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La nomenclatura de las partes visibles y conocidas de la isla estaba casi terminada, y ms tarde la completaran a medida que se hicieran nuevos descubrimientos.

En cuanto a la orientacin de la isla, el ingeniero la haba determinado aproximadamente por la altura y la posicin del sol, poniendo al este la baha de la Unin y toda la meseta de la Gran Vista. Pero, al da siguiente, tomando la hora exacta de la salida y de la puesta del sol, y determinando su posicin por el tiempo medio transcurrido entre su salida y su puesta, contaba fijar exactamente el norte de la isla, porque, a consecuencia de su situacin en el hemisferio austral, el sol, en el momento preciso de su culminacin, pasaba al norte, y no a medioda, como, en un movimiento aparente, parece hacerlo en los lugares situados en el hemisferio boreal.

Todo estaba terminado y los colonos se disponan a bajar del monte Franklin para volver a las Chimeneas, cuando Pencroff exclam:

-Somos unos aturdidos!

-Por qu? -pregunt Geden Spilett, que haba cerrado su cuaderno. -Y nuestra isla? Nos hemos olvidado de bautizarla!

Harbert iba a proponer darle el nombre del ingeniero y todos sus compaeros hubieran aplaudido la idea, cuando Ciro Smith dijo sencillamente:

-Dmosle el nombre de un gran ciudadano, amigos mos, del que lucha en estos momentos para defender la unidad de la Repblica Americana. Llammosla Lincoln!

Tres hurras fueron la respuesta de la proposicin del ingeniero.

Y aquella noche, antes de dormirse, los nuevos colonos hablaron de su pas ausente; comentaban la terrible guerra que lo ensangrentaba y no dudaban que el Sur sera pronto sometido y que la causa del Norte, la causa de la justicia, triunfara gracias a Grant, gracias a Lincoln.

Esto pasaba el 30 de marzo y no podan adivinar que diecisis das despus se cometera en Washington un crimen horrible, y que el Viernes Santo Abraham Lincoln caera herido de muerte por la bala de un fantico.

12. Exploracin de la isla. Animales, vegetales, minerales

Los colonos de la isla Lincoln arrojaron una ltima mirada alrededor de ellos, dieron la vuelta al crter por su estrecha arista y media hora despus haban descendido a su campamento nocturno.

Pencroff pens que era hora de almorzar y con este motivo se intent arreglar los dos relojes de Ciro Smith y del corresponsal.

Al de Geden Spilett le haba respetado el agua del mar, pues el periodista haba sido arrojado sobre la arena, fuera del alcance de las olas. Era un instrumento excelente, un verdadero cronmetro de bolsillo, y Geden Spilett no haba olvidado nunca darle cuerda cuidadosamente cada da.

El reloj del ingeniero se haba parado, mientras Ciro Smith haba estado exnime en las dunas.

El ingeniero le dio cuerda y, calculando por la altura del sol que aproximadamente deban ser las nueve de la maana, puso su reloj en aquella hora.

Geden Spilett lo iba a imitar, cuando el ingeniero le cogi de la mano, dicindole:

-No, no, querido Spilett, espere. Ha conservado usted la hora de Richmond, no es eso?

-S.

-Por consiguiente, su reloj est puesto al meridiano de aquella ciudad, meridiano que sobre poco ms o menos es el de Washington. -Sin duda.

-Pues bien, consrvelo as. Contntese usted con darle cuerda, pero no toque las agujas. Esto nos podr servir. "Para qu?", pens el marino.

Almorzaron con tanto apetito, que la reserva de caza y de piones qued totalmente agotada. Pero Pencroff no se inquiet por eso; ya se abasteceran por el camino. Top, cuya parte de alimento haba sido muy escasa, sabra encontrar caza entre los matorrales. Adems, el marino pensaba pedir sencillamente al ingeniero que fabricase plvora y uno o dos fusiles de caza, en lo cual no crea que tuviera dificultad.

