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— ¡Qué título admirable! — exclamó Will mientras tomaba el libro que le tendía el doctor.

— Y también le agradará el contenido — le aseguró el doctor Robert —. Unas pocas páginas, nada más. Pero si quiere saber qué es Pala, esa es la mejor introducción.

— De paso — preguntó Will —, ¿quién es el Viejo Raja?

— Quién era. El Viejo Raja murió en el treinta y ocho…. después de un reinado tres años más largo que el de la reina Victoria. Su hijo mayor murió antes que él, y lo sucedió su nieto, que era un burro… pero corrigió el defecto muriéndose pronto. El actual raja es su bisnieto.

— Y si puedo hacerle una pregunta personal, ¿cómo puede entrar en ese cuadro alguien que se llama MacPhail?

— El primer MacPhail de Pala entró en ese cuadro bajo el abuelo del Viejo Raja… Lo llamamos el raja de la Reforma. Entre los dos, él y mi bisabuelo, inventaron la moderna Pala. El Viejo Raja consolidó la labor de ambos y la llevó más lejos. Y hoy nosotros hacemos lo posible por seguir sus huellas.

Will levantó las Notas sobre qué es qué.

— ¿Esto da la historia de las reformas?

El doctor Robert meneó la cabeza.

— No hace más que formular los principios subyacentes, Lea eso primero. Cuando vuelva de Shivapuram, esta noche, le haré conocer un poco de historia. Tendrá una mejor comprensión de lo que en realidad se hizo, si empieza por conocer qué había que hacer… lo que siempre y en todas partes tiene que hacer cualquiera que posea una idea clara sobre qué es qué. De modo que léalo, léalo. Y no se olvide de su jugo de frutas a las once.

Will lo miró irse, y luego abrió el librito verde y empezó a leer.

1

Nadie necesita ir a ninguna otra parte. Todos estamos ya allí, lo sepamos o no.

Si supiese quién soy en realidad, dejaría de comportarme como lo que creo que soy; y si dejase de comportarme como lo que creo que soy, sabría quién soy.

Lo que en realidad soy, si el maniqueo que creo ser me permitiese saberlo, es la reconciliación del si y el no, vivida en total aceptación y la bienaventurada experiencia del No-Dos. En religión todas las palabras son palabras sucias. A todo el que se muestra elocuente sobre Buda, o Dios, o Cristo, habría que lavarle la boca con jabón de fenol.

Como su aspiración de perpetuar sólo el «sí» de cada par de contrarios no puede realizarse jamás, dada la naturaleza de las cosas, el maniqueo aislado que soy se condena a una frustración eternamente repetida, a conflictos eternamente repetidos con otros maniqueos frustrados y henchidos de aspiraciones.

Conflictos y frustraciones: el tema de toda la historia y de casi todas las biografías. «Te muestro la pena», dijo Buda, realista. Pero también mostró el final de la pena: el conocimiento de sí mismo, la aceptación total, la bendita experiencia del No-Dos.

2

El saber quiénes somos en realidad produce el Bienestar, el Bienestar produce el tipo más adecuado de bien hacer. Pero el bien hacer no produce el Bienestar por sí mismo. Podemos ser virtuosos sin saber quiénes somos en realidad. Los seres que son simplemente buenos no son Buenos Seres; son nada más que columnas de la sociedad.

La mayoría de las columnas son sus propios Sansones. Sostienen, pero tarde o temprano también derriban. Jamás existió una sociedad en la cual la mayor parte del bien hacer fuese un producto del Bienestar, y por lo tanto constantemente adecuado. Esto no significa que nunca pueda existir una sociedad así, o que los de Pala seamos tontos por tratar de crearla.

3

Los yogui y los estoicos, dos egos virtuosos que logran sus considerabilísimos resultados fingiendo sistemáticamente no ser lo que son. Pero fingiendo ser lo que no somos, aunque el ser de la ficción sea supremamente bueno y sabio, no podemos pasar del maniqueisrno aislado al Bienestar.

El Bienestar es saber quiénes somos en realidad, y para saber quiénes somos en realidad debemos saber primero, momento a momento, quiénes creemos ser y qué nos impulsa a sentir y hacer esa mala costumbre de pensamiento. Un momento de claro y total conocimiento de lo que creemos ser pero en realidad no somos, pone fin, por el momento, a la charada maniquea. Si renovamos, hasta que se convierten en una continuidad, esos momentos del conocimiento de lo que no somos, podemos sorprendernos de pronto sabiendo quiénes somos en realidad.

La concentración, el pensamiento abstracto, los ejercicios espirituales: exclusiones sistemáticas del reino del pensamiento. El ascetismo y el hedonismo: exclusión sistemática del reino de las sensaciones, los sentimientos y la acción, Pero el Bienestar es el conocimiento de quién es uno en realidad, en relación con todas las experiencias; tened conciencia, entonces, tened conciencia en todo contexto, en todo momento, de todas las cosas, honrosas o deshonrosas, agradables o desagradables, que podáis estar haciendo o sufriendo. Ese es el único yoga auténtico, el único ejercicio espiritual digno de ser practicado. Cuanto más conoce un hombre sobre los objetos individuales, más sabe sobre Dios. Traduciendo el lenguaje de Spinoza al nuestro, podemos decir: Cuanto más sabe un hombre acerca de sí mismo en relación con todo tipo de experiencia, mayor es su posibilidad de saber de repente, un buen día, quién es él en realidad, o más bien Quién (Q mayúscula) Es (E mayúscula) «él» (entre comillas) en Realidad (R mayúscula).

San Juan tenía razón. En un universo benditamente carente de habla, el Verbo no sólo estaba con Dios; era Dios. Como algo en lo cual había que creer. Dios es un símbolo proyectado, un hombre deificado. Dios = «Dios».

La fe es algo muy distinto de la creencia. La creencia es la adopción sistemática y demasiado en serio de palabras no analizadas. Las palabras de San Pablo, las de Mahoma, las de Marx, las de Hitler… la gente las toma demasiado en serio, ¿y qué sucede entonces? Lo que sucede es la insensata ambivalencia de la historia: sadismo contra obligación, o (cosa incomparablemente peor) sadismo como obligación, devoción contrarrestada por la paranoia organizada, hermanas de caridad que cuidan abnegadamente a las víctimas de los inquisidores de sus propias iglesias y cruzados. La fe, por el contrario, jamás puede ser tomada demasiado en serio. Porque la fe es la confianza empíricamente justificada en nuestra capacidad de saber quiénes somos en realidad, de olvidar al maniqueo intoxicado por la creencia, de olvidarlo en el Bienestar. Danos hoy nuestra fe de todos los días, mas líbranos, Dios, de la creencia.

Se oyó un golpe en la puerta. Will levantó la vista de su libro.

— ¿Quién es?

— Yo — dijo una voz que renovó desagradables recuerdos del coronel Dipa y del viaje de pesadilla en el Mercedes blanco. Ataviado sólo con sandalias blancas, pantaloncitos blancos y un reloj pulsera de platino, Murugan avanzaba hacia la cama.

— ¡Cuan amable de su parte el venir a visitarme!

Otro visitante le habría preguntado cómo se sentía; pero Murugan estaba demasiado preocupado por su propia persona como para simular siquiera el menor interés en algún otro.

— Vine hace tres cuartos de hora — dijo en tono de queja resentida —, pero el viejo no se había ido, de modo que tuve que volverme a casa. Y me quedé con mi madre y con el hombre que se hospeda con nosotros, mientras tomaban su desayuno…