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Azucena, poco a poco, tomó posesión del cuerpo de la anciana y lo puso a trabajar como hacía muchísimos años no trabajaba. Para empezar, las mandíbulas tuvieron que abrirse mucho más de lo acostumbrado para poder recibir la lengua de Teo dentro de su boca. Sus labios secos y arrugados tuvieron que extenderse, claro que auxiliados con la saliva de su generoso compañero astral. Los músculos de las piernas no tenían la fuerza ni la flexibilidad requerida para el acto amoroso, pero increíblemente la adquirieron en unos minutos. Al principio se acalambraron, pero ya entrados en calor funcionaron perfectamente, como los músculos de una jovencita. El centro de su cuerpo, humedecido por el deseo, pudo permitir la penetración de una manera confortable y altamente placentera. Ese cuerpo recordó con enorme gusto la agradable sensación de ser acariciada por dentro, una y otra vez. El gozo que estaba obteniendo abrió sus sentidos de tal manera que pudo percibir la Luz Divina.

Tal y como Anacreonte lo había planeado, el diamante que le había instalado en la frente estaba trabajando correctamente y amplificaba la luz que Azucena obtenía en el momento del orgasmo. La yerma alma de Azucena quedó iluminada, mojada, germinada de amor. Fue hasta entonces que se calmó la sed del desierto… fue hasta que recibió amor que recuperó la paz, y fue hasta que escuchó los toquidos desesperados de Cuquita, que quería hacer uso del baño, que volvió a la realidad. Cuando la puerta se abrió y aparecieron Teo y Azucena, todas las miradas fueron hacia ellos. Azucena no podía disimular la felicidad. Se le notaba a leguas. Tenía las mejillas sonrosadas y cara de satisfacción. ¡Hasta bonita se veía, vaya!

Pero claro que con todo y lo bien que le funcionó el cuerpo bajo los vapores del deseo, no impidió que al día siguiente le dolieran hasta las pestañas. De cualquier manera, el acto amoroso logró su cometido. Azucena, por un momento, se alineó con el Amor Divino. Eso bastó para que le dieran ganas de hacer un trabajo interior. Se puso a silbar una canción y cruzó la nave entre saltitos tomada de la mano de Teo. En cuanto llegó a su lugar, se sentó, exhaló un largo suspiro, se puso su discman y se dispuso a hacer una regresión en el más completo estado de felicidad.

PRESENTACION 4:

Senza Mamma (Aria de Angelica)

Suor Angelica – Puccini

QUINTA PARTE

Uno

Azucena abrió los ojos antes de tiempo. Su respiración era agitada. Había salido de la regresión en un estado muy alterado. Supo de inmediato que esa mujer que gritaba desesperada por la muerte de su hijo no era otra que Citlali, y que ese niño que sólo vivió unos minutos no era otro que ella misma en su otra vida. La conmovió mucho saber que esa mujer a quien tantos celos le tenía fue en otra vida su madre. Ya no podía verla con los mismos ojos. Tampoco a Rodrigo. Le resultó muy impactante enterarse de que Rodrigo, su adorado Rodrigo, el hombre por el que estaba dispuesta a todo, había sido el conquistador que la había matado a sangre fría. Le tomó un instante ligar la imagen de Citlali con la de la india que Rodrigo había violado. ¡Se trataba de la misma mujer! Lo sabía porque había visto la foto de la violación mil veces. Conocía el rostro de esa india de memoria. La foto formaba parte de la regresión de Rodrigo, y Azucena la había guardado por morbosa. Infinidad de veces se había regodeado en el sufrimiento de ver a Rodrigo poseer a otra mujer y de ver la lujuria de sus ojos. Ahora podía abordar la imagen desde otra perspectiva. Debió de ser terrible para Citlali haber sufrido una violación a manos del asesino de su hijo. ¡Qué experiencia más tremenda! Azucena sintió mucha pena por ella.

Teo, de inmediato lo comprendió todo. Abrazó a Azucena y la consoló dulcemente. Con palabras suaves empezó a tranquilizarla. La hizo que se relajara y entrase nuevamente en un estado Alfa. Le sugirió que preguntara cuál era su misión en esa vida. Azucena siguió sus instrucciones dócilmente. Al poco rato respondió que era hablar a los aztecas sobre la importancia de la Ley del Amor, porque la estaban rompiendo y corrían el peligro de que la Ley de la Correspondencia actuara en su contra. Teo le preguntó si logró dar ese mensaje. Azucena le respondió negativamente. Le explicó que la mataron antes de que pudiera darlo. También habló de que tuvo otra oportunidad en su vida de 1985, pero tampoco la dejaron hablar. Finalmente comprendió que ahora tenía otra oportunidad de decir lo que tenía que decir.

