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– Ella dice a usted mentiras -gritó Franek-. Franek no puede respirar… el negro pega a él… Franek quiere hablar con policía.

Sophie esbozó una leve sonrisa.

– Por si acaso me ocurriera algo -dijo hablando por el auricular con voz clara y pausada para que Franek entendiera todas las palabras-, quiero que Bob, mi hombre, sepa que este canalla me pegó una veintena de veces como mínimo pero no pudo conseguir que me doblegara. No hay nada… en el mundo entero… por lo que accedería a rendirme ante un trozo de mierda despreciable que primero mató a su esposa… y luego destruyó a su hijo. -Sophie levantó el dedo corazón y lo agitó en el aire en un gesto obsceno dirigido a Franek-. Y si he de recordar algo… o a alguien… de toda esta experiencia, recordaré a Jimmy, el hombre de Mel, abriendo de golpe la puerta para rescatarme antes de que el señor Zelowski padre pudiera violarme y matarme.

Centro Médico de Nightingale

Fay Baldwin, que rondaba en la periferia del corrillo formado en torno al teléfono, oía la voz de Sophie y las interjecciones exaltadas de Franek de fondo a través del altavoz. Oyó la minuciosa narración de Sophie de lo que había ocurrido, seguida de la versión resumida que le ofreció Harry sobre el informe psiquiátrico de Milosz Zelowski.

– No se le consideraba un peligro -concluyó Harry-, pero algún imbécil tuvo una idea mejor y reveló su paradero a los habitantes de la urbanización. Nos han informado de que ya ha muerto un pobre chico por quemaduras. A saber cuántos más morirán.

Todos los presentes oyeron el suspiro alto y claro de Sophie a través del amplificador.

– Fue Fay Baldwin -explicó Sophie, sin saber que la mujer la escuchaba-, pero no tengo ni idea de cómo averiguó quiénes eran los Zelowski o dónde vivían. -Otro suspiro-. De todos modos, Fay no tuvo la culpa del todo, Harry. Fay trató de decirme que había un pederasta en la calle, pero no dejaba de poner verde a Melanie Patterson y tacharla de puta, y yo lo entendí todo al revés. Supuse que acusaba a Mel y a sus hombres de maltratar a los niños, así que le eché una bronca y ella se fue de morros y le contó a Mel que los pervertidos estaban esperando la ocasión para poder raptar a la pequeña Rosie. Creo que eso es lo que ha desencadenado los disturbios. Todo esto es una locura… no dejo de pensar que si hubiera hecho caso a esa imbécil nada de esto estaría ocurriendo. ¿Sabías que Jimmy James compartía celda con Milosz? Podría haberle dicho a Mel que era inofensivo si él hubiera sabido su verdadero nombre. -Sophie guardó silencio.

– Tú no tienes la culpa, y los Patterson tampoco -afirmó Harry con firmeza-. Lo único que hicieron Melanie y su madre fue organizar una manifestación. Eso pasa cada día, y no había razón para pensar que esta sería distinta. No se puede culpar a nadie si los alborotadores se les unieron por detrás para emprender una guerra contra la policía… y esto está demasiado bien organizado para haber sido espontáneo. -Harry lanzó una mirada a Fay-. Habría ocurrido igualmente. Es una copia de los tumultos con cócteles molotov que tuvieron lugar en Bradford y Belfast el mes pasado. Estamos sufriendo una ola de calor y los jóvenes están furiosos. Es una mezcla explosiva.

Sophie suspiró de nuevo.

– Por lo que me ha dicho Jimmy James, es Mel quien ha estado tratando de contener la algarada. Es una chica estupenda… siempre da lo mejor de sí, aunque no salga bien. Jimmy me ha contado que nos habrían quemado vivos si Mel no hubiera detenido a la gente para que dejara de lanzar cócteles molotov. Jimmy se ha marchado para ver si puede sacar de allí a Mel y los pequeños.

– Lo sabemos -dijo Harry-. Los agentes encargados de seguir los sucesos a partir de la filmación en vídeo desde el helicóptero nos mantienen informados. Así es como nos hemos enterado de que estabais en casa de la señora Frensham. Lo que vamos a hacer es buscar a alguien que vigile a Zelowski padre para que tú puedas centrarte en Milosz.

– ¡Ay, Dios, id con cuidado! -exclamó Sophie, alarmada-. Si se corre la voz de que están aquí, acabaremos aprisionados en la casa. No puedo volver a pasar por eso, Harry. ¿No sería mejor esperar a que Jimmy regrese con Mel?

