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Sin embargo, el curso de agua se ensanchaba sensiblemente y Ciro Smith lleg a creer que llegara pronto a su desembocadura. En efecto, al salir de un bosquecillo de hermosos rboles, apareci de nuevo.

Los exploradores haban llegado a la orilla occidental del lago Grant. El paraje vala la pena. Aquella extensin de agua, de una cincunferencia de unas siete millas y de una superficie de doscientos cincuenta acres, reposaba entre festones de rboles diversos. Hacia el este, a travs de una cortina de verdura pintorescamente levantada en ciertas partes, apareca un resplandeciente horizonte de mar. Al norte, el lago trazaba una curva ligeramente cncava, que contrastaba con la forma aguda de su punta inferior. Numerosas aves acuticas frecuentaban las orillas del pequeo Ontario, cuyas mil isletas de su homnimo americano estaban representadas por una roca que surga de su superficie a unos centenares de pies de la orilla meridional. All vivan en comunidad muchas parejas de martines pescadores, posadas sobre alguna piedra, graves, inmviles,

espiando los peces, lanzndose, sumergindose con un pequeo grito agudo y reapareciendo con la presa en el pico. En otros parajes, en las orillas y en el islote, se pavoneaban patos silvestres, pelcanos, gallinas de agua, picos-rojos, filedones provistos de una lengua en forma de pincel, y uno o dos ejemplares de esas aves esplndidas llamadas menuras, cuya cola se desarrolla como los montantes graciosos de una lira.

En cuanto a las aguas del lago, eran dulces, limpias, un poco oscuras y, por ciertas ebulliciones y los crculos concntricos que se entrecruzan en su superficie, no se poda dudar de que abundaba la pesca.

-Es verdaderamente hermoso este lago! -dijo Geden Spileet-. Y cualquiera vivira en sus orillas!

-Se vivir! -contest Ciro Smith.

Los colonos, queriendo entonces volver por el camino ms corto a las Chimeneas, descendieron hasta el ngulo formado al sur por la unin de las orillas del lago. All abrieron, no sin gran trabajo, un camino a travs de las malezas y aquella espesura que la mano del hombre no haba an apartado, y se dirigieron hacia el litoral buscando el norte de la meseta de la Gran Vista. Atravesaron dos millas en aquella direccin; despus, pasada la ltima cortina de rboles, apareci la meseta, tapizada de un espeso csped, y ms all el mar infinito.

Para volver a las Chimeneas, fue suficiente atravesar oblicuamente la meseta en un espacio de una milla y descender hasta el codo formado por la primera vuelta del ro Merced. Pero el ingeniero deseaba averiguar cmo y por dnde se escapaba el sobrante de las aguas del lago y continu la exploracin bajo los rboles durante una milla y media hacia el norte. Era probable, en efecto, que existiera un desage en alguna parte y sin duda a travs de alguna abertura en el granito. El lago no era ms que un inmenso receptculo que se haba llenado poco a poco por las aguas del arroyo y probablemente el sobrante corra hacia el mar por alguna salida. Si as era, el ingeniero pensaba que sera posible utilizar aquella salida y aprovecharse de su fuerza, actualmente perdida. Prosiguieron, pues, por las orillas del lago Grant, remontando la llanura; pero, despus de haber andado una milla en aquella direccin, Ciro Smith no haba podido descubrir el desage, que, no obstante, deba existir.

Eran las cuatro y media. Los preparativos de la comida exigan que los colonos regresaran a sus moradas. La pequea tropa volvi sobre sus pasos por la orilla izquierda del ro de la Merced. Ciro Smith y sus compaeros llegaron a las Chimeneas.

Encendieron el fuego y Nab y Pencroff, a los cuales fueron naturalmente designadas las funciones de cocineros, el uno en su calidad de negro, el otro en su calidad de marino, prepararon en breve un asado de agut, que comieron con bastante apetito.

Terminada la comida, en el momento en que cada cual se preparaba para dormir, Ciro Smith sac de su bolsillo pequeos pedazos de diferentes especies de minerales y se limit a decir:

-Amigos, ste es mineral de hierro, ste es de pirita, ste de arcilla, esto es cal, esto es carbn. He aqu lo que nos da la naturaleza, y sta es la parte que ha tomado en el trabajo comn. Maana haremos el nuestro!

