– Se lo mostraré cuando me visite. La primavera es hermosa junto al lago Maggiore.
– Iré. Hasta entonces.
Tyberg había entendido. Me hacía bien saber que tenía un confidente secreto que no me pediría cuentas.
La puerta se abrió de golpe, y mis invitados me reclamaron.
– Dónde te escondes, Gert. Füruzan va a bailar para nosotros ahora mismo la danza del vientre.
Dejamos libre un espacio para el baile, y Philipp puso una bombilla roja en la lámpara. Füruzan salió del baño con un bikini de velos, cordones y lentejuelas. A Manuel y Jan por poco se les salen los ojos de las órbitas. La música empezó triste y lenta, y los primeros movimientos de Füruzan fueron de una elasticidad tranquila y lasciva. Luego se elevó la música y con ella el ritmo de la danza de Füruzan. Röschen comenzó a aplaudir, todos la seguimos. Füruzan soltó los velos, hizo girar furiosamente los cordones que había fijado a su ombligo y el suelo de la habitación tembló. Cuando la música terminó, Füruzan remató el baile con un gesto triunfal y se arrojó a los brazos de Philipp.
– Esto es el amor de los turcos -rió Philipp.
– Sí, ríete, espera que te coja, con las mujeres turcas no se juega. -Ella le miraba orgullosa a los ojos. Yo le ofrecí mi bata.
– Alto -gritó Eberhard cuando el público iba ya a dispersarse-. Les invito al impresionante show del gran mago Ebus Erus Hardabakus. -E hizo girar anillos que se enlazaban y volvían a separarse, los pañuelos amarillos se convertían en rojos, las monedas aparecían y desaparecían por arte de magia, y a Manuel se le autorizó a que controlara que todo transcurría en orden. El truco del ratón blanco salió mal. Turbo saltó a la mesa en cuanto lo vio, tiró el sombrero de copa en que Eberhard lo había hecho desaparecer, lo persiguió por toda la casa y detrás del frigorífico le rompió juguetonamente el cuello antes de que pudiera intervenir ninguno de nosotros. Después Eberhard quiso romper el cuello a Turbo, felizmente Röschen lo impidió.
Ahora le tocaba a Jan. Declamó «Los pies en el fuego», de Conrad Ferdinand Mayer. Inquieta, junto a mí estaba sentada Hadwig, y sus labios seguían en silencio el poema. «Mía es la venganza, habla el señor», tronó Jan al acabar.
– Llenad los vasos y los platos y volved aquí -exclamó Babs-, el show continúa. -Estuvo cuchicheando con Röschen y Georg, y los tres corrieron mesas y sillas para hacer un pequeño escenario de lo que había sido pista de baile. Adivinar películas. Babs sopló con toda la fuerza de los carrillos, y Röschen y Georg salieron corriendo. «Lo que el viento se llevó» [16], exclamó Nägelsbach. Luego Georg y Röschen se golpearon mutuamente hasta que Babs se colocó entre ellos, cogió sus manos y las unió. «¡Kemal Atatürk en la guerra y en la paz!»
– Demasiado turco, Fürzchen -dijo Philipp y le acarició el muslo-, pero ¿a que es lista?
Eran las once y media, y me cercioré de que había suficiente champán en frío. En la sala de estar Röschen y Georg se habían hecho cargo de la música y ponían a todo volumen los discos viejos. «Uno y uno suman dos», cantaba Hildegard Knef, y Philipp intentaba bailar valses con Babs por el estrecho pasillo. Los niños jugaban con el gato a perseguirse. En el baño Füruzan tomaba una ducha después de sudar con la danza del vientre. Brigitte entró en la cocina, donde estaba yo, y me dio un beso.
– Una hermosa fiesta.
Faltó poco para que no oyera el timbre. Pulsé el botón del interfono que abría el portal, pero entonces vi la silueta verde a través del cristal esmerilado de la puerta de mi apartamento, y supe que el visitante ya estaba arriba. Abrí. Ante mí estaba Herzog de uniforme.
– Lo siento, señor Selb…
Así que aquello era el final. Se dice que pasa justo antes de la ejecución, pero a mí, ya entonces, me cruzaron por la cabeza como en una película las imágenes de las semanas anteriores, la última mirada de Korten, la llegada a Mannheim en la mañana del primer día festivo de las Navidades, la mano de Manuel en la mía, las noches con Brigitte, nuestra alborozada fiesta en torno al árbol de Navidad. Quise decir algo. No conseguí articular sonido.
Herzog pasó a mi lado y entró en mi apartamento. Oí que bajaban el volumen de la música. Pero los amigos seguían riendo y hablando alegremente. Cuando me sobrepuse y fui a la sala de estar, Herzog tenía un vaso de vino en la mano y Röschen, un poco entonada, jugaba con los botones de su uniforme.
– Precisamente iba de camino a casa, señor Selb, cuando me informaron por radio de que algún vecino se había quejado a causa de su fiesta. Así que decidí hacerme cargo de ver qué pasaba.
– Apresuraos -dijo Brigitte-, quedan dos minutos. Fueron suficientes para distribuir las copas de champán y para hacer estallar los tapones.
Ahora estamos en el balcón, Philipp y Eberhard están lanzando cohetes, en todas las iglesias suenan las campanas, brindamos.
– Por un feliz año nuevo.
Bernhard Schlink
[1] Konrad Adenauer. (N del T)
[2] En la novela de formación Enrique el Verde [Der grüne Heinrich], del suizo Gottfried Keller (primera versión de 1855), el protagonista, Heinrich Lee, es amorosamente atraído por Judith, de la que luego se separa en buenos términos. (N del T)
[3] MBI es acrónimo de «Management- und Betriebsinformationssystem». (N. del T)
[4] Juego de cartas alemán. (N del T)
[5] Envites del juego mencionado. (N del T.)
[6] «Ser duro de entendederas» es «eine lange Leitung haben», literalmente, «tener un conducto largo». (N del T)
[7] Regionale Rechenzentrum. (N. del T.)
[8]Grämlich, de pronunciación muy próxima al apellido mencionado, es «melancólico, triste, huraño». (N. del T)
[9] Es probablemente la traducción más próxima a la paranomasia del original entre el francés table y el alemán Teufel («demonio»). (N. del T.)
[10] Boris Becker. (N. del T)
[11] En esa ciudad tiene su sede el mencionado Tribunal Constitucional. (N. del T)
[12]Bundesangestelltentarif es «tarifa de empleados federales»; Gremlich se encuentra en el segmento modesto de la franja salarial. (N del T)
[13] Viento cálido y seco del norte de los Alpes. (N. del T)
[14] Alusión a la connotación sexual de «ciruela» en alemán. (N del T)
[15]Fürzchen, deformación jocosa del nombre de la muchacha, es «pedito», de Furn, «ventosidad». (N. del T)
[16] El clásico cinematográfico norteamericano Gone With the Wind, que en España lleva como título Lo que el viento se llevó, es para los alemanes Vom Winde verweht, «Dispersado(s) por el viento», y de ahí la estampida de los jóvenes. (N del T)