Harry miró a Ken Hewitt, que negó con la cabeza.

– Creemos que pueden estar en apuros -admitió a su pesar-. Parte de la muchedumbre ha entrado en la casa como un vendaval pasando por encima de Melanie. En este momento no sabemos exactamente qué está ocurriendo.

– ¡Oh, Dios mío! Perderá a la criatura, Harry ¿Por qué hiciste que Jimmy viniera a por mí? Tendría que haber ido a por ella. Él es el padre, por el amor de Dios.

– Confiamos en que su madre esté con ella, y su hermano también. Jimmy lo está, eso desde luego. Lo han visto entrar en la casa por la puerta de atrás a toda prisa. La sacará, Sophie.

Se produjo una pausa.

– Voy a volver -anunció Sophie con una determinación repentina-. Le paso el teléfono a Franek. Tiene las manos atadas por delante, así que puede sostenerlo. Habla con él, Harry. Te resultará muy instructivo.

– ¡No, Sophie, espera!

Pero Sophie ya se había ido, y su voz se vio reemplazada al otro lado de la línea por la de un hombre.

– ¿Con quién hablo? -inquirió Franek.

Harry se puso derecho e hizo señas a Ken para que tomara el relevo.

– La policía, señor Zelowski.

– ¡Ajá! Eso está bien. Ahora digo lo que pasa de verdad.

Ken sacó una libreta con una leve sonrisa.

– Como usted quiera, señor Zelowski, pero debo advertirle que la doctora Morrison ha hecho graves acusaciones contra usted… y hay varios testigos de esta conversación. Eso significa que todo lo que diga podrá utilizarse en su contra ante un tribunal si se procede a su arresto y se emprenden las acciones judiciales pertinentes. Puede que prefiera guardar silencio hasta que tenga la oportunidad de consultar con un abogado. ¿Entiende lo que acabo de decirle?

– Entiendo todo. ¿Piensa que Franek es tonto? Contaré todo para que ustedes saben Franek mayor y débil y hace lo posible por salvar vida de Milosz.

Hotel Hilton. Southampton

Tyler pidió que le permitieran utilizar el despacho del gerente y telefoneó a la jefatura de policía, donde solicitó que le pasaran con el sargento encargado de la custodia de los detenidos.

– Quiero que ponga a Martin Rogerson al teléfono -le ordenó-. Necesito hablar con él.

– ¿Qué demonios ocurre, señor? -inquirió el otro hombre enfadado-. No puedo retenerlo mucho más a menos que fundamente los cargos contra él.

– Volveré a hablar con usted cuando acabe con él. -Tyler aguardó, tamborileando sobre la mesa con los dedos-. Sí, soy el inspector jefe Tyler, señor Rogerson. -Sostuvo el auricular alejado de la oreja-. Lo soltarán antes si se tranquiliza y me escucha -añadió cuando amainó la tormenta al otro lado de la línea-. Llamo desde el hotel Hilton de Southampton y esta vez le agradecería que prestara toda su colaboración con las preguntas que voy a hacerle. No, señor. No es una amenaza. El señor Townsend y el señor John Finch han hecho ciertas declaraciones sobre la razón por la que el primero regresó de Mallorca ayer por la mañana. Algunas de ellas le incumben a usted. Me gustaría determinar la veracidad de dichas declaraciones.

Tyler consultó su bloc de notas, que tenía abierto frente a él.

– ¿Es cierto que usted actuó a espaldas del señor Townsend cuando decidió cambiar la fecha de la reunión para hoy? -El inspector escuchó la diatriba de su interlocutor-. ¿Me está diciendo que no le quedaba más remedio? El banco había dado un ultimátum… Mmm… Entonces ¿cómo pudo John Finch ponerse en contacto con él?… Mmm… Si no fuera porque el señor Finch parece pensar que fue usted quien empezó a traicionar la confianza. -Tyler se quedó mirando la pared mientras un bramido le martilleaba los tímpanos desde el otro lado de la línea-. No lo sé, señor Rogerson -murmuró rompiendo el silencio que siguió a las palabras de su interlocutor-. Supongo que eso depende de lo vengativo que sea usted… y de lo tonto que sea él. Usted está mucho mejor situado que cualquiera para destruirle… Él ha compartido con usted hasta el más ruín de los secretos que ha tenido en su vida…