13. Primeros utensilios y alfarera Clculo de la latitud de la isla

-Y bien, seor Ciro, por dnde vamos a empezar? -pregunt a la maana siguiente Pencroff al ingeniero.

-Por el principio -contest Smith.

Y, en efecto, por el principio tenan que empezar los colonos. No posean ni los tiles necesarios para hacer herramienta alguna, y no se encontraban en las condiciones de la naturaleza, que teniendo tiempo econoniza fuerzas. Les faltaba tiempo, puesto que deban subvenir inmediatamente a las necesidades de la vida y, si aprovechando la

experiencia adquirida no deban inventar nada, tenan por lo menos que fabricarlo todo. Su hierro y su acero se hallaban todava en estado mineral, su vajilla en estado de barro, sus lienzos y sus vestidos en estado de materias textiles.

Por lo dems, preciso es decir que los colonos eran hombres en la fuerte acepcin de la palabra. El ingeniero Smith no hubiera podido ser secundado por compaeros ms inteligentes ni ms adictos y celosos. Los haba sondeado y conoca sus aptitudes.

Geden Spilett, periodista de talento, que lo haba estudiado todo para poder hablar de todo, deba contribuir con su inteligencia y con sus manos a la colonizacin de la isla. No retrocedera ante ninguna dificultad, y, cazador apasionado, hara un oficio de lo que hasta entonces haba sido para l un deporte.

Harbert, buen muchacho, notablemente instruido en las ciencias naturales, sera utilsimo para la causa comn.

Nab era la adhesin personificada. Diestro, inteligente, infatigable, robusto, dotado de una salud de hierro, entenda algo de trabajos de fragua y prestara muy tiles servicios a la colonia.

En cuanto a Pencroff, haba sido marinero en todos los mares, carpintero en los talleres de construccin de Brooklyn, ayudante de sastre en los buques del Estado, jardinero y cultivador en sus temporadas de licencia, y, como buen marino, dispuesto a todo y til para todo.

Habra sido verdaderamente difcil reunir cinco hombres iguales para luchar contra la suerte y ms seguros de triunfar.

Por el principio, haba dicho Ciro Smith, y el principio de que hablaba era la construccin de un aparato que pudiese servir para transformar las sustancias naturales. Es conocido el papel del calor en esas transformaciones; por consiguiente, el combustible, vegetal o mineral, era inmediatamente utilizable. Tratbase, pues, de construir un horno para utilizarlo.

-Para qu servir ese homo? -pregunt Pencroff. -Para hacer las vasijas que necesitamos -contest Smith. -Y con qu vamos a hacerlo? -Con ladrillos.

-Y los ladrillos?

-Con arcilla. Manos a la obra, amigos mos. Para evitar los transportes estableceremos el taller en el sitio mismo de la produccin. Nab llevar provisiones y no nos faltar fuego para asar los alimentos.

-Cierto -repuso el corresponsal-, pero y si fuesen los alimentos los que nos faltasen por carecer de instrumentos de caza?

-Ah!, si tuviera un cuchillo! -exclam el marinero. -Qu haras con l? -le pregunt el ingeniero.

-Pues hara un arco y flechas y tendramos abastecida la despensa.

-S, un cuchillo, una hoja cortante -murmur el ingeniero como hablando consigo mismo.

Al mismo tiempo mir a Top, que iba y vena por la playa. -Top, aqu! -grit, animndose su mirada.

El perro acudi corriendo en cuanto oy la voz de su amo. Ciro le tom la cabeza y le quit el collar que llevaba y que rompi en dos partes. -Aqu tenemos dos cuchillos, Pencroff! -dijo luego. El marinero contest con dos sonoros hurras.

El collar de Top estaba hecho de una ligera lmina de acero templado; bastaba afilarle primero con una piedra de aspern para aguzar el lado cortante y quitarle luego el filvn con un aspern ms fino. Este gnero de roca arenisca abundaba en la playa, y dos horas despus las herramientas de la colonia se componan de dos lminas cortantes, a las cuales fue fcil poner un mango de madera muy fuerte.