En ese momento, Azucena empezó a comprender el porqué de todo lo que le había pasado. Encontró que existía una relación lógica entre todos los hechos. Cada uno es el resultado de otro anterior. Aparentemente no hay nada injusto.

Lo único que aún no le había quedado claro era por qué ella. ¿Por qué no eligieron a otra para dar ese mensaje tan importante? A esa pregunta aún no le encontraba respuesta, pero al menos tomó conciencia de su misión y retomó el entusiasmo por cumplirla. Lo malo era que ahora tenía un nuevo impedimento. No podía regresar a la Tierra porque tanto ella como los demás ocupantes de la nave eran buscados por la policía. En eso llegó Cuquita a traerle una gran noticia. Acababa de escuchar en la radio que una peregrinación interplanetaria se dirigía a la Villa a ver a la Virgen de Guadalupe. Si lograban infiltrarse entre la multitud sería imposible que los detectaran al llegar a la Tierra. Azucena se alegró enormemente. De inmediato lo consultó con todos y decidieron abandonar la nave del Palenque Interplanetario en el planeta más cercano y yiajar en la nave inmensa que transportaba a los peregrinos.

Dos

Verdaderamente, Azucena no tiene remedio. No importa cuanta ayuda se le dé. ¡Siempre termina cagándola!

Yo protesté guardar y hacer guardar la Ley del Amor, y estoy a punto de romperla. Ya no puedo impartir justicia. Estoy faltando a la ética y, lo que es peor, me siento completamente cínico sentado en una silla de Ángel de la Guarda cuando lo que tengo ganas de hacer es acabar con una bola de hijos de la chingada: empezando con Isabel y terminando con Nergal, el jefe de la policía secreta del Infierno.

Yo creí que, con la ayuda de Teo, Azucena iba a reaccionar y a cumplir con su misión. ¡Y pues no! Resulta que se ha enamorado de Teo como una adolescente y no hace otra cosa que pensar en él. ¡No, si no cabe duda, que todo el mundo hace muy bien su papel menos yo! Teo, nuestro Ángel de la Guarda undercover, es demasiado eficiente el cabrón. Es más, bien que le encanta andarse fajando a Azucena por todos los rincones. El pretexto es que lo hace para mantenerla alineada con el Amor Divino, pero lo que le anda alineando es otra cosa. ¡Y yo aquí de su pendejo!, mientras Nergal destituye a Mammón de su puesto de Demonio de Isabel, y Mammón, con todo el tiempo libre del mundo, se dedica a coquetear con Lilith, mi novia, y mientras Azucena, inflamada de amor romántico, planea con el compadre Julito una revolución armada para acabar con Isabel. ¡Dios nos agarre confesados!

La imposibilidad que tiene Azucena de verse el interior la hace centrar su atención en los problemas de los demás para tratar de encontrarles solución. ¡Claro! Es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno. El terror de meterse de cabeza en sus entrañas, el miedo a removerlas, a llenarse de mierda, la ha empujado a buscar una solución colectiva a su problema olvidando que las soluciones colectivas no siempre funcionan, porque cada persona tiene su propia evolución espiritual. Ninguna organización social va a encontrar un camino que sea bueno para todos porque los problemas que Azucena, al igual que los demás seres humanos, tiene en su vida diaria son el resultado de desajustes que fue incapaz de solucionar en el pasado. Por eso, cada caso es único y diferente del de los demás. Por supuesto que de cualquier manera afectan su participación en el mundo público, pero no es cambiando la colectividad como se arreglan las cosas, sino cambiando uno mismo. Al lograrlo, automáticamente se modifica la colectividad. Todo cambio interior repercute en el exterior, porque lo que es adentro es afuera.

¿Qué hay que cambiar hacia adentro? La respuesta está en el pasado. Cada uno tiene que investigar y descubrir cuáles son los problemas que no pudo solucionar en otras vidas para superarlos en ésta. De no hacerlo, mantendría lazos con el pasado que tarde o temprano se convertirán en pesadas cadenas que le impedirán realizar la misión que le corresponde. El conocimiento del pasado es el único camino para liberar esas amarras y cumplir con su misión, su única, intransferible e individual misión. ¿Quién demonios le dijo a Azucena que organizando una guerrilla es como va a solucionar todos sus problemas? Una guerra o una revolución, a pesar de que a veces son necesarias y logran la obtención de beneficios colectivos, pueden retardar la evolución individual. Es más, en este momento una actividad de ese tipo sólo la va a distraer de su misión.