Tras la alocución del presidente de Renania-Palatinado un buffet menos soberbio también habría tenido efectos carismáticos. En la primera ronda elegí ostras al azafrán en salsa de champán. Por suerte había mesas. No puedo soportar las recepciones en que hay que estar de pie: te pasas el rato haciendo malabarismos con el cigarrillo, el vaso y el plato, cuando en realidad deberían darte de comer. En una mesa divisé a la señora Buchendorff y una silla libre. Tenía un aspecto cautivador con su traje de seda cruda y color de anilina. No faltaba ningún botón de la blusa.
– ¿Puedo sentarme a su lado?
– Tendrá que coger una silla, a menos que ya quiera sentar en sus rodillas a la china experta en seguridad.
– Dígame, ¿se han enterado los chinos de la explosión?
– ¿De qué explosión? En serio ahora, ayer estuvieron primero en el castillo de Eltz y luego probaron el nuevo Mercedes en las pistas de Nürburgring. Cuando volvieron ya había pasado todo, y la prensa aborda hoy la cuestión básicamente desde el lado meteorológico. ¿Cómo va su brazo? Es usted algo así como un héroe, lástima que eso no haya podido salir en los periódicos; hubiera dado para una bonita historia.
La china apareció. Tenía todo lo que hace que un alemán sueñe con asiáticas. Me fue imposible averiguar si realmente era la experta en seguridad. Pregunté si en China existían detectives privados.
– No plopiedad plivada, no detectives plivados -contestó, y preguntó si en la República Federal de Alemania había también detectives privadas. Esto condujo a consideraciones sobre el languideciente movimiento feminista-. He leído casi todo los liblos que han apalecido en Alemania soble las mujeles. ¿Cómo es que los hombles en Alemania escliben liblos soble mujeles? Un chino peldelía su leputación. -China, qué fericidad.
Un camarero me transmitió la invitación a acercarme a la mesa de Oelmüller. De camino tomé como segundo plato rollitos de lenguado según el acreditado uso de Bremen.
Oelmüller me presentó a su compañero de mesa; me impresionó la precisa habilidad con que había dispuesto sus escasos cabellos en el cráneo. Allí estaba el profesor Ostenteich, jefe del departamento jurídico y profesor honorario de la Universidad de Heidelberg. No era casual que esos señores estuvieran en la misma mesa. Ahora se trataba de trabajar. Desde la conversación con Herzog me preocupaba una cuestión.
– ¿Podrían explicarme los señores el nuevo plan antipolución? El señor Herzog, de la policía, me hizo una alusión al asunto y también dijo que no está completamente libre de críticas. Por ejemplo, ¿qué debo imaginarme cuando se habla de registro directo de emisiones?
Ostenteich se sintió obligado a llevar la voz cantante en la conversación.
– Eso es un peu délicat, que dirían los franceses. Debería usted leer el informe pericial del profesor Wenzel, que desarrolla minuciosamente la problemática de las competencias y que pone al descubierto la arrogancia de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado. Le pouvoir arrête le pouvoir; la reglamentación legislativa federal de la protección contra emisiones bloquea este tipo de vías legales particulares en un Land. A ello hay que añadir el ejercicio libre de la propiedad, la protección de la actividad industrial y del ámbito empresarial privado. El legislador pretendió suprimir todo esto de un plumazo: Mais la vérité est en marche, todavía existe, heuresement, el Tribunal Constitucional Federal de Karlsruhe.
– ¿Y cómo funciona ahora el nuevo plan antipolución? -Miré provocativamente a Oelmüller.
Ostenteich no se dejó marginar tan fácilmente en la conversación.
– Está bien que haga usted también preguntas técnicas, señor Selb. Eso se lo puede explicar ahora mismo el señor Oelmüller. El núcleo, l’éssence de nuestro problema es éste: el Estado y la economía sólo caminan saludablemente juntos y vecinos cuando entre ambos se da una cierta distance. Y, permítame por favor una imagen atrevida, aquí el Estado ha ido demasiado lejos y ha metido la mano en el escote a la economía.
Rió fuertemente, y Oelmüller rió también como es debido. Cuando volvió de nuevo la calma o, como diría el francés, le silence, Oelmüller dijo:
– Técnicamente, no hay problema en todo esto. En principio, en protección medioambiental se procede analizando la concentración de elementos nocivos en los portadores de emisiones, que son el aire y el agua. Cuando se sobrepasan los valores admisibles, se intenta localizar y neutralizar la fuente de emisión. La polución solamente puede producirse cuando alguna empresa arroja más emisiones de las debidas. Por otro lado, también puede haber polución cuando las emisiones de las distintas empresas permanecen en los límites de lo admisible, pero las condiciones atmosféricas no pueden con ellas.
– ¿Cómo sabe el que tiene atribuciones para declarar la alarma de polución de qué tipo de polución se trata? Probablemente tendrá que reaccionar de forma del todo distinta según el caso. -La cosa empezaba a interesarme, postergué mi siguiente visita al buffet y me puse a manosear un cigarrillo del paquete amarillo.
– Correcto, señor Selb, en realidad se debería reaccionar de forma diferente en los dos casos, pero con los métodos convencionales son difíciles de separar. Puede pasar, por ejemplo, que el tráfico se paralice y que las empresas tengan que reducir su producción, aunque sólo haya sido una central eléctrica alimentada por carbón la que haya sobrepasado drásticamente los valores admisibles de emisión; basta con que no haya podido ser identificada y parada a tiempo. Lo seductor en el nuevo plan de medida directa de emisiones es que, por lo menos en teoría, pueden evitarse los problemas que también usted ha visto certeramente. Las emisiones se miden mediante sensores allí donde se producen, y se envían a una central, que de este modo sabe en todo momento qué emisiones tienen lugar y dónde. Y no sólo esto, la central alimenta con los datos de las emisiones una simulación de la situación meteorológica local esperable en las siguientes veinticuatro horas, aquí hablamos de un meteorograma, y puede de alguna manera anticipar la polución. Un sistema de alarma prematura que no ha resultado en la práctica tan bien como suena teóricamente porque la meteorología está todavía en mantillas, así de sencillo.
– ¿Cómo ve usted el incidente de ayer en este contexto? ¿Ha resultado eficaz el nuevo sistema o ha fracasado?
– Lo que es funcionar, el modelo ayer funcionó. -Pensativo, Oelmüller se retorció la punta de la barba.
– No, no, señor Selb, aquí tengo yo que ampliar de inmediato la perspectiva del técnico hasta un tour d’horizon económico global. En las condiciones de antes, lo de ayer no habría pasado en absoluto. En su lugar, ayer tuvimos el caos, con todos los mensajes por altavoz, los controles policiales, la prohibición de salir, etcétera. ¿Y para qué? La nube se ha disipado sin intervención de los ecologistas. Se ha creado miedo, se ha destruido la confianza y se ha perjudicado la imagen de la RCW; tant de bruit pour une omelette. Creo que precisamente con este caso es posible mostrar al Tribunal Constitucional Federal lo desproporcionado de la actual reglamentación.
– Nuestros químicos están supervisando incluso si los valores de ayer justificaban la alarma de polución -dijo Oelmüller, tomando de nuevo la palabra-. Ya han empezado a evaluar los datos de las emisiones, que también nosotros recogemos en nuestro sistema MBI, de información y gestión. [3]