Al bajar de las mesetas, Ciro Smith propuso a sus compaeros que tomaran un nuevo camino para volver a las Chimeneas. Deseaba conocer el lago Grant, tan magnficamente encuadrado entre festones de rboles. Siguieron la cresta de uno de los contrafuertes, entre los cuales el creek, que alimentaba, tomaba probablemente su fuente. Al hablar, los colonos no empleaban ms que los nombres propios que acababan de escoger, y esto facilitaba singularmente el cambio de sus ideas. Harbert y Pencroff, uno joven y otro algo nio, estaban encantados y, mientras andaban, el marino deca:

-Harbert, esto marcha! Es imposible que nos perdamos, porque, aunque tomemos el camino del lago Grant, aunque tomemos el ro Merced a travs del bosque de Far-West, llegaremos necesariamente a la meseta de la Gran Vista, y, por consiguiente, a la baha de la Unin.

Se haba convenido en que, sin formar un grupo compacto, los colonos no se apartaran demasiado los unos de los otros, porque sin duda algunos animales peligrosos habitaban aquellos espesos bosques de la isla, y era prudente andar con tiento. Generalmente Pencroff, Harbert y Nab marchaban en cabeza, precedidos de Top, que registraba los menores rincones. El corresponsal y el ingeniero iban juntos: Geden Spilett, pronto a anotar cualquier incidente, y el ingeniero, silencioso la mayor parte del tiempo, y sin apartarse del camino ms que para recoger un mineral, un vegetal que pona en su bolsillo sin hacer ninguna reflexin.

-Qu diablo recoger? -murmuraba Pencroff-. Por ms que miro, no veo nada que valga la pena de agacharse.

Hacia las diez, la pequea tropa descenda las ltimas rampas del monte Franklin. El suelo no estaba sembrado ms que de matorrales y de raros rboles. Caminaban sobre una tierra amarilla y calcinada que formaba una llanura de una milla de extensin, que preceda al lindero del bosque.

Grandes trozos de basalto, que, segn las experiencias de Bischof, ha necesitado para enfriarse trescientos cincuenta millones de aos, cubran la llanura, muy quebrada en ciertos sitios. Sin embargo, no haba seales de lavas, las cuales se haban extendido por las laderas septentrionales.

Ciro Smith crea, pues, alcanzar sin incidente el curso del arroyo que, segn l, deba correr entre los rboles por la lnea de la llanura, cuando vio ir hacia l precipitadamente a Harbert, mientras que Nab y el marino se escondan detrs de las rocas.

-Qu ocurre, amigo mo? -pregunt Geden Spilett.

-Una humareda -contest Harbert-. Hemos visto una humareda elevarse entre las rocas, a cien pasos de nosotros. -Hombres en estos parajes? -exclam el periodista.

-Evitemos que nos vean antes de saber quines son -contest Ciro Smith-. Si hay indgenas en esta isla, ms bien los temo que los deseo. Dnde est Top?

-Top va delante. -Y no ladra?

-No.

-Es raro. Sin embargo, trataremos de llamarlo.

En algunos instantes el ingeniero, Geden Spilett y Harbert se haban reunido con sus dos compaeros, y, como ellos, se ocultaron detrs de los trozos de basalto.

Top, llamado por un ligero silbido de su dueo, volvi, y ste, haciendo signo a sus compaeros de que esperasen, se desliz entre las rocas.

Los colonos, inmviles, esperaban con cierta ansiedad el resultado de aquella exploracin, cuando les llam Ciro Smith. Llegaron y les choc desde luego el olor desagradable que impregnaba la atmsfera.

Aquel olor, cuya causa poda conocerse fcilmente, haba bastado al ingeniero para adivinar de dnde provena aquella humareda, que al principio le haba alarmado.

-Este fuego -dijo-, o mejor dicho esta humareda, proviene de la naturaleza. No hay ms que una fuente sulfurosa, que nos permitir curar eficazmente nuestras laringitis.

-Vaya! -exclam Pencroff-. Qu desgracia que yo no est resfriado!

Los colonos se dirigieron hacia el sitio de donde sala el humo, y all vieron una fuente sulfurosa sdica, que corra con bastante abundancia entre las rocas y cuyas aguas despedan un fuerte olor a cido sulfhdrico, despus de haber absorbido el oxgeno del aire.

Smith meti la mano en el agua y la encontr untuosa al tacto; la prob y encomi su, sabor algo azucarado; y en cuanto a su temperatura, la calcul en 95 Fahrenheit (35 centgrados sobre cero). Le pregunt Harbert en qu basaba aquel clculo y el ingeniero respondi: