes! -exclamaron, como si sus labios no hubieran podido contener aquellas frases que los convertan en insulares.
El mar, en efecto, la inmensa sabana de agua circular les rodeaba. Tal vez subiendo a la cima del cono, Smith tena la esperanza de descubrir alguna costa, alguna isla cercana, que la vspera no pudo ver por la oscuridad; pero nada apareci en los lmites del horizonte, es decir, en un radio de cincuenta millas. Ninguna tierra, ninguna vela! Aquella inmensidad estaba desierta y la isla ocupaba el centro de una circunferencia que pareca infinita.
El ingeniero y sus compaeros, mudos e inmviles, recorrieron con la mirada en algunos minutos todos los puntos del ocano; registraron aquel ocano hasta sus ms extremos lmites, pero Pencroff, que posea un poderoso poder visual, no vio nada y ciertamente, si hubiese aparecido alguna tierra, aunque slo hubiera sido bajo forma de un tenue vapor, el marino la hubiera visto, porque eran dos verdaderos telescopios lo que la naturaleza haba puesto bajo el arco de sus cejas.
Del ocano dirigieron sus miradas sobre la isla, cuya totalidad dominaban, y la primera pregunta sali de labios de Geden: -Qu extensin puede tener esta isla?
Realmente no pareca mucha en medio de aquel inmenso ocano.
Ciro reflexion un instante, observ atentamente el permetro de la isla, teniendo en cuenta la altura a que se hallaba situada, y dijo luego:
-Amigos, creo no equivocarme dando al litoral de la isla un permetro de ms de cien millas.
-Y de superficie?
-Es muy difcil calcularla -replic el ingeniero-, porque est caprichosamente ondulada.
Ciro no se haba engaado en su clculo, pues la isla tena aproximadamente la misma extensin que la de Malta o la de Zarte en el Mediterrneo; pero a la vez mucho ms irregular y menos rica en cabos, promontorios, puntas, bahas, ensenadas o abras. Su forma, verdaderamente extraa, sorprenda y, cuando Geden Spilett, por indicacin del ingeniero, dibuj los contornos, se encontr con que tena la forma de un animal fantstico, una especie de pterpodo monstruoso que se hubiera dormido sobre la superficie del Pacfico.
Vase, en efecto, la configuracin exacta de aquella isla, que importa dar a conocer, y cuya carta levant el corresponsal con bastante precisin.
La parte este del litoral, es decir, aquella en donde los nufragos haban tomado tierra, se abra formando una vasta baha terminada al sudeste por un cabo agudo, que Pencroff no haba podido ver en su primera exploracin. Al nordeste, otros dos cabos formaban la baha, y entre ellos se abra un estrecho golfo que pareca la mandbula abierta de algn formidable escualo.
Del nordeste al noroeste, la costa se redondeaba como el crneo achatado de una fiera, para levantarse luego formando una especie de gibosidad que daba una figura muy precisa a aquella parte de la isla, cuyo centro estaba ocupado por la montaa volcnica.
Desde aquel punto el litoral se extenda regularmente al norte y al sur, abierto a los dos tercios de su permetro por una estrecha ensenada, a partir de la cual terminaba en una larga cola, que pareca el apndice caudal de un gigantesco cocodrilo.
Aquella cola formaba una verdadera pennsula, que se alargaba por ms de treinta millas dentro del mar, a contar desde el cabo sudeste de la isla, ya mencionado, y se redondeaba describiendo una rada avanzada, muy abierta, que formaba el litoral inferior de aquella tierra tan caprichosamente recortada.
En su menor anchura, es decir, en las Chimeneas y la ensenada visible en la costa occidental que le corresponda en latitud, la isla meda diez millas solamente; pero en su mayor anchura, desde la mandbula del nordeste hasta la extremidad de la cola del sudoeste, no tena menos de treinta millas.
En cuanto al interior de la isla, su aspecto general era el siguiente: muy frondosa en toda su parte meridional desde la montaa hasta el litoral y muy rida y arenosa en la parte septentrional. Entre el volcn y la costa este, Ciro Smith y sus compaeros se quedaron sorprendidos de ver un lago rodeado de verdes rboles, cuya existencia no podan siquiera sospechar. Visto desde aquella altura, pareca que el lago estaba al mismo nivel que el mar; pero, hechas las oportunas reflexiones, el ingeniero dijo que la altitud de aquella sabana de agua deba ser trescientos pies, puesto que la meseta que le serva de cuenca no era ms que una prolongacin de la costa.
-Entonces es un lago de agua dulce? -pregunt Pencroff.
-Necesariamente -contest el ingeniero-, porque debe estar alimentado por las aguas que bajan de la montaa.
-Veo un riachuelo que desemboca en l -observ Harbert, sealando una estrecha corriente de agua que deba tener su origen en los contrafuertes del oeste.
-Es cierto -repuso Smith-; y puesto que ese riachuelo alimenta el lago, es probable que del lado del mar exista una desembocadura por la que se escape el exceso de agua. Lo veremos a nuestro regreso.
Aquel riachuelo, bastante sinuoso, y el ro ya reconocido constituan el sistema hidrogrfico o al menos todo el que se ofreca a la vista de los exploradores. Sin embargo, era muy Posible que entre aquellos grupos de rboles que convertan en bosque inmenso dos tercios de la isla corriesen otros ros hacia el mar. Avalaba esta suposicin el hecho de que toda aquella regin se mostraba rica y frtil, presentando magnficos ejemplares de la flora de las zonas templadas.
En la parte septentrional no se vea indicio de aguas corrientes; tal vez las hubiera estancadas en la parte pantanosa del nordeste, pero nada ms. En aquella parte no se vea otra cosa que dunas, arenas y una aridez espantosa, que contrastaba con la opulencia de la mayor extensin de aquel suelo.
El volcn no ocupaba el centro de la isla, sino la regin del nordeste y pareca marchar al lmite de las dos zonas. Al sudoeste, al sur y al sudeste las primeras estribaciones de los contrafuertes desaparecan bajo masas de verdor. Al norte, por el contrario, se podan seguir sus ramificaciones, que iban a morir en las llanuras de arena. Este lado era el que haba dado paso, en los tiempos de las erupciones, a la lava del volcn, segn poda observarse por la larga calzada de lavas que se prolongaba hasta la estrecha mandbula que formaba el golfo del nordeste.
Smith y sus compaeros permanecieron una hora en la cima de la montaa. La isla se desarrollaba ante sus miradas como un plano en relieve con sus diversos colores, verdes en los bosques, amarillos en las arenas y azules en las aguas. Su vista abarcaba todo el conjunto, sin que escapara a sus investigaciones nada ms que la parte cubierta de verdor, la cuenca de los valles umbros y el interior de las estrechas gargantas abiertas al pie del volcn.
Quedaba por resolver una grave cuestin, que deba influir singularmente en el futuro de los nufragos. -Estaba la isla habitada?
Fue el corresponsal quien hizo esta pregunta, a la cual pareca que se poda responder negativamente despus del minucioso examen que haban hecho de las diversas regiones de la isla.
En ninguna parte se vea obra alguna de la mano del hombre; ni un grupo de viviendas, ni una cabaa aislada, ni una choza de pescador en el litoral, ni la ms ligera columna de humo que denunciase la presencia del hombre.
Es cierto que una distancia de treinta millas por lo menos separaba a los observadores de los puntos extremos, es decir, de la cola que se proyectaba al sudoeste, en la que ni la vista de guila de Pencroff hubiera podido descubrir una vivienda. Tampoco se poda levantar la cortina de verdor que cubra las tres cuartas partes de la isla para ver si ocultaba algn pueblo; pero, generalmente, los insulares, en los estrechos espacios que han surgido de las olas del Pacfico, suelen habitar en el litoral, y el litoral pareca completamente desierto.